Las vacas flacas y el primer año del gobierno de PPK
Oscar Dancourt
El gobierno de PPK heredó una economía urbana paralizada desde 2014, que no creaba empleos formales, que registraba una inflación baja pero superior a la meta del BCRP (1%-3% anual), que tenía un déficit fiscal mayor al promedio de la última década (2.5%-3% del PBI), y que contaba con la mitad de las reservas de divisas (posición de cambio de 25 mil millones de US dólares) que tenía en 2013.
Las causas de este estancamiento de la economía urbana fueron, de un lado, un choque externo adverso (caída de precios mundiales de los metales y una menor entrada de capitales al país) y, de otro lado, una respuesta errada de política monetaria (no se bajó agresivamente la tasa de interés, como en 2008-09) y política fiscal (se recortó la inversión publica, en vez de aumentarla como en 2008-09) durante el gobierno de Humala. Los motores externos, altos precios de materias primas y entrada de capitales, que impulsaron la actividad económica, el empleo formal y la inversión privada durante una década y pico de vacas gordas, se apagaron desde 2013-14. El contexto externo actual no ha cambiado sustancialmente: los precios de los metales han subido algo desde la elección de Trump pero las políticas monetarias en los países centrales empiezan a ajustarse gradualmente.
Después del primer año de gobierno de PPK, la situación de la economía urbana ha empeorado. El PBI no primario ha crecido en los últimos cuatro trimestres muy por debajo de lo registrado en cualquier periodo similar desde 2004, con la sola excepción de la recesión de 2008-09, como se muestra en el Grafico. Esto ha ocurrido, en primer lugar, porque el gobierno de PPK mantuvo la política monetaria restrictiva de Humala y, además, aplicó un duro e innecesario ajuste fiscal (la inversión pública cayó 7.5% en el segundo semestre de 2016 y 12.2% en el primer semestre de 2017, respecto al mismo periodo del año anterior) para reducir el déficit presupuestal (error que ha reconocido el premier y nuevo ministro de economía). En segundo, lugar, porque el gobierno de PPK puso todos los huevos de la reactivación económica en la canasta del destrabe de la inversión privada, especialmente de aquella vinculada al sistema de concesiones gubernamentales (APPs) en infraestructura. Tanta fue la confianza en que este iba a ser el motor privilegiado de la reactivación económica que el gobierno de PPK, con el objetivo de impedir la expansión de la inversión publica en favor de las APPs, mantuvo un injustificable tope de 30% del PBI a la deuda publica impuesto por el gobierno de Humala e impuso un límite, completamente irracional, de 4% del PBI al fondo de estabilización fiscal.
El estallido del escándalo de coimas de Odebrecht liquidó la táctica del destrabe (aunque esta sigue viva en el discurso de PPK) al congelar y desarticular las grandes inversiones privadas en infraestructura (gasoducto, etc) que se desarrollaban bajo el sistema de concesiones. A esto se sumó un inesperado Fenómeno del Niño costero, que afectó especialmente la zona norte del país, donde se concentra casi un 20% del PBI nacional.
Estos 3 fuertes impulsos recesivos, operando en una economía urbana que llevaba ya 3 años paralizada, desencadenaron una cuarta fuerza recesiva muy poderosa: el sistema bancario reaccionó cortando el crédito ante el aumento de la morosidad, el deterioro de las expectativas de crecimiento económico futuro, y la inacción del banco central.
En el mejor de los casos, estas fuerzas han puesto a la economía urbana al borde de una recesión en toda regla. En el peor de los casos, esta recesión de la economía urbana ya se habría iniciado y podría durar hasta que el gasto fiscal en la reconstrucción de la zona norte del país alcance eventualmente la envergadura suficiente para iniciar una reactivación económica (¿segundo semestre del 2018?). El próximo año sabremos con certeza lo que realmente ocurrió en 2017.
¿Qué ha hecho el gobierno de PPK para luchar contra la recesión de la economía urbana? Muy poco.
Es cierto que el gobierno ha anunciado un plan de impulso fiscal y de reconstrucción de las zonas afectadas por el desastre climático, vía la inversión pública. Y se dice que este podría ser el motor de la reactivación económica urbana. Pero la meta de déficit fiscal para 2017 solo se ha incrementado de 2.5% del PBI hasta 3% del PBI. Mientras que el BCRP estima que los ingresos fiscales (ingresos corrientes del gobierno general) alcanzarían un 18.3% del PBI en 2017. Es decir, el gobierno podría gastar por todo concepto hasta un 21.3% (18.3+3) del PBI en 2017. Dados los otros gastos fiscales (gastos corrientes, intereses de deuda y pagos a APPs), rígidos a la baja, que bordean el 17% del PBI, esto implica que la inversión pública (formación bruta de capital) será, a lo sumo, 4.3% (21.3-17) del PBI en 2017, como proyecta el BCRP.
Este monto de inversión pública para 2017 es similar al de 2016 e inferior al de 2015, años caracterizados por una contracción de la inversión pública. Si los ingresos fiscales de 2017 cayeran por la recesión medio punto del PBI por debajo de lo proyectado, hasta 17.8% del PBI, tendríamos en 2017 la inversión pública más baja en una década, dada la meta actual (3% del PBI) para el déficit fiscal. Esto implica que, a pesar de los anuncios gubernamentales en contrario, no habrá una política fiscal expansiva en 2017. Salvo que los precios de las materias primas se disparen y eleven notablemente los ingresos fiscales.
Un impulso fiscal significativo para reactivar la economía requiere aumentar la meta de déficit fiscal desde 3% del PBI hasta 4.5% del PBI para el 2017, lo que elevaría el techo para la inversión pública desde 4.3% del PBI hasta un 5.8% del PBI en 2017, dados los ingresos fiscales proyectados (18.3% del PBI) y los gastos fiscales rígidos a la baja (17% del PBI). Esto se puede hacer porque hay recursos financieros (fondo de estabilización fiscal y capacidad de endeudamiento) y económicos (capacidad productiva y mano de obra) sin utilizar.
Respecto al banco central, es claro que el estancamiento de la economía urbana o la amenaza de una recesión abierta, no han mellado su política monetaria restrictiva. Esta política monetaria está orientada, de un lado, a cumplir su meta de inflación, que es la más baja de América Latina y que es la que genera las dificultades, y, de otro lado, a evitar que el tipo de cambio suba para proteger a las grandes empresas endeudadas en dólares y a sus acreedores, incluidos los grandes bancos. Por eso, el banco central subió su tasa de interés entre mediados de 2015 y principios de 2016 y, luego, mantuvo constante esta tasa de interés en 4.25% anual desde febrero de 2016 hasta marzo de 2017, justo mientras la economía urbana se enfriaba drásticamente. Las dos rebajas recientes que han situado la tasa de interés de política del BCRP en 3.75% son tardías e insuficientes. Si luchar contra las recesiones fuese un objetivo del actual directorio del BCRP, como lo es para cualquier banco central que siga el sistema de metas de inflación, su tasa de interés de política tendría que estar hoy en un nivel entre 1% anual y 1.5% anual.
Esta orientación de la política monetaria sesgada a evitar que el tipo de cambio suba explica también porque el BCRP vendió la mitad de su posición de cambio entre 2013 y 2016, porque no compro suficientes dólares en el primer semestre de 2017, cuando las condiciones externas lo permitían, y porque prefiere ahora elevar el limite a la inversión en el exterior de las AFPs, como ha hecho sistemáticamente desde 2007, en vez de comprar dólares y fortalecer la posición de cambio del BCRP, que es una de las 2 columnas que sostienen la estabilidad macroeconómica del país, junto al fondo de estabilización fiscal del MEF.
En su discurso del 28 de julio, PPK se preguntó cómo reactivar la economía (un “reto urgentísimo”). Su receta incluye, primero, un aumento de la inversión pública (reconstrucción del norte del país, Panamericanos, programas de vivienda, etc), pero sin el incremento correspondiente de la meta de déficit fiscal, cosa que hace esto inviable para 2017; quizás veamos este aumento de la inversión pública el próximo año si la meta de déficit fiscal se incrementa lo suficiente para 2018. Segundo, PPK no dijo una palabra sobre la política monetaria. Su receta para reactivar la economía no incluye ese ingrediente básico, crédito bancario abundante y barato, que solo podría ser generado en las circunstancias actuales por una rebaja muy agresiva de la tasa de interés del BCRP, similar a la de 2008-09. El tercer ingrediente de la receta consiste en creer, de forma bastante optimista, que la modesta recuperación reciente de los precios de los metales va a gatillar una ola de grandes inversiones, mineras y no mineras, que impulsara otra vez la economía urbana, como en la década y media pasada. Para recuperar la confianza del sector privado, lo que elevaría la inversión privada, no se requiere reactivar primero la economía con las políticas monetaria y fiscal.
En suma, la cosa no pinta bien.
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