Cómo llegamos al Gobierno Castillo 2.0
Juan De La Puente, Director de Pata Amarilla
Algunas notas interpretativas al vuelo sobre el último hito de la crisis del gobierno de Castillo. La política navega literalmente sobre un mar agitado y manchado, donde lo más importante ahora es lo segundo.
Castillo I.
El gobierno de Pedro Castillo se ha roto. Él sigue en el poder, pero su administración está en fojas cero. Caído el gabinete, esta fase de la crisis confirma el fin del Gobierno Castillo I inaugurado el 28 de julio de 2021. Lo que vendrá es nuevo, nuevo de novedad.
Castillo II o Castillo 2.0 será otro gobierno. Las salidas de Avelino Guillén y Mirtha Vásquez, a las que seguirán en horas otros ministros (as) que resumían la apertura del gobierno hacia los movimientos sociales, es también el fin de la coalición que desde octubre intentó mantener algunas propuestas de reforma en pie. Aislado en Palacio, con 28% de aprobación y rechazado por dos tercios del país, el presidente tiene poco margen de movimiento. Tiene el cargo, la investidura que este representa y mantiene el control de los resortes oficiales de esa investidura, pero ha perdido una cuota importante de legitimidad, un bien muy preciado en crisis de la magnitud que soportamos. Sin ella, o poco de ella, su legalidad vuelve a ser atacada rápidamente en el Congreso.
El mix ilegitimidad/aislamiento será la principal limitación para presentar un nuevo gabinete creíble y viable, y para movilizar a los grupos democráticos.
El problema democrático
La coyuntura se ha descentrado porque ha descolocado lo que se denomina la “cuestión democrática” de toda crisis. Es difícil precisar cuáles de las salidas se encuentran los valores de la democracia, la defensa de las instituciones y la garantía de la libertad. Este descentramiento depende de las lecturas del desenlace de este hito de la crisis peruana.
Las lecturas son varias. Las más recurrentes ahondan en los errores personales del presidente, su entorno de asesores, la ilustración para el cargo y su experiencia en la política.
Estas razones son válidas, pero el asunto de fondo parece ser la evidente voluntad del presidente de incumplir sus ofertas de cambio y representar lo nuevo que su presidencia auguraba, traducida en una decisión de no liderar, sino flotar. Los relatos brindados desde dentro del gobierno indicarían que el problema de la democracia en los últimos meses no es que el presidente está aprendiendo, sino que no está gobernando.
En este punto habría que advertir los riesgos de las tesis “asesoristas”, que creen que el problema son los asesores, o las “gabinetistas”. La primera supone que la política es solo decisión y no principios. El problema de la oferta de cambio y la falta de plan no lo resuelve el mejor asesor del mundo, es un asunto personalísimo de quien ejerce la presidencia. La segunda es la ya conocida tesis neoinstitucionalista que lleva a los gabinetes “de lujo”, los dream teams tecnocráticos.
Lo relatos internos
A diferencia de los otros hitos de las crisis se tienen ahora los testimonios de dentro revelados por A. Guillén y M. Vásquez. Estas crónicas reportan asuntos graves que demostrarían la disposición de la presidencia a flotar al punto de permitir avances de grupos ilegales, complicidades en asuntos turbios, inacción en temas de Estado y ausencia de sentido crítico de sus actos. Es muy seria la afirmación de que el presidente, el cargo más importante de la república, está secuestrado, señalada por A. Guillén.
El fin del Gobierno Castillo I aporta dos conclusiones para el debate público con nuevos elementos, el incumplimiento de los compromisos electorales del presidente y su falta de competencias para ejercer el cargo, ya revelada por el mismo mandatario en las tres entrevistas recientes.
Nueva opinión pública
En resumen, para un nuevo sector de la opinión pública, el desafío de la democracia en esta hora no son los grupos vacadores del Congreso que quiere la revancha electoral del 6 de junio, la elección de mejores ministros (difícil que encuentre en esta etapa una mejor premier que M. Vásquez, por ejemplo), los asesores y los nombramientos improvisados. Para este nuevo sector, el desafío de la democracia es el presidente y se resuelve sin el presidente.
La clave del Gobierno Castillo 2.0 no consistirá al parecer en que sea de izquierda. Las ideas del “relanzamiento” del cambio o pelear la orientación “desde adentro”, son consignas que forman parte de la memoria históricas de la izquierda, de poca vigencia en este hito de la crisis. La tendencia es a no más gobierno de izquierda, de “pueblo” y reformas, aunque se queden en él aliados de izquierda. Castillo no tiene ni fuerza ni voluntad para retornar a la fase Castillo I. Él prosigue su viraje desordenado a la política tradicional. Ya está en ella.