El amor no lo perdona todo
En medio de las celebraciones por el Día Internacional de la Mujer es oportuno reflexionar sobre un fenómeno cada vez más recurrente en nuestra sociedad como es el feminicidio, en cuya explicación se mezclan tanto conflictos personales como problemas estructurales del país.
Ya en 2005, un estudio de Flora Tristán señalaba que el feminicidio era el homicidio de mujeres por razones de género y constituia la “forma más extrema e irreparable de violencia directa hacia las mujeres”. ¿Cuál es el problema de fondo en este asunto?
Cifras alarmantes
Según el MIMDES, entre enero y diciembre del año pasado, fueron asesinadas 140 mujeres mientras que 63 sufrieron tentativa de homicidio. Sin embargo, estas cifras pueden ser aún mayores, pues el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público habla de 276 crímenes. Además, en la información publicada por el MIMDES, se dice que los distritos con mayores casos registrados fueron Comas, Ate Vitarte, Los Olivos, San Martín de Porres y San Juan de Lurigancho. No es casual que la mayor cantidad de víctimas se registren en los distritos donde vive parte importante de los más pobres de Lima Metropolitana.
Por otro lado, el 59% de estas mujeres víctimas de feminicidio y tentativas de hacerlo tenían entre 18 y 35 años de edad, es decir, se les asesinó, o al menos hubo un intento de cometer este crimen, en la etapa más productiva de su vida y cuando más se las necesitaba pues más de la mitad de ellas tenía hijos. A esta situación, habría que sumarle que en el 49.8% de los casos el agresor fue la pareja (esposo, conviviente o enamorado) de la víctima, quien, en la mayoría de los casos, planificó este acto criminal.
¿Por qué ocurre?
Según la ONU, la violencia contra la mujer es un problema mundial y su causa primordial radica históricamente en las relaciones del poder desigual entre mujeres y hombres y en la discriminación persistente contra la mujer. Lo lamentable del asunto es que, en países como el nuestro, donde las brechas de desigualdad son persistentes, los logros de las mujeres a nivel político y académico se ven ensombrecidos por el aumento sostenido de la violencia contra ellas, que muestra la peor cara de nuestra sociedad.
Es momento de que el Estado Peruano reconozca estos crímenes como un problema social y no les dé la espalda catalogándolos como un hecho aislado que se explica solo de forma sicológica, lo que coadyuva, como señala el colectivo Católicas por el Derecho a Decidir – Perú, a que muchas mujeres queden atrapadas y asuman la violencia sufrida como un castigo de Dios o del destino y que además piensen que “el amor lo perdona todo” regresando en muchos casos con sus parejas si han sobrevivido.
Un primer paso para enfrentar el feminicidio sería, por ejemplo, unificar las estadísticas con las que cuentan las instituciones del Estado respecto a estos crímenes para saber con certeza de qué estamos hablando. En segundo lugar, se debería promover el reconocimiento de la violencia familiar, caldo de cultivo del feminicidio, como un problema social, al que se debe enfrentar con las herramientas de la prevención y la denuncia. Ambas tareas deben unificar al Estado y a la sociedad peruana para acabar con este flagelo.
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