2023: predecible desgracia nacional, incierto porvenir

Por: 

Rudecindo Vega Carreazo

El 2023 más que impredecible es incierto, nebuloso, borroso, tirando para oscuro; predecible es que la crisis política continuará y quizás agudizará este y varios años más, incierto es si algunas medidas y salidas que se decidan estabilizarán o agravarán la crisis; incierto es el adelanto de las elecciones al 2024 hasta que no se haya ratificado la reforma constitucional y si ella se realizará con nuevas o las mismas reglas electorales; incierto es la atenuación o consolidación de las protestas como incierto es la estabilidad gubernamental más allá de los pactos de la presidente con las bancadas de derecha y los militares; incierto, por ambas partes, es el respeto del pacto a espaldas al Perú entre la presidente y las bancadas de centro derecha como la diversificación de una amplia y mayor protesta nacional; incierto es la desmilitarización nacional cuando las FFAA y PNP son uno de los soportes del gobierno de Dina; incierto es incluso que las elecciones sean el 2024, si las protestas arrecian quizás se adelanten al 2023 y si el gobierno se empodera quiera quedarse  hasta el 2026; muy incierto y desalentador es el surgimiento de ideas y sangre nueva en un país aplastado por la vieja clase política que ha taponeado toda propuesta de recambio. Predecible nuestra desgracia nacional, incierto nuestro porvenir.

Nuestra crisis es larga y profunda, como larga y profunda será nuestra superación de ella; para muchos es de toda la vida y para otros es reciente y producto de haber elegido mal el 2021, para unos es estructural y otros precisan su rasgo coyuntural, muchos avizoran una crisis integral y otros insisten en lo político social. Hace años me resigne a admitir que es un poco de todo y resulta más comprensible verla como un proceso muy dinámico, es una crisis viva que aún lo estamos transitando, hemos perdido la luz de la entrada y no hay destellos de la salida. Tenemos periodos de pausa y tranquilidad, otras de furia y rabia, de algarabía y tristeza, sedación y aceleración, crispación e intolerancia y algo de articulación y dialogo; como toda crisis viva, es cambio permanente, la crisis engendra nuestro caos y oscuridad, pero también alumbra nuestro orden y salida.

En 17 meses 2 presidentes y 7 gabinetes; interpelaciones, renuncias y censuras ministeriales como cancha; 4 pedidos de vacancia y uno de suspensión presidencial; 2 frustrados pedidos de confianza de gabinete; 7 investigaciones fiscales al presidente y su entorno; un fallido autogolpe de estado, presidente vacado y en prisión preventiva; nuevo gobierno pactado con la ex oposición congresal de derecha, traicionando sus propuestas de izquierda; 26 muertos, centenas de heridos, propiedades públicas y privadas destruidas, estado de emergencia, toque de queda y militarización producto del desborde nacional; movilización y protesta manifiesta y latente en todo el país, reforma constitucional de adelanto de elecciones sin nuevas reglas pendiente. Muy difícil para que lo resuelva un gobierno cuestionado y débil en tiempo corto y caldeado. Parece que el 2023 no será ni prospero ni venturoso.

El Gobierno de Dina pactado con las bancadas congresales de derecha, el respaldo militar y el arrullo de la gran prensa es sólo un breve periodo de transición muy incierto en su estabilidad y duración. Justamente, viendo la crisis en un periodo mayor veremos que los últimos 6 años, desde el 2016, cuando Keiko no reconoció el triunfo de PPK y el 2021 tampoco reconoció el triunfo de Castillo, hemos tenido 6 presidentes, 2 gabinetes censurados, una disolución del congreso, tres congresos electos, 8 pedidos de vacancia presidencial, 3 gobiernos de transición y un país extremadamente partido. Pero si ampliamos nuestra mirada al 2024 (y las cosas utópicamente se mantienen como están), nuestro Perú en 8 años habrá tenido 7 presidentes y una espuria de horas (M. Araoz), 18 gabinetes (4 de solo días: Cateriano, Flórez Araos, Valer y Angulo), 4 congresos electos, 4 gobiernos de transición provenientes de 4 sucesiones constitucionales incluido el de Merino que duró 5 días, un fallido autogolpe de horas y cambios de orientación y autoridades en el gobierno nacional que no dan ninguna visión de horizonte y tranquilidad nacional. Repito es una crisis larga y profunda y será larga y profunda también la salida de esta. Insisto, no sólo es una crisis de representación y sistema político electoral; es, sobre todo, una crisis de legitimidad y de régimen político de las últimas décadas y quizás del último siglo.

Enero del 2023 será determinante, la suerte parece echada, por un lado, el gobierno de Dina respaldado por un oficialismo congresal de derecha, los militares y una repentina y entusiasta prensa oficialista; por el otro, una protesta nacional territorial desbocada incluso de la dirección de sus gremios y organizaciones de izquierda. Un gobierno débil, sustentado en una legitimidad congresal ínfima, el poder de las armas y el descredito de la gran prensa; enfrentando a una protesta social nacional, radicalizada y con propuestas irreales, que no se siente representada ni por el ejecutivo ni congreso que pide y exige que se vayan todos. Temo y ruego, que el enfrentamiento asegurado, no se tiña más de sangre y violación de los derechos humanos debido a la militarización nacional.  Temo y ruego que el seguro voto de confianza al gabinete Otárola por el nuevo oficialismo congresal no se convierta en combustible desparramado para la protesta social y la gobernabilidad nacional. No habrá soluciones y salidas inmediatas, eso es ilusión, si recuperamos sensatez democrática quizás acordemos solo medidas para encausar nuestra crisis que nos depare un proceso de sosiego y permita diseñar medidas y salidas de largo aliento.

Encausar la protesta nacional que se nos viene, recortar el mandato de presidente y congresistas, emitir nuevas reglas político-electorales, adelantar las elecciones y establecer un espacio permanente de dialogo nacional servirán para encausar, no solucionar, nuestra crisis nacional. Necesitamos institucionalizar el dialogo nacional entre el congreso y el ejecutivo, los partidos políticos y la sociedad civil, las autoridades nacionales, regionales y locales, las iglesias, gremios y colegios profesionales, para encausar las crisis venideras y no dejarla a merced de los gobernantes, lideres y partidos de turno. Nuestra triste historia nos informa que no tenemos estadistas ni organizaciones políticas, ellos han sido remplazados por inescrupulosos y partidos convertidos en vientres de alquiler, clubes electorales y bandas. Aun así, el futuro del Perú está en manos de todos y no de unos cuantos o los mismos de siempre. Sin importar tendencia política ojalá estemos dispuestos a salvar nuestro querido Perú. Este 2023 podría ser nuestro punto de partida.

Publicado en el Diario Uno