Flotando sobre la pus

Por: 

Rudecindo Vega Carreazo

“El Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus” escribía en 1888 Gonzales Prada y 144 años después nuestro país es un enfermo crónico que flota, manteniendo  un tambaleante equilibrio, sobre un gigantesco charco de pus; ésta ha fluido tan abundante y permanente que cubre todo, la corrupción que la provoca es nacional y generalizada; histórica, estructural y  sistémica; está en todo lado, departamentos, provincias y distritos del país; en todos los niveles de gobierno, nacional, regionales y municipales; en el sector público y privado; en todos los partidos políticos de derecha, izquierda o centro, incluso en las instituciones religiosas. Es un charco que por angas o mangas, por acción u omisión nos pertenece y por ello mismo es nuestra responsabilidad curarlo y salvarlo.

La corrupción tan crónica parece naturalizada en el Perú, como si su realización fuera normal y parte de la función; hasta raro y aislado termina siendo el que no la práctica; dentro del estado se han creado redes de corrupción a toda escala que coordinan con redes de toda escala también en el mundo privado, entre ellas compiten, conciertan, disputan y pelean por repartirse una torta pública cada vez fue más grande conforme el crecimiento económico de los últimos años. Hay mafias locales, regionales, nacionales y transnacionales que parecen imanes de atracción para desvirtuar y desnaturalizar toda practica que tenga que ver con el bien común. El roba, pero hace obra es perdonado y premiado, se ha normalizado y peor aún se ha moralizado.

La ideología, el signo distintivo de la política como el arte de gobernar para el bien común ya no existe, ni siquiera se encuentra en los nombres y membretes de las agrupaciones políticas, han desaparecido paulatinamente, no existe, oficialmente ningún partido liberal, conservador, socialdemócrata, social cristiano, demócrata cristiano, socialista o comunista; ya no une una utopía, cosmovisión similar o común, ya no convoca el interés nacional; hoy las organizaciones políticas (ni partidos quieren llamarse) articulan e integran intereses particulares disfrazados de bien común y esos intereses particulares son claros y públicos hasta muy oscuros, van desde lo legal hasta lo delincuencial. No sorprende que en el Perú las organizaciones políticas nacionales, regionales y locales sean catalogadas en el ámbito judicial de organizaciones criminales, un eufemismo, para evitar llamarlas bandas delincuenciales creadas para gobernar o llegar al aparato público para delinquir y robar. La última segunda vuelta presidencial se disputo entre dos partidos acusados de ser organizaciones criminales, una ganó a otra, hoy padecemos las mismas consecuencias en el gobierno y la oposición. 

La corrupción de las últimas décadas es espeluznante, la pus ha salpicado por todo lado, todos los gobiernos (salvo los de transición) han sido marcados por este flagelo: hay un presidente preso que ha reconocido sus propios actos de corrupción, otro se suicidó cuando las pruebas se hicieron evidentes y le cercaron, otro prófugo y con mandato de extradición, otros con procesos judiciales y arresto domiciliario, otro inhabilitado para el ejercicio de cargo público y el actual con seis investigaciones fiscales por delitos de corrupción contra él, su entorno familiar y gubernamental.

El congreso tiene lo suyo, siempre percutor o furgón de cola para avalar prácticas corruptas, las últimas décadas de degradación de la política y conversión de la misma en instrumento de acceso al poder para delinquir, ha normalizado el transfuguismo como práctica gubernamental para alquilar o comprar congresistas de otros partidos y hacerse de ilegales mayorías, hasta hay bancadas conformadas por ellos dentro del congreso. Viva expresión son los congresistas mal llamados “niños” (que perdonen la ofensa nuestros niños) que más que jardines de infancia en diferentes partidos son cardúmenes de pirañitas o bandadas de pájaros fruteros. Ellos controlan los partidos y comisiones del congreso, hoy, con todo desparpajo y sin vergüenza, un denunciado por organización criminal y lavado es nombrado presidente de la Comisión del Presupuesto. Lo que era increíble, hoy normalizado por la política como el arte de delinquir es creíble.

El sistema nacional de justicia, tampoco se ha librado de estos manantiales de pus, basta recordar la extendida red delincuencial de los “cuellos blancos” afincada en el Poder Judicial, Ministerio Publico y el anterior Consejo Nacional de la Magistratura que aún se encuentra en proceso; tampoco podemos ocultar las malas prácticas de liberar delincuentes comprobados deshonrando el trabajo policial de capturarlos; su copamiento por mafias regionales y locales que los controlan y; la venta de sus servicios en beneficio de narcotraficantes. Vuelvo anotar, es increíble el silencio de la actual Junta Nacional de Justicia respecto de las denuncias públicas sobre la actual Fiscal de la Nación por haber destituido a fiscales que investigaban a su hermana (vocal suprema) de beneficiar narcotraficantes y al equipo que investigaba a los “cuellos blancos”. No es normal, no podemos normalizarlo, menos moralizarlo.

A nivel departamental, provincial y distrital hay una proliferación de mafias regionales y locales que han copado y tomado por asalto muchos Gobiernos Regionales y municipales y desde su poder oculto y oscuro controlan a las autoridades judiciales y fiscales, a las militares y policiales y, en épocas de elecciones a los organismos electorales. Controlan todo bajo su poder e interés, el caso emblemático es Ancash para desgracia de los ancashinos, su enorme riqueza mal utilizada, despilfarrada, poco o nada sirve para su gente y mucho para la delincuencia y corrupción. Pero hay más departamentos donde las instituciones de control administrativo, la contraloría, la fiscalía y el poder judicial están repletas de miles de expedientes de corrupción de los cuales fluyen manantiales de pus. La descentralización tan controlada para la función pública ha sido tan descontrolada para la corrupción. Ya debe revisarse y reformarse con todo lo sucedido.

Más que judicialización de la política o politización de la justicia, hoy, en el Perú existe la criminalización de la política y la justicia o la política y justicia criminalizada, ellas también flotan sobre la pus. Creo en la curación y salvación del Perú, podemos drenar ese gigantesco charco putrefacto y curar esa infección generalizada de nuestra patria. Vuelvo a Gonzales Prada “En esta obra de reconstitución (…) los troncos añosos i carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo i sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas i frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”.