La gratuidad de la enseñanza
Nicolás Lynch
En declaraciones recientes, en una exposición en el Consejo Universitario, la rectora de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Dra. Jerí Ramón, ha señalado su desacuerdo con el principio de la gratuidad de la enseñanza. Usando el manido recurso de que los que tienen plata deben pagar. El mecanismo, dice, es que los que han estudiado en colegios particulares abonen una pensión.
El argumento va con truco, porque a primera vista parece lógico, si alguien tiene plata ¿por qué no paga una pensión? Es un argumento propio de quienes miran el árbol y no el bosque, en otras palabras, de quienes se fijan en el punto inmediato, pero no reflexionan sobre la naturaleza de la universidad y lo que significa estudiar, investigar o enseñar en ella. La universidad no es cualquier institución, es una cuyo papel es producir conocimientos para el beneficio de la sociedad. Entre las universidades, las públicas, son instituciones especiales, porque deben ser financiadas por el Estado y a la vez responder al interés general. Esto les permite ser instituciones en las que se busca efectivizar un derecho, el derecho a la educación universitaria. Por hacer efectivo un derecho no debe pagarse, es algo que le corresponde a la persona por el hecho de ser tal, a lo sumo hay diferencias por méritos propios, méritos académicos en la universidad.
Por ello, el facilitar el ingreso a la universidad a las personas de menores ingresos no es el sentido único de la gratuidad de la enseñanza. Los universitarios sabemos y los sanmarquinos en especial, porque hemos dejado muertos en las calles por ello, que la universidad pública es gratuita en el Perú, porque la gratuidad, junto con la autonomía y el cogobierno de profesores y estudiantes, permite que en el espacio universitario converjan diversas vertientes ciudadanas que conforman el Perú para constituir el crisol de nuestra identidad y nuestras identidades.
La gratuidad, permite por ello que la universidad se convierta en el hogar de la nación, el lugar que hace posible con su discurso crítico que rompamos con la idea del “eterno presente” que nos quieren vender desde el poder. Por la universidad es posible que tengamos un presente pensado como producto de nuestra historia y que este nos permita a la vez avizorar el futuro, ojalá que promisorio para el país.
Por esta condición, de hogar de la nación, es que nos tienen tanta bronca, nos retacean presupuestos, desarrollan infinitas campañas mediáticas en contra nuestra, pretenden imponernos estigmas que no responden a ninguna realidad, como el de “terrucos” en las últimas décadas, escondiendo la heroica resistencia sanmarquina contra el terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA, a la vez que contra el terrorismo de Estado. En fin, somos los inquilinos de deshonras ajenas por el solo hecho de existir. Me lo ponía un amigo años atrás en buena síntesis: porque no hemos querido convertirnos, a lo largo de siglos de vida institucional, en una plataforma de hacer negocios que no tenga otra referencia que el dinero.
Conocemos de proyectos privatizadores. Desde el más simple que es cobrar pensiones hasta los más enrevesados, en boga con la primera SUNEDU, que consistían en darles una tajada del dinero que el Tesoro Público destina a la educación universitaria a un grupo de universidades privadas. No ha mejorado la cuestión con la segunda SUNEDU, ahora son los tiempos de la vuelta al abandono total por el Estado de las universidades públicas, la vuelta de la inanición que hemos vivido por décadas y de la mediocridad bañada de discurso tecnocrático. Frente a la inanición cobrar pensiones es no haber entendido la naturaleza de la universidad.
¿Hay algunas alternativas? Claro que sí. Que los gobiernos de turno rompan (este imposible quizás alguno próximo que no sea tan cipayo) con el carácter anti peruano del MEF y financien enteramente el presupuesto universitario, no sólo la mitad o algo más como es ahora. Que se implemente el Programa de Fortalecimiento Institucional para la Calidad de la Universidad Pública que está en la ley universitaria y del que muchos se olvidan. En fin, pero que sean alternativas de conjunto, no retazos de solución, porque en los campus los peruanos estamos cansados de retazos.
Para terminar ¿conocen ustedes un ser humano más orgulloso de su alma mater que un sanmarquino? Porque yo, a pesar de todas nuestras desgracias, no conozco mayor orgullo universitario que el de ser sanmarquino. Por eso esta propuesta de las pensiones me da rabia y también pena, me parece que el tiempo se hubiera detenido en un pasado que siempre existe la sospecha de que puede regresar.