ESPAÑA: Gobierno histórico para recuperar una década perdida

Por: 

Laura Arroyo Gárate

Hay una foto que se ha reproducido en medios de comunicación y redes sociales durante los últimos días en España. Es la foto del apretón de manos que se dieron Pedro Sánchez, líder del Partido Socialista Obrero Español y Pablo Iglesias, Secretario General de Podemos, durante el reciente debate de investidura en España. El gesto como culminación de un proceso que no ha tardado un año en llegar, sino cinco. Un proceso que inició aquel 20 de diciembre de 2015 y que con el resultado de las urnas podría haber permitido lo que recién vio luz verde este siete de enero de 2020: el primer gobierno de coalición en la historia democrática de España.

Los momentos históricos suelen ser precedidos de momentos bastante más opacos. Durante los últimos cuatro años en España hemos vivido cuatro elecciones. Pero no sólo eso. Durante los últimos cuatro años hemos vivido, en realidad, muchas décadas. Si bien, por un lado, el partido nacido al calor y gritos de esa mayoría ciudadana indignada del 15M logró demostrar que era posible llevar esa indignación a las instituciones y que la crisis de régimen era una realidad, el PSOE también fue víctima de dicha crisis. No se explica de otro modo a ese mismo Pedro Sánchez que hoy es Presidente de Gobierno recientemente investido, pero que en octubre de 2016 se vio obligado a dimitir por su propio partido que le vetó pactar con Iglesias -hoy su socio de gobierno- y que optó por preferir que Mariano Rajoy (Partido Popular) fuera presidente antes que pactar con Podemos. No lo digo yo, lo dice él mismo aquí. 

Si acaso dos eventos confirman la veracidad de la crisis de régimen en España son la abdicación de Juan Carlos I como Rey -movimiento táctico necesario para sostener el prestigio muy decaído de la monarquía española- y, hoy, el gobierno de coalición progresista que, incluso rompiendo la tradición europea- cuenta con una fuerza política a la izquierda de la formación socialista tradicional. La excepcionalidad política española se encontraba ahí, en las urnas y en ese suelo de voto que responde en realidad a actores y actrices con mucho más protagonismo del que los medios le otorgan: las y los pensionistas que permitieron la moción de censura que echó a Mariano Rajoy, las mareas en defensa de los servicios públicos que nunca cesaron en protagonizar la voz de la indignación contra los recortes económicos y la austeridad que trajeron las derechas, los y las jóvenes que salieron en defensa del medioambiente este 2019 y, sobre todo, del movimiento feminista que pintó de morado España y se convirtió en un referente internacional que demostró que, como decía Simone Beauvoir, tocaba “luchar colectivamente”. Y ganar colectivamente, también.

El gobierno de coalición que acaba de investirse en España tiene por delante no sólo un reto enorme, sino también una oportunidad histórica. Esto va mucho más allá de un cambio de nombres en los timones de mando. Este nuevo gobierno rompe el turnismo bipartidista que se vive en este país desde la transición del 78. Y tiene ahora, en sus manos, la posibilidad de revertir una década perdida por las políticas de austeridad como mantra, la precariedad como su consecuencia y la inseguridad vital como cotidianidad para las mayorías sociales. Como decía Pablo Iglesias, vicepresidente de España, en su discurso durante el debate de investidura: “los movimientos sociales nos dijeron ‘sí se puede’ y el próximo gobierno tiene la obligación de convertir ese ‘sí se puede’ en políticas concretas.” Y sólo esta misión comporta ya un cambio de brújula histórico que puede ser, sin duda, una referencia en Europa y también fuera de la región.

Pero así como la esperanza en estos momentos se erige a pesar de las negativas de los poderes económicos y sus brazos mediáticos, la reacción tampoco se ha hecho esperar. Estos días hemos visto a la extrema derecha (VOX) y a la derecha extremada (Partido Popular) en una disputa por liderar el espacio de la oposición de vergüenza: Derroche de fakenews, insultos dentro del hemiciclo y fuera de él, interrupciones altisonantes a otros y otras representantes democráticamente electos, incitación al odio, discursos de discriminación, xenofobia, misoginia, y un perverso etcétera. 

Lo que viene se anticipa difícil. Esta será, sin duda, una de las legislaturas más duras para todos y todas aquellas que se consideran demócratas en este país. La crispación y el accionar reaccionario están a la orden del día con la intención de petardear, a como dé lugar, un gobierno que era posible en 2015, necesario en 2016, urgente en 2019 y realidad, por fin, en 2020. Las luchas suelen ser así: una suma de resistencias constantes y tercas que, algún día, por fin logran cobrarse una victoria cuando están del lado correcto de la historia. En España lo hemos vivido este 7 de enero y tocará ahora demostrar con los hechos que es posible gobernar de otra forma, defendiendo a otro bando y, en suma, oyendo a la gente que ha sido quien, nueve años después de ese 15 de mayo del 2011 logra, por fin, poder decir “sí nos representan”

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