Del régimen del 93 al régimen del 23: Las tres fases de la dictadura
Laura Arroyo Gárate
Hay dos aspectos claves para entender lo que pasa en el Perú y, más precisamente, a quienes nos gobiernan. Por un lado, el carácter del Régimen (la HIDRA que he descrito en más de una ocasión) y, por otro, el método que sigue el Régimen para perpetuarse hoy y de cara al futuro. Esto segundo es aquello en lo que quiero enfocarme en este artículo.
En el artículo planteo las tres fases en el método del Régimen del 23: Imposición, normalización y constitucionalización. Aquí un breve resumen de lo que detallo con más elementos en el artículo completo cuyo enlace dejo al final.
Fase 1: Imposición
Una fase que vivimos durante los primeros seis meses del gobierno de Dina Boluarte y el régimen que ella preside, pero no dirige. Una imposición que es reflejo directo de la imposición que el Régimen del 93 hizo del modelo neoliberal. La vía es conocida: violencia. Una violencia política, judicial, mediática, policial y militar. El objetivo, lo tuvieron claro, fue sobrevivir al embate del rechazo popular en forma de estallido en el Perú. Lamentablemente, lograron imponerse y en junio de 2023 dieron un giro en el discurso.
Fase 2: Normalización
Esta mañana leía la siempre interesante columna de la historiadora Cecilia Méndez en La República donde habla de los riesgos de normalizar la barbarie haciendo un camino de unión entre el genocidio que está perpetrando el estado de Israel contra el pueblo palestino y lo que ocurre en Perú. No es baladí ni gratuita dicha comparación porque, como bien señala: “Aunque la escala material de la violencia en Gaza y los territorios ilegalmente ocupados por Israel en Palestina no es comparable a la del Perú, la escala moral sí lo es”. A ello yo añadiría que a escala política claro que es comparable porque hablamos de un ecosistema internacional de represión, guerra y auge de los neofascismos donde el Perú no es ajeno.
El Régimen del 23 inició desde junio de 2023 (seis meses después de constituirse como hidra en el poder) un proceso de normalización decidida. Para ello solidificó el pacto entre poderes (Pacto de Régimen). Si bien durante la fase de imposición ese pacto fue espontáneo, pero igual de necesario, en esta segunda fase es resultado de un análisis político: mantener a Boluarte por ser la pieza útil como cara visible de este pacto, pero a la vez recordándole a quién se debe. La normalización del Régimen del 23 contó con el invaluable apoyo del poder mediático y judicial para cimentarse. Y, si bien, el pacto con el sistema judicial se vio por momentos débil en tanto las denuncias por corrupción y procesos por violación de derechos humanos empezaban a sumarse contra el gobierno, ante cada crisis los poderes respondieron consiguiendo más beneficios propios (ministerios, leyes o políticas) a cambio de garantizar a Boluarte la impunidad que necesita. De este modo, ojo, no sólo se buscó normalizar la barbarie en el Perú, sino que se ha normalizado un método: la subyugación de la figura presidencial a los poderes. Si antes teníamos intuiciones, hoy tenemos evidencias. En “La Hidra” que nos gobierna, la cabeza presidencial es la que menos poder tiene.
Fase 3: constitucionalización
Actualmente nos encontramos en un siguiente momento (fase) del Régimen del 23. Buscan constitucionalizarse, es decir, poner todos los candados que les permitan gobernar aún pese a los resultados electorales. Hay muchas formas de intervenir en las elecciones. Si bien los ojos siguen en la cooptación de las instituciones electorales, lo cierto es que no es ese el principal terreno de disputa y los poderes lo saben. Esta tercera fase tiene dos patas concretas: por un lado, la conformación de facto de una Asamblea Constituyente del Régimen y, por otro, en la bestialización como forma válida de hacer política.
Por un lado, una Asamblea constituyente que no fue elegida para ello y con la finalidad de constitucionalizar el poder del Régimen del 23 y sus propios intereses individuales. Por otro, la desfachatez absoluta que no sólo nos habla de impunidad del Régimen del 23, sino también de lo conscientes que son de su debilidad frente al sostenido rechazo popular. Como decíamos al inicio: al estar amenazado, el régimen es más peligroso que nunca. Y por eso no les basta con liberar a Alberto Fujimori, sino que lo encumbran como candidato electoral. No les basta con aprobar una ley de impunidad para criminales de lesa humanidad, sino que nos obligan a pagarle una pensión vitalicia a uno de los íconos de estos crímenes. La bestialización en las formas, discursos, políticas y liderazgos es un rasgo característico de los neofascismos a nivel mundial actualmente. El Régimen del 23, sin duda, a diferencia del del 93 que fue el neoliberalismo en su máxima expresión, es un régimen reaccionario y ultraderechista. Un régimen neofascista dentro de las coordenadas de estas expresiones políticas, económicas y mediáticas en la actualidad.
Dejo los párrafos finales del artículo para la necesidad de pensar en una alternativa que enfrente no sólo a este Régimen del 23 sino a su método que, como vemos, se está constitucionalizando. La clave, precisamente porque están constitucionalizándose, tiene que ver con la imperiosa necesidad de una Nueva Constitución. Sólo se enfrentará a su Asamblea Constituyente de Régimen, con una Asamblea Constituyente popular y democrática. Creer que la alternativa se encuentra hoy en claves electorales es obviar no sólo el tipo de régimen que tenemos en frente, sino el método que han empleado para subsistir que intento desgranar en este artículo de reflexión a fondo.
Les dejo el texto, que sirva para abrir el debate sobre lo que realmente está en juego y preguntarnos con honestidad, ¿Dónde está realmente el poder en el Perú?