La Coalición Paniaguista, los buenos deseos, y la realidad

Por: 

Carlos Monge

Steven Levistsky ha afirmado que -con miras al 2014 y el 2016- “dada la tremenda precariedad de las instituciones y derechos democráticos, una coalición paniagüista es casi imprescindible”. (Diario La República, domingo 03 de Febrero de 2013).

Aunque después precisó que dicha coalición “no es, ni va a ser, un partido o alianza electoral, sino una confluencia de actores sueltos que solo juega a la defensiva: surge cuando los derechos cívicos o las instituciones democráticas están siendo amenazados. (Diario La República, domingo 31 de marzo de 2013), el artículo de Levitsky plantea un debate importante: ¿Es posible que las fuerzas que se agruparon en torno al NO extiendan esa relación como alianza electoral para el 2014 y el 2016? No lo creo así. Mis razones:

Primero, la historia indica que durante periodos autoritarios o de conflicto armado se establecen coaliciones para recuperar la democracia o la paz perdidas. Pero esas coaliciones no necesariamente comparten visiones ni programas que puedan sostener ejercicios de gobierno y suele suceder que los que la integran –como la izquierda y el APRA y el PPC que colaboraron en el Foro Democrático- terminen después en posiciones abismalmente diferentes.

Segundo, la colaboración entre los socios de la revocatoria fue y sigue siendo precaria. El PPC apoyó en Septiembre del 2012 un intento de vacancia a Susana Villarán. Y sectores de ese partido, al igual que PPK, llamaron a vacar a los regidores de las fuerzas de la izquierda, supuestamente su aliada.

Tercero, la coalición paniagüista que se armó a fines de los 90 e inicios del 2000 ha fracasado pues los partidos de centro y de derecha que la integraran se conformaron con recuperar las formas democráticas y no quisieron avanzar en reformas sustantivas de la política y de la economía pues no querían chocar con los grupos de poder económico y los poderes fácticos que nos gobiernan de hecho. Eso es lo que tiene en común los gobiernos democráticos de Toledo y García, y ahora el de Humala.

Finalmente, el tema central de la agenda hoy y hacia el 2014 y 2016 no es recuperar una democracia representativa perdida, sino superar una democracia representativa capturada por los poderes fácticos y poner en cuestión un modelo de crecimiento que sistemáticamente deja de lado a la mitad de la población y maltrata el ambiente. Y en torno a este debate los llamados a integrar la coalición paniagúista (izquierdas, PPC, SP, y otros) tienen diferencias poco menos que irreconciliables.

Para las regionales y locales del 2014, ¿será posible una alianza entre un PPC que expresa los intereses de los agroexportadores y las grandes empresas pesqueras y una izquierda que aspira a representar a los trabajadores sin derechos y a los pescadores artesanales? Y en Cajamarca, ¿Acuerdos básicos sobre democracia van a ser más importantes que desacuerdos sustantivos sobre la minería? ¿Y cuál ha sido la experiencia de Piura de alianza de derechas e izquierdas para sacar de en medio al APRA, se ha avanzado en cambios sustantivos de algún tipo, más allá de una gestión seguramente menos corrupta?

Y para el 2016 sería posible un nuevo acuerdo de las izquierdas con un Alejandro Toledo o una Lourdes Flores, promotores del Tratado de Libre Comercio y del extractivismo neoliberal en minería, hidrocarburos y pesca, defensores de la ilegal exportación del gas de Camisea, de los abusos de las AFPs, etc.? 

No veo ni viable ni conveniente una nueva alianza de centro–izquierda en donde la izquierda termina sometida al centro y subordinada a políticas de continuidad. La estrategia debe ser por el contrario una de izquierda-centro, donde lo primero y más importante es construir una izquierda fuerte que sea la representación política de ese importante sector de la ciudadanía que quiere cambios y que votó por Humala en primera vuelta el 2006 y el 2011. Eso es la Confluencia en Lima. Esa es la apuesta nacional por el Frente Amplio. Después, desde una izquierda fuerte, podremos pensar  en alianzas regionales y nacionales con otras fuerzas que acepten la apuesta por el cambio, y sin diluirnos nosotros en apuestas por la continuidad. Ese es el reto.

 

 

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