Bloque constituyente

Por: 

Nicolás Lynch

La crisis en la que estamos no parece tener fin. La extrema derecha que le dio el contragolpe a Castillo no puede ella misma gobernar. A pesar de controlarlo casi todo y de no poder echarle la culpa a nadie, no puede manejar la economía, de la que tanto se jactaba, ni menos todavía la política. Se pelean entre ellos y culpan al fantoche de presidenta que inventaron por los problemas: “Dina es de izquierda y como buena caviar le gustan las joyas, he ahí el origen de los problemas”. ¿Se imaginan?

Joyas más o menos que han despertado los apetitos en los predios reaccionarios. Ahora, ad-portas del juicio a Keiko, todos se sienten presidenciables. Es curioso, no ha habido necesidad de una nueva revuelta popular para que estos, señoras y señores, se pongan solitos contra las cuerdas.

El quid de la cuestión para esta gente es la medición del daño, porque daño les causará de todas maneras. ¿Cuándo sacamos a Dina? Si la sacan ahora, mediados de 2024, hay que convocar elecciones pronto, aparece la incertidumbre y se precipitan los procesos. Si sale con el calendario electoral, parecería más “normal” pero seguramente más achicharrada que hoy. Es un tema de chicharrón. ¿Quieren carne quemada o carbón? No lo saben todavía.

Mientras tanto, continúan las fuerzas opositoras entre el desarraigo y la maltrecha legalidad. Sí, la oposición al autoritarismo ha estado principalmente en el espacio judicial. Ha sido la reacción frente a los abusos del Congreso y el Poder Ejecutivo, especialmente en el ámbito del Ministerio Público. Una lucha importante y que nos debe llevar a una reflexión sobre el papel crucial del estado de derecho en la democracia. Sin embargo, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Es el sistema judicial y las instituciones del estado el campo más importante de oposición al autoritarismo? Creo que no. Ya lo he señalado antes, las peleas institucionales, por más importantes que sean, no definirán la lucha contra el autoritarismo. La pelea por la defensa del estado de derecho suma, pero no define.

Hace siete u ocho años, cuando aparecían los primeros síntomas de esta crisis, cada cambio de gabinete despertaba una esperanza, luego, cuando la cosa se agravó, cada cambio presidencial cumplía el mismo papel, finalmente, hasta nuevos congresos tuvimos y la cosa siguió igual o peor. Hasta el más despistado se ha dado cuenta de que no era un problema de las personas que gobiernan, o crisis de gobierno, sino que iba más allá. Cuando la esperanza en los cambios de personas se debilita, aparecieron los cambios institucionales, de las instituciones que conforman el régimen político; hasta un referéndum se hizo sobre el tema, pero entre idas y vueltas tampoco cambió nada. La crisis de régimen, igual que la de gobierno, no es una explicación suficiente. La profundidad de la crisis por la que atravesamos reclama soluciones de un calado mayor.

El problema entonces es más profundo, tiene que ver con la estructura que aloja al gobierno y al régimen, es decir, con el estado, con la alianza de intereses que mantiene la dominación neoliberal establecida hace treinta o más años atrás y que ya no puede manejar el país.

Frente a esta triple crisis: de gobierno, régimen y estado, sólo cabe enfrentarla con un planteamiento de fondo que abarque el conjunto del problema y no se quede en lo que, a la postre, es accesorio. De allí, la necesidad imperiosa de una propuesta constituyente como la única salida seria y subrayo seria a la crisis.

Contra los que creen que este es un salto al vacío y nada más, les digo que se trata de un camino que supone elecciones libres y justas al más breve plazo, para librarnos del gobierno usurpador y retomar el proceso constituyente interrumpido por el miedo causado por la represión y los 49 muertos de la revuelta de hace año y medio. Si nos quedamos en los cambios de personas o en la ingeniería institucional, volvemos, inevitablemente, a lo mismo y a los mismos, lo que a todas luces será peor de lo que tenemos hoy.

Por ello, la necesidad imperiosa de un bloque constituyente que agrupe a todos aquellos, colectivos, partidos y personas que estén por una Nueva Constitución, que ponga al país en una nueva orientación política. El papel de este bloque constituyente es forjar un liderazgo, lo más amplio posible, de todas las fuerzas democráticas que quieran terminar con la actual situación de postración y autoritarismo, para darle al Perú esperanza y futuro. Permite, además, convocar a los ciudadanos que deseen debatir y organizarse para lograr este cometido, trayendo la política nuevamente a sus espacios inmediatos, del barrio, el sindicato, la escuela, la localidad y la región, para que este proceso vuelva a poner el destino en sus manos y permita librarnos de los pillos que nos gobiernan.