Pocos “Barcos” en los mares del mundo
Santiago Mariani
El hecho tuvo lugar hace algunos años, en 2022, pero cada vez que el algoritmo lo lanza de nuevo en el universo de mis redes sociales me emociono tanto como la primera vez conocí esta conmovedora historia. El tema ya se conoce, pero vale la pena volver sobre el asunto para intentar elaborar, a partir de un hecho puntual, algún tipo de reflexión más general sobre los tiempos que corren y nos atraviesan.
Hernán Barcos, o mejor conocido como el pirata entre los futboleros, había llegado al Perú en 2021 para reforzar y sacar adelante al equipo de Alianza Lima. Con su juego y goles se ganó rápidamente el respeto de los hinchas blanquiazules. Mientras el éxito en su carrera lo seguía acompañando y premiando el goleador iba tomando nota de la situación social de un país minado por desigualdades, enormes disparidades, desprecios, abandonos y falta de oportunidades, en especial para las mujeres y niñas.
Ese contexto tan lacerante tocó sus fibras sensibles la noche que se ofreció a llevar hasta su casa ubicada en Carabayllo a María Allca, la niñera de sus pequeños hijos. Cuando llegó y se encontró con una pequeña, precaria y frágil caseta con paredes de madera, sin servicios básicos, se conmovió de tal forma que, con el apoyo de su esposa Giuli Chuna, decidieron comprarle un departamento a María y equiparlo como si fuera para ellos. La sorpresa llegó el día de su cumpleaños cuando le entregaron las llaves de la que sería la casa siempre soñada, una vivienda con paredes de material noble, ventanas, baños y cuartos con camas para sus hijos.
Ese noble acto de desprendimiento, que da cuenta de su estampa de gigante fuera de la cancha, es poco frecuente dentro del fútbol profesional, un microcosmos colmado por la danza de contratos millonarios, gigantescas mansiones, autos de lujo y banalidades. Solo para medir la magnitud del gesto basta recordar cuando en 2017 Lionel Messi celebró su boda en la ciudad que lo vio nacer: Rosario. A los invitados, que provenían en su mayoría del fastuoso mundo del fútbol, les pidió que en vez de hacerle un regalo de boda tuvieran la gentileza de donar ese dinero para contribuir con la Fundación Techo, organización que construye viviendas de emergencia en la Argentina.
Las autoridades de Techo se frotaban las manos ante la oportunidad de oro que Messi les estaba regalando. Las billeteras de los futbolistas mejor pagos del mundo se abrirían para llegar con viviendas a personas y familias que se encuentran en una situación como la de María Allca. En efecto se presentaron al matrimonio unos 260 invitados, algunos de ellos en costosos vuelos privados desde Europa, para celebrar y compartir uno de los momentos más importantes de la vida de Messi.
A estas alturas del relato usted, lector, debe estar sacando una rápida cuenta de la abultada cifra de euros como resultado de la faena. Lamento desinflar su cálculo y traerlo de golpe a la cruda realidad. Techo dio a conocer públicamente que el dinero recibido fueron 11.000 euros, monto que dividido por la cantidad de invitados arroja unos 42 euros por persona.
Usted me dirá que cada uno hace lo que quiere con su dinero y está bien, vale, pero esa forma de pensar tiene cierta lógica hasta que aparece alguien como los Barcos Cunha para recordarnos que el “éxito” nunca es individual ni por mérito propio y que genera un sentido de responsabilidad y compromiso ante una comunidad que carece de mínimos niveles de cohesión y posibilidades de salir adelante por su propio esfuerzo. Barcos, que creció marcado por la pobreza en la provincia de Córdoba, sabe intuitivamente y por experiencia propia que todos estamos en un mismo barco y que marchamos hacia el naufragio en una sociedad donde mucha gente, a pesar del esfuerzo que realizan a diario, quedan al margen de la fiesta de la vida.
El gesto también nos deja otro mensaje importante y es que no podemos depender de la caridad de algunos individuos solidarios para remediar los males sociales y transformar las estructuras que traban el progreso de la gente. La solidaridad espontánea de los individuos nunca alcanzará ni será suficiente para compensar una dinámica económica que produce innovación y acumulación, pero que aumenta las desigualdades hasta convertirlas en un agravio silente.
Aunque suene a lugar común es importante recordar, en estos tiempos de asedio al Estado, que necesitamos su intervención permanente y eficiente a través de políticas y programas que se traduzcan en bienes públicos de calidad. Son los mecanismos compensatorios y equilibradores que hemos diseñado como respuesta a nuestro elemental sentido de supervivencia y coexistencia pacífica, pero son también los mecanismos que mantienen y aseguran el funcionamiento de la maquinaria que produce el crecimiento.
Hay otro mensaje poderoso en esta historia porque tiene a María como beneficiaria directa y es justamente la mujer peruana la que padece con mayor carga los males sociales que nos atraviesan y condicionan en la posibilidad de ingresar a una etapa de desarrollo. Uno de los indicadores de ese padecimiento es la brecha salarial determinada por el género, donde la mujer suele ganar menos que un hombre por el mismo trabajo o labor desarrollada en posiciones similares. Hay diversos estudios y mediciones que estiman esa brecha en un 25%, esto es, que por cada sol que gana un hombre la mujer percibe 75 céntimos1. Es decir, los hombres estamos en mayores posibilidades de tener mayor autonomía económica frente a las mujeres debido a que en promedio percibimos una mejor remuneración.
Desde 1996 contamos con un ministerio que se viene ocupando de la situación de la mujer y las poblaciones más vulnerables2. El gasto público del Estado viene creciendo desde entonces, pero llega con poca fuerza, cuando llega y el impacto sigue siendo insuficiente. Es un Estado que todavía sale jalado, que no logra transformar condiciones de desventaja y disparidad, pero ello no implica que debamos gastar menos o cerrar ministerios. Por caso el sector mujer viene siendo una de las presas predilectas de caza por parte de sectores que promueven políticas con sentido regresivo a través de recortes en sectores clave para el progreso. Son sectores embargados por un dogmatismo ideológico que les impide discriminar sobre ministerios, políticas y programas que resultan clave para que nuestra dinámica económica tengo mayores niveles de crecimiento.
Son pocos los Barcos que navegan en los mares del mundo, pero cuando aparecen nos recuerdan que para transformar nuestra realidad debemos apostar en conjunto por el fortalecimiento de los mecanismos existentes de nuestra institucionalidad pública. Es la única forma para que la situación social de la gente no quede librada a la suerte de gestos espontáneos por parte de algunos individuos extraordinarios. El barco de un Estado con mayor fuerza para recaudar impuestos y con alcance eficiente para los sectores vulnerables es el que llevará a puerto seguro la dinámica de nuestra economía y la cohesión social de nuestra sociedad.
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1 Ver las publicaciones del Instituto Peruano de Economía https://ipe.org.pe/nuestras-publicaciones/
2 Ha tenido diferentes denominaciones a lo largo del tiempo. Actualmente se denomina Ministerio la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP).