Perú sigue rezagado en reducción de pobreza y vulnerabilidad, según nuevo informe del Banco Mundial
Resumen de Informe
América Latina y el Caribe (ALC) cerraron 2024 con un hito histórico: la tasa de pobreza más baja del siglo, 25,5%. Sin embargo, el Banco Mundial advierte que este avance convive con brechas estructurales persistentes —desigualdad, informalidad y baja productividad— que ponen en riesgo la continuidad de la recuperación social. El caso peruano es particularmente preocupante: mientras la región avanza, Perú no ha logrado retornar a sus niveles prepandemia y exhibe una vulnerabilidad elevada, sobre todo entre la población que logró ascender temporalmente a la clase media.

El informe del organismo, “Tendencias recientes de pobreza y desigualdad en América Latina y el Caribe 2025”, subraya que la región avanza, pero más lentamente que otros países de ingreso medio-alto. Si bien proyecta que la pobreza caería ligeramente a 25,2% en 2025, alerta que el impulso pospandemia está empezando a agotarse.
Perú: recuperación más lenta y fragilidad estructural
A diferencia de economías vecinas, Perú no ha recuperado sus indicadores previos a la crisis sanitaria. La pobreza monetaria cerró 2024 cerca del 27%, muy por encima del 20% registrado en 2019. Para el economista Fernando Cuadros, esto evidencia que “todavía no hemos recuperado los niveles de pobreza previos a la pandemia” y que gran parte de los hogares que salieron de la pobreza en los últimos años lo hicieron de manera coyuntural, sin mejoras estructurales.
Este retroceso está directamente vinculado al deterioro de la capacidad adquisitiva, el alza del subempleo y el aumento de la informalidad. Perú es uno de los países con mayor proporción de población vulnerable (cerca del 40%), superado solo por El Salvador. En contraste, Uruguay y Chile lideran la región con más del 67% de su población en la clase media.
Una región que avanza, pero con debilidades profundas
A escala regional, la clase media alcanzó un récord de 42,8% en 2024. No obstante, la vulnerabilidad se estancó en 32%, sin avanzar desde hace una década. Este grupo, que se encuentra apenas por encima de la línea de pobreza, sigue siendo altamente susceptible a choques económicos y laborales.
La pobreza presenta además un claro sesgo generacional. Uno de cada tres pobres es menor de 18 años, proporción que se mantiene inalterada en los últimos diez años. En contraste, los adultos mayores solo representan el 5,6% de la población pobre, gracias a pensiones y activos acumulados.
La educación también muestra avances limitados. Aunque ha aumentado el número de personas con secundaria completa —sobre todo en hogares pobres—, los retornos laborales de la educación han caído. Esto revela mercados laborales poco dinámicos y sectores productivos que no pueden absorber mano de obra calificada.
Informalidad: el mayor obstáculo de la región
La informalidad sigue siendo el nudo crítico del estancamiento latinoamericano. Ocho de cada diez trabajadores pobres se desempeñan en empleos informales, mientras que en la clase media la cifra cae a uno de cada tres. Este patrón perpetúa bajos ingresos y escasa protección social.
En Perú, la informalidad es especialmente estructural. Solo la mitad de los trabajadores tiene empleo asalariado —muy por debajo del 90% que se observa en economías desarrolladas— y entre los trabajadores pobres predomina el autoempleo precario. Cuadros explica que la informalidad persiste porque la economía no genera suficientes empleos asalariados formales, y porque la productividad ha permanecido estancada desde 2016, cayendo además con la pandemia.
Movilidad laboral: el factor decisivo
El informe muestra que la principal vía de salida de la pobreza es laboral. Si un jefe de hogar consigue empleo, la probabilidad de superar la pobreza aumenta en 26,5 puntos porcentuales; si además mejora de ocupación, el aumento llega a 8,9 puntos adicionales. Por el contrario, perder el empleo eleva en 15,7 puntos la probabilidad de caer en pobreza.
El problema, advierte Cuadros, es que la mayor parte de los cambios laborales ocurren entre ocupaciones informales o de baja calificación, lo que limita las mejoras sostenibles. De manera paralela, la inseguridad ciudadana y la reducción de la inversión privada restringen la creación de empleo formal, especialmente en Perú, donde persiste incertidumbre regulatoria en sectores como la tercerización.
El profesor César Puntriano recuerda que el ciclo de reducción de pobreza en las décadas de 2000 y 2010 estuvo impulsado principalmente por el crecimiento económico cercano al 6% anual. Sin dinamismo productivo ni inversión, señala, no es posible aumentar empleo ni reducir desigualdad.
Reformas laborales y productivas pendientes
Cuadros sostiene que la regulación laboral peruana no es particularmente rígida ni costosa, y que la evidencia muestra que los regímenes promocionales de menores derechos laborales no generaron formalización masiva. De hecho, los mayores avances se dieron cuando el crecimiento económico estaba impulsado por mayores inversiones.
Para promover la formalidad laboral, el economista propone reformas orientadas a fortalecer las instituciones del trabajo, evitar la precarización y, sobre todo, elevar la productividad. Entre ellas: limitar el uso discrecional de contratos temporales, fortalecer la negociación colectiva, reforzar la inspección laboral y evitar la desnaturalización de regímenes contractuales especiales.
La región más desigual del planeta
Pese a los avances recientes, América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo. El coeficiente de Gini cerró 2024 en 49,1 puntos, aún dentro de la categoría de “alta desigualdad”. El 20% más rico concentra 54% del ingreso total, mientras el 20% más pobre apenas recibe el 4%.
Brasil y Colombia muestran las mayores brechas, mientras Uruguay, El Salvador y República Dominicana tienen estructuras relativamente menos concentradas. Aunque los ingresos laborales crecieron más entre hogares de bajos ingresos, la mejora sigue siendo insuficiente para reducir de manera significativa la desigualdad acumulada.
Riesgos para el futuro y necesidad de reformas estructurales
El Banco Mundial advierte que entre 2025 y 2027 la reducción de la pobreza será mucho más lenta —alrededor de 0,3 puntos por año— debido a un entorno económico menos favorable. Entre las principales amenazas se incluyen la persistencia de la inflación en servicios, el lento descenso de las tasas de interés, el aumento de déficits fiscales, la caída de la inversión extranjera directa y la debilidad generalizada de la productividad laboral.
Ante este escenario, el organismo recomienda reformas más profundas: potenciar sectores de alto potencial como agroindustria, turismo y energías renovables; mejorar la calidad educativa y alinearla a las necesidades productivas; fortalecer la capacitación laboral; promover la formalización y eliminar barreras para la movilidad; y modernizar sistemas tributarios e infraestructura.
Sin estos cambios —advierte el informe— la región corre el riesgo de repetir su patrón histórico: avances temporales sin transformaciones estructurales que aseguren progreso sostenido.
