Covid19-Perú, 4to año: confusión, retraso e indefiniciones
Víctor Zamora
¿Te sientes agotado por la situación del COVID-19? Es comprensible. No obstante, es crucial no bajar la guardia ante el virus, como lo demuestra el reciente aumento de casos. Aprovechemos esta coyuntura para evaluar cómo estamos preparados para enfrentar esta amenaza.
En efecto, enfrentamos un rápido aumento de casos de COVID-19 a nivel mundial, incluyendo Perú. Más allá de debates sobre si es una sexta ola, un rebrote o un repunte, lo relevante es reconocer el aumento de infecciones.
No minimicemos este fenómeno. Aunque nuestro sistema de salud no ha colapsado y la letalidad no es alarmante, no debemos ser complacientes ni displicentes. La ausencia de crisis evidente no justifica la relajación en precauciones. Mantengamos la vigilancia y responsabilidad colectiva para salvaguardar la salud pública en un contexto global incierto y desafiante.
En enero de 2020, la falta de diligencia resultó en el error estratégico más significativo en nuestra batalla contra la pandemia. La entonces ministra de Salud Elizabeth Hinostroza, minimizó la gravedad del problema y respaldó, vía la Resolución Ministerial N° 039-2020-MINSA, un plan de enfrentamiento asignando una cantidad insignificante de 3.5 millones de soles. Los resultados de esta decisión son de dominio público.
La pandemia, aunque menos letal, sigue siendo compleja y dinámica, marcada por la incertidumbre. La respuesta se estructura en cuatro estrategias: prevención de contagios, vigilancia epidemiológica, disminución de casos graves y liderazgo eficiente. Cada estrategia implica alrededor de 20 componentes, todos de naturaleza compleja.
Estas estrategias, sus componentes, actividades y presupuesto deben integrarse en un plan meticulosamente estructurado, sujeto a revisión y actualización constante para adaptarse al dinamismo inherente al fenómeno que enfrentamos.
Lamentablemente, carecemos de este elemento fundamental: ¡el plan! Los indicios de su ausencia son evidentes y se reflejan en el actual brote que estamos experimentando.
Aún sin plan, podemos revisar el estado de la situación de las cuatro estrategias ya mencionadas.
Prevención de los contagios. En esta área de acción se ha perdido la iniciativa y la conducción. Aunque el primer ministro descartó medidas de aislamiento o distanciamiento social, especialmente en medio de la recesión actual, la falta de un abordaje más integral sugiere más ser una reacción puntual que una decisión dentro de un conjunto articulado de medidas.
El aislamiento, aunque importante, es solo una opción entre varias. Por ejemplo, ¿Cuál es la postura oficial sobre el uso obligatorio de mascarillas o los períodos de descanso laboral? Lamentablemente, sobre estos aspectos nada se ha dicho.
En el ámbito de la vigilancia epidemiológica, enfrentamos un desorden evidente. En ciertas áreas de Lima, ni las pruebas rápidas antigénicas ni las moleculares están disponibles. El Ministerio de Salud (MINSA) atribuye este problema a fallos en la coordinación, pero también es resultado de desabastecimiento.
La adquisición de estas pruebas se gestiona a través de dos entidades distintas del MINSA. Mientras que CENARES se encarga de las pruebas antigénicas, el INS es responsable de las moleculares. Sorprendentemente, las pruebas antigénicas no estarán disponibles hasta bien avanzado el 2024, es decir, para el próximo brote, mientras que las moleculares están limitadas únicamente para fines de investigación.
La reducción de formas graves y fallecimientos a través de la vacunación y servicios adecuados presenta retos adicionales.
En cuanto a las vacunas, tras un periodo inicial de incertidumbres y un inicio lento, logramos alcanzar rápidamente coberturas cercanas al 100% con la primera dosis. Desafortunadamente, con cada dosis subsiguiente, estas coberturas disminuyeron.
Actualmente, el MINSA ofrece la vacuna bivalente; sin embargo, varias fuentes señalan que esta vacuna ya venció a mediados de diciembre del 2023, aunque su uso continúa mediante una extensión aprobada por la DIGEMID. Esta vacuna no solo está vencida o próximo a su vencimiento, sino que también está en camino de volverse obsoleta, ya que a nivel global está siendo reemplazada por una nueva: la vacuna monovalente XBB.1.5, conocida como Vacuna COVID-19 Actualizada.
Este cambio tiene el respaldo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Centro de Control de Enfermedades (CDC) y la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), así como de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).
¿Cuándo se implementará la nueva vacuna? No lo sabemos. ¿Cuál será la posición del MINSA con respecto a su adquisición? También es una incógnita.
Además de contar con la vacuna, el personal y el apoyo logístico, es imperativo reconocer que nuestras estrategias de vacunación han dejado de tener el éxito esperado. En este contexto, es crucial recordar la sabia recomendación de Albert Einstein: "si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo". Abordar las bajas coberturas requiere un enfoque diferente.
Para lograrlo, debemos abordar preguntas fundamentales: ¿Conocemos con certeza las razones detrás de la falta de participación en la vacunación? ¿Es falta de conocimiento, limitaciones logísticas o simplemente falta de disposición? El Instituto Nacional de Salud (INS) y las universidades asociadas al MINSA deberían estar investigando activamente para obtener respuestas y ajustar nuestras estrategias en consecuencia.
En cuanto a la prestación de servicios, la situación de precariedad persiste sin mejoras significativas, como lo reflejan continuamente las noticias y los informes especializados. Por ejemplo, según un reciente informe de la Contraloría General de la República, la situación de abandono en el primer nivel de atención continua. A nivel hospitalario, según Ojo-Público, la mitad de las plantas de oxígeno adquiridas durante la primera y segunda ola se encuentran inoperativas.
El liderazgo y gestión de la pandemia, finalmente, revelan notorios retrocesos y carencias significativas en dos áreas críticas: sistemas de información y compras oportunas, especialmente de productos innovadores.
Los sistemas de información oportunos y confiables son fundamentales. Incidentes como descuidos, desorden y fallos en los registros COVID, como el escándalo vinculado al SINADEF, complican el seguimiento preciso de las coberturas vacunales y la dinámica de la pandemia.
Resulta desconcertante ver un retroceso palpable en lugar de mejoras. La plataforma REUNIS, antes elogiada por su información en tiempo real, ahora presenta datos sobre cobertura vacunal con un retraso de dos semanas. ¿Cómo hemos perdido la capacidad de actualizarnos en tiempo real en medio de una crisis sanitaria?
Es imperativo abordar estas deficiencias de manera urgente, implementar medidas correctivas y asegurar que nuestros sistemas de gestión de información cumplan con estándares de precisión y eficiencia. Este retroceso no solo afecta la confiabilidad de los datos, sino que compromete la efectividad de nuestras estrategias ante la pandemia. Es momento de reflexionar, corregir y avanzar hacia una gestión de la información acorde a los desafíos presentes.
La adquisición de productos farmacéuticos, entre ellos la vacuna, ha sido un reto permanente durante toda la pandemia, especialmente durante el primer año. La imagen fresca en nuestra memoria es la rapidez con la que Chile aseguró vacunas y comenzó su vacunación dos meses antes que nosotros. Esto evidenció las deficientes capacidades institucionales para adquirir productos innovadores de manera rápida debido, entre otros a las complejidades legales, administrativas, financieras y políticas asociadas.
Superadas las múltiples barreras, se logró concretar la adquisición, iniciando la vacunación el 9 de febrero de 2022, dos meses después que Chile.
Sin embargo, la historia se repite cuatro años después. Hace casi dos meses, el 17 de noviembre, Chile recibe 172,800 vacunas monovalentes del laboratorio Moderna basadas en la cepa XBB 1.5, mientras que el Perú aún se encuentra en negociaciones. En el periodo post pandemia, nuestro país ha sido incapaz de implementar las reformas necesarias para mejorar la capacidad estatal de realizar compras oportunas de nuevas tecnologías, especialmente en situaciones críticas.
En conclusión, ¿sería demasiado afirmar que la lucha contra el COVID se halla en una dirección incierta? Ciertamente, no. Al contrario, las indefiniciones sobre el uso o no de medidas de prevención, las limitaciones en el acceso a pruebas diagnósticos, las debilidades e inconsistencias en los datos sobre el COVID19, el desconocimiento del por qué las personas no acuden a los vacunatorios, el hecho que estemos usando una vacuna ya expirada y en proceso de obsolescencia, así como la incapacidad para haber realizado las compras de nuevas tecnologías y el abandono de los servicios son prueba fehaciente de ello.
Reconocer esta realidad, antes que minimizarla, debería impulsar al ministro de Salud a recomponer sus cuadros directivos, revisar y presentar una versión actualizada del Plan COVID para el Perú, así como especificar claramente los plazos y personas responsable de su ejecución, poniendo fin así y de una buena vez a las acciones aisladas, descoordinadas y tardías.