Ecuador confirma con sangre que la represión lleva al fracaso

Por: 

Aída García Naranjo Morales

La situación de Ecuador, en proceso de desenlace al escribirse estas líneas, confirma una vez más el agotamiento de una forma de hacer política consistente en ganar el Gobierno con técnicas manipuladoras y otras malas artes y una buena dosis de macartismo, hacer después todo lo contrario a lo ofrecido y responder con la represión y las muertes a las inevitables protestas. También confirma el agotamiento del modelo económico político y económico neoliberal y su incapacidad de resolver los graves problemas estructurales de la pobreza, la desigualdad y la marginación y sus secuelas.

Al escribirse estas líneas, las balas han segado al menos seis vidas y hay numerosos herido y son incontables las detenciones y las denuncias de abusos múltiples, siendo la respuesta popular el intento de tomar el Congreso, cercados por lo campesinos y estudiantes indignados y radicalizados por la represión.

Lasso tuvo que abandonar su negativa a levantar el Estado de Emergencia con el que trató como enemigos en guerra a los manifestantes y que estos le exigían, pero ya era muy tarde y la represión y la condena social apunta ahora a sacarlo del Palacio de Carondelet, sede de la Presidencia.

Entre la gente reina la consigna “¡Fuera Lazo!” y el 24 de junio la bancada de Unión por la Esperanza, de 47 miembros, encabezada por Arauz y bajo el lema “Pongo mi cargo a disposición”, presentaron un proyecto para poner en marcha el procedimiento de destitución presidencial.

A la iniciativa se sumó la bancada del Movimiento indigenista Pachakutik, con lo que se superó el número de votos necesario para que se vote en 72 horas la suerte de Lasso, quien confía en contar con los votos requeridos para mantenerse como gobernante. El Comunicado de la Bancada de la Revolución Ciudadana informó que después que la Asamblea Nacional rechazara el pedido de destitución del presidente Guillermo Lasso con 80 votos a favor, 48 en contra y 9 abstenciones. Y mientras el diálogo sigue detenido por parte del gobierno; la noche de ayer, la fuerza pública volvió a atacar brutalmente comunidades, zonas de paz y universidades, dejando niños heridos. Hoy se cumplen 17 días de paro nacional, con un saldo de 5 muertes, 313 heridos y 147 detenidos.

En un mensaje grabado y enviado desde su exilio, el expresidente Rafael Correa advirtió que “no se puede gobernar a sangre y fuego” y exhortó a Lasso a que convoque nuevas elecciones y en el Parlamento se habla de “muerte cruzada”, es decir de la elección de un nuevo presidente y una nueva Asamblea Nacional

En el caso de Ecuador, nuestro vecino y para muchos el que más se parece al Perú en su composición social, política y hasta geográfica, se ha confirmado el viejo dicho de que las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas.

Es decir, que al estallido del descontento no se puede responder con balas, sino con diálogo, atención de las demandas populares y corrección o cambio de políticas diseñadas y aplicadas a favor de los más pudientes y poderosos.

Los antecedentes

Aparentemente la soberbia de Guillermo Lasso, le impidió tomar en cuenta que comenzó su campaña electoral con enormes resistencias y cambió la estrategia proselitista de su movimiento político, CREO, planteando la polarización entre el candidato neoliberal y las ideas sembradas por el expresidente Rafael Correa.

Lo ayudó el hecho de que Correa ha sido satanizado desde la traición de Lenin Moreno, el sucesor que se pasó al bando enemigo, por la versión ecuatoriana de la prensa al servicio del poder económico y hostil al cambio (cualquier parecido con nuestra realidad no es mera coincidencia).

El rival de Lasso, Andrés Arauz, que tiene el aval de haber sido ministro de Economía de Correa durante el boom del gobierno de la revolución Ciudadana del cual no tuvo suficiente experiencia ni destreza para pasar del eje económico, en el que era más solvente que Lasso, al netamente político.

Arauz cayó en el juego de su contendor, al ponerse a la defensiva en temas espinosos como los problemas que Correa tuvo con la prensa, las acusaciones de abuso de poder y los resultados de la judicialización de la política que mantiene por causas inconsistentes preso al ex vicepresidente de Correa, Jorge Blas, exiliado a quien fuera su canciller, Ricardo Patiño, y condenado en ausencia y exiliado al propio Correa, entre otros.

Atrapado en esa controversia, en la segunda vuelta Arauz, no pudo cambiar el mensaje de su campaña ni atraer un mayor voto indígena y femenino, y fue derrotado por el banquero cercano al Opus Dei. Y Lasso había llegado al balotaje con una ligera diferencia a su favor de poco más califico al balotaje solo con un poco más de 30,000 votos más que una facción indígena encabezada por Yaku Pérez, detalle que hace notar la importancia del electorado originario.

De la primavera al invierno

Como ocurre casi siempre con un gobernante nuevo, Lasso tuvo su primavera y una de sus primeras medidas, derogar el reglamento de la Ley de Comunicaciones, como reclamaban los dueños de los medios de comunicación, con lo que se ganó el apoyo del poder mediático.

También tuvo impacto social la eliminación de 1,7 millones de deudores de la central de riesgos, pero en cuestiones de mayor fondo, profundizó la desigualdad y el continuismo neoliberal que había retomado su antecesor, Moreno, con efectos negativos para los sectores populares y medios.

El resultado que acumuló el descontento y gatilló el movimiento que exige reformas económicas y sociales frente a la inflación y el desempleo, en un país de cinco millones de habitantes cuya mayoría sufre de esos males.

El resultado del empecinamiento neoliberal de Lasso ha sido una caída de la aprobación del mandatario aprobación hasta 17 %, lo cual tiende a agravarse por la decisión desafortunada y de entraña represiva de responder con las armas al clamor ciudadano como que lleva, al redactarse este artículo, dos semanas en las calles, ante lo cual solo atina a restablecer el Estado de Excepción si no cesan las protestas. 

Hay quienes creen que el régimen ha entrado en estado de precariedad política y deberá hacer concesiones al movimiento popular y ceder a sus exigencias, si quiere sobrevivir haciendo lo que hace un verdadero gobierno democrático: obedecer a su pueblo y ganar así la autoridad para administrar el país.

La ola progresista

Se suele decir que en política es mejor ser historiadora que adivina, pero pareciera que Lasso no es consciente de la creciente ola progresista en el continente y que el triunfo de Petro y Francia será estimulo en la región q espera que este nuevo ciclo sea coronado con el triunfo de Lula da Silva en Brasil cuya amplia ventaja frente a Bolsonaro acreditan todas las encuestas.

Es ese viento de cambios el que alienta la voluntad de lucha ecuatoriana, con “un arriba nervioso y un abajo que se mueve”.

Ya ocurrió en Bolivia, con la victoria del MAS que puso fin a más de 20 años de secante neoliberalismo y que sigue en el Gobierno sin que las sombras del pasado puedan impedirlo pese a un golpe de Estado derrotado por la voluntad popular movilizada.

También en Chile, donde una gran rebelión popular hizo trizas a los partidos tradicionales que se turnaban en el poder y creían invencible al modelo y el país construye ahora una nueva constitución, en un proceso no exento de dificultades y peligros.

Más cercano está el ejemplo de Colombia, con la rutilante victoria de Gustavo Petro, el exguerrillero y político impecable que se impuso a la añeja casta política, aupado por una ejemplar campaña masiva que resistió ataques, campañas mediáticas terruqueras, amenazas de bandas paramilitares y otras infamias de los poderes de facto.

Solo queda estar alerta al desenlace de la situación ecuatoriana y esperar soluciones producto del diálogo y que Lasso entienda que la violencia solo trae más violencia y, sobre todo, no ha podido detener las protestas que llevan más de dos semanas.

* Ex ministra de la mujer y Desarrollo Social, ex embajadora del Perú y ex representante permanente ante ALADI Y MERCOSUR. - Dirigente del Partido Socialista del Perú.