Entre el Jardín del Edén y Mad Max

Por: 

Raúl Injoque, PhD

Hace cuarenta años, se estrenó en el cine la película Mad Max. El protagonista Mel Gibson estaba embarcado en una cruzada justiciera por tierras eriazas producto de la erosión, escasez de fuentes energéticas y acuíferas, en buena cuenta un escenario apocalíptico marcado por un desorden social imperante. Esta caótica visión parece haberse salido del celuloide y nos golpea directamente en la realidad actual. Ante este escenario la ONU hizo la declaración de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), con miras a alinear a los países hacia un solo norte y solucionar estos problemas. No es casualidad que la seguridad alimentaria sea la segunda prioridad en estos objetivos, hoy somos 7 mil millones de personas en el mundo, y en el 2050 se proyecta que llegaremos a 9 mil millones. ¿Se han puesto a pensar en cómo nos alimentaremos? O ¿Cómo estamos preparándonos para este escenario? Peter Drucker decía “si no lo puedes medir no lo puedes gestionar” es por esta razón que el primer paso es conocer donde estamos.

Seguridad Alimentaria es el término con el que se define la capacidad de un país para alimentar a su población. Existe un indicador publicado por The Economist, llamado el “Global Food Security Index” (GFSI). Lamentablemente el Perú, un país productor de alimentos milenarios con una biodiversidad envidiable, fuente de alimentos  de alto valor nutricional, otrora autosuficiente, y poseedor de una envidiable gastronomía apreciada por el mundo registró una caída de dos posiciones en el ranking GFSI muy por detrás de Chile, Uruguay y Costa Rica. ¿Qué es lo que está pasando?

El GFSI basa su análisis en tres pilares, asequibilidad a las fuentes de alimentos, la disponibilidad de la dieta y la calidad e inocuidad de esta; como variable adicional que no afecta el índice también se estudia la resiliencia de los recursos naturales en cada país. La asequibilidad mide variables como el ratio de gasto de las familias en alimentos, lo que implica que mientras mayor es el porcentaje del ingreso familiar dedicado a la alimentación, mayor será el riesgo de malnutrición en la familia. Además considera el porcentaje de la población viviendo en pobreza, el producto bruto interno (PBI), y la presencia de programas sociales para aliviar el hambre en poblaciones vulnerables. También incluye una evaluación de las tasas de aranceles para la importación de alimentos, y el acceso de financiamiento de agricultores. La disponibilidad mide la oferta promedio de alimentos en el país, la dependencia a ayuda humanitaria, la inversión pública en investigación y desarrollo en agricultura, la existencia de una red de almacenamiento de alimentos apropiada así como el estado de las vías de comunicación y puertos. 

Por último el componente de Calidad e Inocuidad identifica aspectos de nutrición, los órganos regulatorios y procesos para garantizar la inocuidad de los alimentos, el acceso al agua potable y la presencia de canales comerciales modernos debido a que estos mejoran la cadena de frío de cara al consumidor final. La sumatoria de estas variables con pesos ponderados propuestos por un panel de expertos global genera un índice que permite comparar los sistemas agroalimentarios entre países y así poder identificar las oportunidades de mejora.

Como comentamos anteriormente, la Resiliencia de los Recursos Naturales no afecta el índice, pero mide la exposición y capacidad de respuesta de los países a los cambios climáticos. Específicamente miden nuestra respuesta al incremento de temperaturas, a las sequías e inundaciones, y a la erosión de los suelos. Por último miden la calidad y cantidad de agua y estado de salud de los océanos. 

¿Cómo nos fue? En resumen el Perú perdió dos posiciones en la encuesta del 2018, colocándose en el puesto 55. Se identificaron fortalezas como son una volatilidad baja para la producción agraria mayormente debido a los diferentes pisos ecológicos que ayuda a distribuir el riesgo de carencias. Además califican como bajo el riesgo de inestabilidad política a pesar de todo el “ruido” al que estamos expuestos internamente. Otra fortaleza son los bajos aranceles para la importación de alimentos así como los estándares nutricionales y la disponibilidad de micronutrientes en la dieta. La presencia de programas sociales de alivio a población vulnerable públicos como son el programa Vaso de Leche, Qali Warma y los esfuerzos privados como el Banco de Alimentos son buenos ejemplos. En contraste, las mayores debilidades de nuestro sistema son el alto nivel de merma de alimentos y la baja inversión pública en investigación y desarrollo en agricultura. La mayor cantidad de merma se genera en el proceso de pos cosecha, y se suma a la generada en la comercialización donde los canales modernos con cadena de frío son minoría. Esta merma se exacerba por el tiempo prolongado de transporte debido a las pobres vías de comunicación y las carencias de infraestructura. Por último existe merma por los procesos prolongados en la gestión de documentos en las operaciones de nuestros puertos. Con respecto a investigación, el presupuesto nacional dedicado a investigación en Perú es menos de un punto porcentual del PBI, un monto insuficiente para investigar y resolver los problemas. 

La variable resiliencia de recursos naturales es una preocupación grande debido a que estamos posicionados al final de la tabla, en el puesto 112.  Esto confirma el efecto del incremento de temperatura en los glaciares, aumentando así los riesgos de inundaciones, sequías como nos sucede cuando experimentamos el fenómeno de El Niño. También confirma que nuestros océanos están contaminados y que se están tornando ácidos y bajos en oxígeno impactando la presencia de biodiversidad. Finalmente y haciendo eco al estudio de Teófilo Altamirano, también considera el crecimiento y la migración forzada de la población quienes dejan los centros de producción de alimentos, hipotecando así nuestro futuro alimenticio. Este componente muestra objetivamente la fragilidad del Perú ante los efectos de la naturaleza.

El GSFI 2018 identifica debilidades bien definidas en el Perú y pienso que debemos priorizar acciones a riesgo de caer en el escenario de Mad Max al que me referí al inicio del artículo. Yuval Harari, historiador contemporáneo sostiene que el Homo sapiens ha sido el ser humano más exitoso en la historia debido a su habilidad para creer en ficciones compartidas debido que generan la colaboración de individuos y organizaciones en gran escala. Nuestra “ficción compartida” viene de los ODM y en mi opinión en una primera etapa debe priorizarse en cómo reducir las mermas de alimentos debido a que los alimentos han sido producidos y los estamos dejando malograr. ¿Podemos medir la pérdida que se produce en la carretera central cada vez que hay un huayco? O calcular ¿cuánta merma se produce por las colas de más de cinco kilómetros que vemos todos los días en el vecindario del puerto del Callao? ¿Cuánto mejorarían estos indicadores si mejoramos la infraestructura y gestión de documentos en los puertos?  Nuestra cadena de producción de alimentos es como una tubería de agua con huecos, si identificamos y reparamos los huecos tendremos más agua para todos. Pero el área de mayor énfasis debe ser en cómo hacernos resilientes al cambio climático donde estamos al final de la tabla de posiciones. 

Todos aspiramos a vivir en el Jardín del Edén; para alimentar a 9 billones de personas hacia el año 2050 tenemos que resolver los problemas mayores para consolidarnos como país productor de alimentos. 

 

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