Trump, una incógnita
Pablo Najarro Carnero
En días pasados, en EE.UU., se realizaron las elecciones que hicieron volver a la Casa Blanca a Donald Trump. En algún momento, se pensó que su llegada sería preocupante para América Latina, sobre todo para la izquierda latinoamericana. Pero, vamos viendo que quizá pueda ser un alivio quizá, un endurecimiento.
El gobierno del saliente Biden, con el aura de demócrata, definitivamente nos debió preocupar. En su periodo, EE.UU. ha impulsado el ataque de Israel a Palestina, es más, hay que recordarlo, también ha impulsado el soporte de la OTAN a Ucrania contra la intrusión, aparente, de Rusia. Es notorio también en EE.UU. que, el gobierno se ha distanciado de la clase baja norteamericana. La inflación monetaria, que está dejando, es fuerte.
Es claro que, la política norteamericana, a través de su departamento de estado, lo que sería el inútil “Acuerdo Nacional” peruano, tiene claro sus fines geopolíticos. Es claro que EE.UU. apunta a mantener una política mundial unilateral y alrededor de ellos.
Por otro lado, el primer gobierno de Trump fue radical contra los inmigrantes. Todos recordamos la construcción del muro que hace frontera con México. Su enfrentamiento a China, poniendo aranceles altos fue clarísimo. Su agenda anti comunista, por mencionar minucias importantes, lo hacían un mesías de gobiernos de ultraderecha, tanto en Europa como América latina.
En su campaña, este 2024, ha tenido a su favor, la débil gestión del gobierno de Biden. Débil también ha sido la personalidad del candidato que postulaba a la reelección, que en un momento determinado mostró una debilidad mental mnénica. Eso obligó a los “demócratas” a poner de urgencia en lista a la casa blanca, a la inmigrante Kemala Harris. Quizá, esa impensada lucha tardía de la vice presidenta, le restó poder ganar posiciones que la llevaran a ser la primera presidenta de EE.UU. Trump, para esta campaña, también ha moderado su lenguaje de campaña. Se le ha oído, menos radical contra las guerras en Ucrania o Palestina.
Puede ser, y algo tenemos que ver nosotros como país, que la construcción del mega puerto de Chancay por China, les haya puesto en una encrucijada geopolítica. Cualquier movimiento económico del gigante asiático hacia América, principalmente de sur y centro, debía pasar por puertos de EE.UU. con el consiguiente beneficio económico. Con Chancay, el movimiento económico será directo hacia América del sur. Es más, China apuesta a establecer un corredor – un tren de alta velocidad – hacia Brasil, por los intereses que allí tiene.
El otrora, “patio trasero” de EE.UU., con este puerto, se desengancha del antes hegemón mundial.
Es preocupante que, el mundo camina ya, hacia relaciones multipolares, sobre todo en economía, pero EE.UU. todavía quiere mantener su condición de “potencia” y tener control hegemónico del mundo.
El fortalecimiento del BRICS, también es un factor que debe preocupar a EE.UU. la presencia de Rusia y China, hoy ya como potencias económicas, incluso, más fuertes que el mismo EE.UU. debe obligar a recomponer su estructura económica.
Al parecer Trump, apuntará a fortalecer la economía interna de su país. Pero, su apoyo político proviene de grupos radicales, nacionalistas y anti migración, sobre todo, que esperan la misma mano dura de su primer mandato. La desazón de perder la elección anterior y haberla logrado, quizá obliguen a Trump a retomar la agenda de su primer gobierno.
Hasta el 20 de enero, fecha estimada en que tomará juramento, tendremos un panorama cuasi definido de lo que será su plan de gobierno. Veremos la concordancia de sus propuestas preelectorales con lo que anuncie ese día, o, quizá muestre la misma actitud dura o más, en relación a su primer gobierno.
Queda mucho en el tintero. Ojalá que lo que se va oyendo de Trump, como el detener “las guerras” y revirar hacia posicionar su país, vaya en la línea de aceptar que estamos en un mundo multipolar y que si EE.UU. por su mano, no se alinea, irá perdiendo posiciones en el orden económico mundial.