¿Qué significa la renuncia de PPK?
Nicolás Lynch
Producida la renuncia de PPK a la Presidencia de la República conviene insistir en que no se trata solo de una crisis de gobierno, si no por la persona y las razones esgrimidas, de una crisis de régimen e incluso de estado. Kuczynski no es cualquier personaje, como nos lo recuerda Manuel Dammert desde hace más de una década, sino el articulador más importante de esa relación perversa entre economía y política que se ha denominado “capitalismo de amigotes”, en la cual para hacer los grandes negocios en el Perú había que tener amigos en los puestos claves del Estado.
Esto ha sido especialmente cierto en el último cuarto de siglo cuando, primero en dictadura y luego en democracia, hemos visto a los amigotes en el poder. Primero, operando un modelo económico que ha servido para el mega enriquecimiento de unos cuantos, su entorno y sus socios extranjeros, pero sin crear trabajo ni reducir nuestros altísimos índices de desigualdad. Para ello, han destruido lo poco que teníamos de estado y han privatizado los bienes públicos y sociales que eventualmente podían garantizar algún derecho a las mayorías nacionales.
Pero la norma siempre ha sido poner el interés privado o personal por encima del interés público. No es casualidad que la primera versión del modelo, el fujimontesinismo, terminara en un escándalo de corrupción que ha sido tristemente recordado en estos días.
Para asegurar sus ganancias y el control indispensable los amigotes han organizado un régimen político de minorías, donde ellos han gobernado directamente con Fujimori y Montesinos y luego comprando candidatos y presidentes en la democracia precaria de los últimos 18 años. No es casualidad que todos los gobiernos en este tiempo largo —con pocas excepciones personales— hayan tenido ministros de la misma cofradía en la que el único lema es “poderoso caballero es don dinero”.
Kuczynski ha sido entonces ese hilo que atravesaba estado, régimen y gobierno, para servir a la desnacionalización, privatización y elitización del Perú. Su salida es importante pero no garantiza nada. Sale un personaje central de la escena pero quedan los demás y la puesta misma. Si no hay cambios centrales en la economía y la democracia los amigotes van a continuar explotando nuestras riquezas para su beneficio y eligiendo a quienes les sirvan como gobernantes.
La renuncia de PPK, por ello, puede ser una oportunidad, el inicio de una nueva era para el Perú.
Por ello he dicho que la presente crisis no tiene solución en las alturas ni con un cambio de personas. En eso se van a esforzar por convencernos en los próximos días desde el poder y los grandes medios y a ello todos los demócratas juntos debemos oponernos. La movilización tiene que venir desde abajo y con el objetivo manifiesto de abrir un proceso constituyente que nos lleve a una Nueva República Democrática, un orden alternativo al actual. Cualquier otra cosa será más de lo mismo para repetir los despropósitos a los que hemos estado acostumbrados y negarles un futuro a las siguientes generaciones.
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