Puno: el pueblo salva

Por: 

Laura Arroyo Gárate

Puno, Río Ilave. Militares son ordenados por sus superiores a cruzar el río. Siguen las órdenes. 

Quienes las dan no tienen ni un ápice de conocimiento sobre lo que han ordenado. Mueren dos soldados. Hay cuatro desaparecidos. Otros son trasladados a un centro de salud porque estaban graves. La mayoría de ellos fueron auxiliados y trasladados por los comuneros de Ilave. Esos aimaras que han vivido la represión más cruenta de este gobierno y sabe que quienes se ahogaban han disparado a los cuerpos de sus padres y sus hermanos, los auxiliaron. Esos “puneños terrucos” de la gran prensa han salvado a los soldados. Esos “manifestantes violentos” según algunos analistas “de centro” han salvado a sus verdugos. Lo que ha ocurrido es que los comuneros y comuneras de Ilave nos han dado una lección de humanidad de la que siento que aún no somos conscientes en el país. 

Horas después ningún oficial se hace cargo por estos sucesos. Tampoco lo hace ninguna autoridad política. El comunicado del comando conjunto de las FFAA después de los sucesos fue redactado para difundir una mentira que luego ha rebotado la propaganda del régimen mal-llamada “gran prensa” como El Comercio y sus satélites: que la culpa de todo es de los manifestantes. Del terruqueo racista a la mentira. Ya no sólo discriminan, ahora también te mienten y luego nos dirán que les importa mucho combatir las fakenews y que es una lástima que el Perú esté polarizado. ¿Quién polariza cuando pone a debatir a la verdad con la mentira? 

Pero ni a la gran prensa ni a la dictadura les importa la verdad, sino que les incomoda. Y así como no les importa la verdad, tampoco les importa la vida de esos soldados a los que aplauden cuando disparan a matar a manifestantes, pero de quienes se olvidan cuando hay tragedias por órdenes de sus responsables directos. Más amor por la vida y solidaridad con su pueblo es el que hemos visto por parte de esos comuneros que actuaron veloces para auxiliar a quienes, pese a todo, siguen considerando compatriotas. Hay muchas lecciones que tomar de nuestros hermanos y hermanas del sur en estos meses. Patriotismo es una palabra que le calza más a los aimaras que a las Fuerzas Armadas o la Policía. El ejercicio de hacer patria hoy, en el Perú, está en el sur.

Hace tres meses el Perú movilizado nos lleva dando una lección de democracia a todos y todas. En Puno, nos han dado también una lección de humanidad. Y con ello se ratifica que en el Perú lo que está en disputa son dos modelos de país. 

Uno que es el que ya conocemos. Uno donde sólo mandan las élites y la mayoría es excluida de ese Perú. Donde la arquitectura del poder se reserva el derecho de admisión solo para aquellos a los que les reconoce el derecho de hacer política. Donde tu lugar de nacimiento, tu lengua y tu color de piel definen si puedes participar en la toma de decisiones de tu país, dar tu opinión política o protestar, o si estás condenado a ser solo puesto en el escaparate del exotismo y el folklore donde tu voz incomoda y, por eso, nunca suena. 

El otro modelo en disputa es el que hoy se abre paso desde el Perú movilizado. Un modelo de país donde no solo se exige el derecho a votar y que ese voto se respete (algo que en 2021 se quebró), sino donde se exige la democratización de toda la arquitectura del poder. Un modelo de país donde no sólo no se excluya a las mayorías, sino que incluya incluso a aquellos que se sienten dueños del país sin serlo. Un modelo de país que incluye versus uno que excluye. Un modelo de país democrático versus una república ilustrada. Un Perú entre iguales versus un Perú de élites. Esa es la disputa que está abierta. 

Ver y oír a los padres y madres de soldados rescatados abrazando a sus hijos y denunciando a Boluarte como responsable es algo más que una declaración. Está ahí evidenciada la potencia de la solidaridad de clase que hoy opera en el Perú mucho más que cualquier otro clivaje político. Todo esto es lo que ni la dictadura ni su brazo mediático propagandístico quieren que sepamos. No quieren que nos enteremos de la solidaridad del pueblo con su propio pueblo. No quieren que veamos que los familiares de las víctimas saben muy bien que sus hijos son enviados a enfrentarse con sus propios hermanos y hermanas. No quieren, sobre todo, que sintamos la esperanza que supone pertenecer a un Perú con gente tan democrática y tan digna que una vez más nos ha enseñado lo que realmente significa LA DEFENSA DE LA VIDA. 

No quieren que sepamos que en ese sur que terruquean hay una ola de patriotismo de la que podemos sentirnos orgullosas y orgullosos. Y que ese Perú democrático que ya es en las calles está cada vez más cerca de llegar a todos los rincones. La dictadura los manda a matar y a morir, pero el pueblo salva. Recuérdalo la próxima vez que alguien te diga equidistante que son iguales los que matan que los que ponen el cuerpo. Recuérdalo la próxima vez que alguien te diga que corresponde a un iluminado de centro liderar las protestas. La democracia ya es y ya está ahí. Sus liderazgos ya están siendo. Su acción política también. Esta gesta ya es histórica.