Es hora de enfrentar dos crisis silenciosas: agro y la alimentación

Por: 

Eduardo Zegarra*

La pandemia del Covid19 ha desatado varias otras crisis en nuestra sociedad, algunas más silenciosas que otras, pero no por ello menos importantes como la crisis agraria y de alimentación. Estimados en base a encuestas de hogares indican que el ingreso agrario de más de dos millones de agricultores familiares se contrajo entre 40 y 60% debido a menores precios y a la menor capacidad de colocar productos en el mercado (por la menor demanda de alimentos).  Una encuesta reciente del IEP arrojó que 65% de los hogares urbanos han estado consumiendo menos alimentos durante la emergencia, cifra que sube a 90% en los hogares rurales.  

La crisis agraria no sólo está teniendo efectos negativos ahora, también complicará la próxima campaña agrícola a iniciarse en julio. Agricultores y ganaderos descapitalizados y empobrecidos no tendrán los recursos necesarios para comprar semillas e insumos, contratar mano de obra y asegurar la reproducción de animales en forma oportuna. Muchos tendrán que recluirse aún más en la economía de subsistencia, y es probable que la productividad e ingresos caigan otra vez en el próximo ciclo agropecuario, el que nos debe alimentar los próximos doce meses.

Sería una temeridad que el gobierno y el empresariado local quieran “resolver” esto a punta de mayores importaciones de alimentos procesados y con contenido transgénico. Eso no hará más que empobrecer aún más al campo, y aumentar las ya enormes brechas sociales en nuestro país.

Y el problema alimentario ya está mostrando sus primeros ribetes dramáticos en este periodo de emergencia. Si no se hace nada efectivo, puede convertirse rápidamente en una severa crisis alimentaria con potenciales efectos devastadores para el tejido social y económico, por no decir para la gobernabilidad democrática. Lamentablemente, aún no vemos mayor estrategia del gobierno para encarar estas dos crisis silenciosas, que ya vienen agravando los terribles efectos de enfermedad y muertes de la propia pandemia.

A cien días del inicio de la cuarentena, es urgente que el gobierno despliegue medidas mucho más directas y efectivas para encarar la crisis del agro y el hambre. Lo hecho hasta ahora ha muy poco.  El Ministerio de Agricultura no ha sido capaz de convencer al gobierno (no sabemos si lo ha intentado realmente) de la necesidad urgente de crear un fondo de salvataje (Reactiva Agricultura) con 5,000 millones de soles para financiar a un millón de hectáreas de la próxima campaña agrícola.  Pese a que los gremios agrarios lo vienen demandando hace más de dos meses y luego de compromisos iniciales del Primer Ministro, tal medida parece no sería adoptada por el gobierno por la resistencia del Ministerio de Economía y Finanzas, y también por la indiferencia de la opinión pública y la sociedad en su conjunto.  El anuncio de Arranca Perú con mantenimiento de canales de riego, por su parte, no inyecta recursos a los agricultores, y sólo tendrá un efecto marginal en un 40% de la agricultura nacional bajo riego.

En el frente alimentario la situación no es mejor, y quizás es peor.  El intento inicial de distribuir canastas de alimentos a través de los municipios no funcionó ni en cobertura ni en oportunidad, tanto por problemas de corrupción como de falta de capacidad de gestión. Muchos municipios ni siquiera hicieron el intento de comprarle alimentos al agricultor local, y los programas del gobierno central tampoco han mostrado mayor capacidad de hacer compras locales. Hoy más que nunca es urgente crear un solo sistema unificado de compras locales de alimentos que pueda funcionar con autonomía y eficiencia en todas las regiones, y al margen de los intereses de grupos políticos, mafias y proveedores industriales. El Perú requiere un sistema de compras públicas de alimentos con suficiente cobertura y eficacia como para impactar positivamente en la alimentación de un vasto sector de la población urbana, así como en los ingresos de la agricultura familiar.  Lo hizo Brasil con el programa Hambre Cero y Bolsa Familia, no vemos porqué no podemos hacerlo también nosotros.

Pero luego del fiasco de las canastas alimentarias, que se descontinuaron, el gobierno central no ha planteado ninguna otra medida de envergadura para enfrentar al hambre. El presidente empezó a hablar tímidamente de comedores populares hace unas semanas, pero no se ha vuelto a saber nada de esta iniciativa.  Hemos visto por ahí la Teletón contra el hambre con participación de la Iglesia y el sector privado, iniciativa encomiable, pero “una golondrina no hace el verano” en medio de una crisis sistémica y de duración incierta. 

Mientras tanto aumentan las ollas populares en distritos urbanos populares, y muchas familias han decidido irse de Lima para escapar del hambre y la destitución.  

Es urgente que el gobierno instale un comando de emergencia agroalimentaria a nivel nacional, con contrapartes regionales.  Este comando deberá organizar en un plazo corto un sistema de único de compras regionales y locales de alimentos a la agricultura familiar, con un solo esquema de distribución hacia vastos sectores de la población urbana y rural que en este momento enfrentan problemas de hambre.  Este es un tema que supera ampliamente las funciones y capacidades de algún ministerio, y requiere una instancia al más alto nivel presidencial, con capacidad ejecutiva y asignación presupuestal específica.  Podría ser algo similar al concejo nacional de seguridad alimentaria creado en Brasil con rango ministerial en el contexto de Hambre Cero durante el gobierno de Lula da Silva.  

Hoy 24 de junio es el día del campesino, del agricultor peruano. Lamentablemente no hay mucho para celebrar dadas las circunstancias. Pero sí es un buen momento para reconocer el rol fundamental que tienen nuestros más de dos millones de agricultores y agricultoras, que con su trabajo y esfuerzo diario nos alimentan. Gracias a ellos no ha faltado el alimento en la mesa de 32 millones de hogares peruanos en plena pandemia.  Si tenemos crisis agraria y alimentaria en el país hoy no es por culpa de los agricultores, todo lo contrario, es porque no hemos sido capaces de organizar las políticas e instituciones necesarias.  Quizás el verdadero homenaje a los hombres y mujeres del campo este 24 de junio sea un anuncio de medidas amplias y audaces que conviertan esta crisis en una oportunidad.

* Investigador Principal de GRADE

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