Presidente Vizcarra necesitamos con urgencia otra política exterior
Alberto Adrianzén M.
El reciente comunicado del Grupo de Lima, luego de su reunión en Bogotá, Colombia, es una muestra de las dificultades (por no decir fracaso) de una estrategia comandada por los sectores más radicales dentro y fuera de Venezuela. Es decir, Guiadó y su grupo político, EEUU, Colombia, el inefable e insólito Secretario General de la OEA, una red de medios de comunicación, un grupo de intelectuales (Castañeda, Villalobos, Montaner, Vargas Llosa, entre otros) y sectores de derecha internacional.
El fracaso de esta línea dura ha sido tan obvio que el propio Iván Duque afirmó en dicha reunión que lo ocurrido el sábado 23 de febrero “no es una derrota, porque hoy estamos aquí para reafirmar nuestro compromiso de entregar esa ayuda humanitaria”. También dijo: "La situación que vive Venezuela no es un dilema entre guerra y paz. El verdadero dilema es la continuación de la tiranía o el triunfo de la democracia, los derechos humanos y las libertades" (Misión Verdad:26/02/19). En realidad, Duque y Guaidó, junto con EEUU, representan la línea radical en el Grupo de Lima. El argumento para sostener este punto de vista, como lo afirmó Juan Guaidó en esa reunión, es que “El dilema (en Venezuela) es entre democracia y dictadura. Entre masacre y salvar vidas”. En la misma línea se encuentra el senador republicano Marco Rubio, conocido por sus posiciones ultraderechistas y anticubanas, y ahora entusiasta “admirador” de Guaidó. Rubio, un día después del fracaso en la entrega de la “ayuda humanitaria” a Venezuela, publicó en su tweet personal dos fotos de un mismo personaje. En la primera foto se ve a Muamar Kadafi normal, sonriente; y en la segunda con el rostro ensangrentado, momentos antes que una turba lo asesine salvajemente tras el golpe de Estado apoyado por EEUU en Libia en el 2011. No hay por lo tanto ninguna posibilidad de llegar a acuerdos conjuntos. Es, simplemente, la aniquilación o destrucción del otro.
Países como Brasil, al parecer, han impedido que gane este consenso confrontacional y militarista en el Grupo de Lima: “De hecho, el vicepresidente de Brasil, el general Hamilton Mourao, expresó, en el contexto de la reunión, que su país no se involucraría en una aventura militar auspiciada por Estados Unidos. Además, el Ministerio de Defensa brasileño informó que llegó a un acuerdo con su institución homóloga en Venezuela para evitar nuevos episodios de violencia, en la que grupos irregulares antichavistas atacaron a los cuerpos de seguridad venezolanos” (Misión Verdad: 26/02/19).
No extraño, por ello, que se diga explícitamente en la Declaración del Grupo de Lima del 25 de febrero que la transición democrática en Venezuela debe ser conducida “por los propios venezolanos, pacíficamente y en el marco de la Constitución y el derecho internacional, apoyada por medios políticos y diplomáticos, sin uso de la fuerza” (Párrafo 16) y que también se debe buscar a otros interlocutores como la ONU, y al mismo tiempo, se pida "la salida inmediata de Nicolás Maduro" y se llame a la desobediencia de los militares, es decir a un golpe de Estado. La incoherencia y el eclecticismo del Grupo de Lima son más que obvios.
En verdad, el Grupo de Lima no sabe qué hacer, porque pedir que la ONU intervenga en la solución de este conflicto, es un reconocimiento explícito de que la táctica del chantaje y las amenazas de una invasión militar, no encuentran apoyo y menos consenso incluso en los países del Grupo de Lima, por no mencionar los desacuerdos públicos con algunos países europeos y de América Latina. Esto demuestra lo errada y absurda que ha sido hasta ahora la política de este grupo como también la política exterior del gobierno del Pdte. Vizcarra.
Y es que el Grupo de Lima nunca fue un grupo mediador como sí lo fue en su momento, en los años ochenta, más allá de la diferencia de contexto, el Grupo Contadora y el Grupo de Apoyo a Contadora, para lograr la paz y el fin del conflicto armado en El Salvador y Centroamérica. En realidad, la total subordinación a la estrategia norteamericana, de Colombia y de la oposición radical interna en Venezuela, ha hecho que el Grupo de Lima antes que ser un grupo mediador creíble y con capacidad de negociación, se haya convertido en una amenaza para la paz y parte del problema. Si del Grupo Contadora y del Grupo de Apoyo, años después, surgió el Grupo de Río de Janeiro que fue un mecanismo permanente de consulta y concertación política entre los firmantes, todos ellos países de América Latina y el Caribe, y cimiento para crear UNASUR y la CELAC; del Grupo Lima, si se imponen EEUU, Colombia y Guaidó y si triunfa su estrategia en Venezuela, lo único que puede (re)surgir es el viejo interamericanismo. Ese que hoy representa este insólito Secretario General de la OEA, que más parece un vocero de los EEUU, Luis Almagro, quien cometió el lapsus de decir que ya pronto iba a llegar la “ayuda militar humanitaria a Venezuela”. Es la reconquista diplomática, política e ideológica de América Latina por EEUU luego de haber perdido, durante varios años, el control sobre la región.
Por eso, la cancillería peruana se ha convertido, junto con otras de la región, no solo en una suerte de vocero de la administración Trump y del sector radical del antichavismo venezolano sino también en un instrumento de los intereses de EEUU. Reconocer al “embajador del “gobierno” de Guaidó y ahora pedir que vayan del país los pocos diplomáticos venezolanos que quedan, son claros ejemplos que la diplomacia peruana ha perdido la brújula. Por eso también creo que la diplomacia vizcarrista no solo ha fracasado, sino que coquetea con el ridículo, y que ha metido al Perú en un lío del cual le es difícil salir. Y esto es válido igualmente para la mayoría de los medios de comunicación que se jugaron por entero por Guiadó, también para un sector de una derecha primitiva antivenezolana y para una izquierda que se puso de "perfil" frente a este problema.
Creo que el Pdte. Vizcarra nos debe una explicación y una rectificación que debe expresarse en la renuncia del Canciller y su equipo. El gobierno requiere con urgencia otra política exterior más acorde con lo que ha sido su tradición diplomática basada en el respeto al derecho internacional, la no injerencia y la autodeterminación de los pueblos.
Finalmente creo que el problema no ha terminado. EEUU y los sectores más duros van a insistir no solo en una salida violenta en Venezuela sino también en "borrar" a la izquierda de la región y a Cuba, que es, para estos sectores anticomunistas, el responsable directo de que la izquierda, pese a sus problemas, siga siendo una alternativa en América Latina. En este contexto no es extraño en insólito el llamado del S.G. de la OEA, Luis Almagro, a derrocar a la “dictadura cubana”. Tampoco que sobre este tema se haya comenzado a publicar algunos artículos. Uno de ello es el de Jorge Castañeda (New York Times (03/02/19), el otro es el de Joaquín Villalobos (El País: 21/02/19). Estos dos viejos izquierdistas lo que plantean, curiosamente, es que el país intervencionista en América Latina no es EEUU sino más bien Cuba y por lo tanto hay que terminar con este “mal”.
CODA
Cuando terminé de redactar este artículo, el vicecanciller peruano Hugo de Zela, representante del Perú ante la última Cumbre del Grupo de Lima en Bogotá, afirmó, luego de "condenar" los incidentes del fin de semana en la frontera colombo-venezolana, que se había “fortalecido la resolución del Grupo de Lima” al adoptar un conjunto de medidas para terminar con “el régimen de Maduro" (El Comercio: 26/02/19). ¿Qué debemos entender por estas palabras? Porqué el representante peruano sigue "amenazando" a Venezuela cuando el Grupo de Lima ha dicho que la salida a la crisis no es violenta y que hay que respetar el derecho internacional. Las palabras “tomar medidas para terminar con el régimen de Maduro", además de agresivas, son violentas. Constituyen una amenaza grosera y un lenguaje diplomático inaceptable. Nos olvidamos que una solución pacífica y de acuerdo al derecho internacional implica el reconocimiento y la existencia del otro y no su negación o exclusión, como quieren hacer con Venezuela, gobiernos como el de Colombia, EEUU, “presidentes autonombrados” como Guiadó, o como lo acaba de hacer, equivocadamente, por cierto, el vicecanciller de Zela.
Los tiempos se acortan como bien dice el Grupo Misión Verdad ya que “ciertamente, mientras se dilaten las intenciones de ejercer un acto de fuerza que desencadene un escenario de guerra por delegación entre Colombia y Venezuela, o por medio de comandos mercenarios apoyados por el ejército colombiano, el Comando Sur y la OTAN, la caída de Guaidó ante los ojos de sus seguidores es cada vez más alta”. El presidente Vizcarra tendrá que decidir si quiere una política exterior independiente o más bien que el Perú, como en el pasado, sea parte de un “patio trasero” que, según EEUU, es suyo.
Finalmente, soy muy consciente de que una solución a la “crisis venezolana” solo es posible si participan todos los sectores y si se respetan los derechos humanos y se construye una democracia inclusiva para todas y todos, pero también soy consciente que, sin soberanía, es decir independencia, todo ello es prácticamente imposible. Por algo, los latinoamericanos decidieron, hace más de dos siglos, que siendo libres e independientes todo es posible.
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