Bukele y las camadas de Fujimori
Rudecindo Vega Carreazo
El fujimorismo sin pretenderlo tiene muchos émulos latinoamericanos, de izquierda, centro y derecha, renegados y entusiasmados, pero imitadores al fin; su sello distintivo es claro: pragmatismo más que ideología, mercantilismo, populismo, corrupción, debilitamiento y control de las instituciones democráticas, violación de derechos humanos y reelección indefinida vía cambios constitucionales. En países desgraciados por sus inútiles y corruptos gobernantes, sometidos al acecho del terrorismo ideológico o criminal, se constituyen, rápidamente, en el orden y autoridad arregladoras del desastre. Ocurrió con Fujimori luego del calamitoso primer gobierno de Alan y su primera camada de izquierda (Hugo Chávez, Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa, los Kirchner, Fernando Lugo y Manuel Zelaya) ocurre hoy con Bukele y la otra camada de derecha (Menen, Cardoso, Álvaro Uribe, Bolsonaro y quizás Milei). La reelección fue su encumbramiento y fin; terminaron mal, ellos y sus países.
Los primera camada, fueron presidentes de izquierda, llegados al gobierno impulsaron cambios constitucionales para reelegirse, no dieron golpes como Fujimori pero intervinieron las instituciones para imponer la reelección indefinida; Hugo Chávez (1999-2013) fue uno de los primeros, (estuvo en Perú luego de su fallido golpe en 1992), se reeligió 3 veces y antes de morir dejó a Nicolas Maduro el 2013 quien va para su tercera reelección, su manejo económico paso de un capitalismo mercantilista corrupto a un estatismo socialista corrupto. Otro émulo fujimorista, vigente, es Daniel Ortega, gobierna Nicaragua desde el 2007 con reformas constitucionales, reelecciones y en pareja con su cónyuge, actual vicepresidenta, es una democracia convertida en dictadura, con una economía mercantilista que paso de una administración estatal a un manejo familiar, un partido sólido que respalda su gestión populista y conjuntamente con las instituciones controladas le sirve para perseguir, encarcelar y expatriar a sus críticos y opositores; el tirano Somoza, ante quien se levantó la revolución sandinista, parece un remedo menor. La izquierda, timorata o hipócrita, no se atreve a llamarlos dictadores, ni siquiera recurre al eufemismo de gobiernos antidemocráticos o autoritarios.
En esta camada, hay gobiernos antidemocráticos de izquierda, destaca Evo Morales en Bolivia (2006 al 2019) reelecto inconstitucionalmente 3 veces, con un modelo mercantilista estatista, con crecimiento económico y significativa reducción de la pobreza, un discurso socialista pero muy capitalista, acompañado de un masivo populismo y “nacionalismo” respaldado por su partido el MAS, fue más parecido al gobierno de Ortega que al de Chávez pero sin la vena dictatorial de ninguno de los 2, fue renunciado y sentenciado por corrupción. También está Rafael Correa en Ecuador (2007 al 2017) con 3 reelecciones, un manejo económico mercantilista, populista, con crecimiento económico y reducción de la pobreza; fue sentenciado por corrupción el 2020. Ambos tienen impedimentos para volver a ser candidatos presidenciales, pero ambos, emulando a Lula, vienen promoviendo sus candidaturas para las próximas elecciones.
Hoy, la “estrella” latinoamericana es Nayib Bukele, inconstitucionalmente recién reelecto en El Salvador, su carta “exitosa” es la lucha contra las maras o crimen organizado, lo tendremos para rato, “vendiendo” su modelo dentro y fuera de sus fronteras, no es liberal, si mercantilista populista de derecha como Fujimori en los 90, tiene un discurso anti izquierda a pesar que proviene de sus canteras, un renegado para unos un reconvertido para otros; ha destruido la institucionalidad democrática para imponer su propuesta, tiene para otras reelecciones e intentar consolidar y exportar su modelo. Hoy, en Centroamérica hay presidentes de las 2 “camadas” de Fujimori, en 2 pequeños países limítrofes, el dictador “izquierdista” Ortega de 78 años y el dictador “derechista” Bukele de 42 años.
Otros presidentes de derecha que con lenguaje liberal han desarrollado gobiernos mercantilistas, populistas y reelecciones inconstitucionales son: Carlos Menen (1989 a 1999) que se alineó al consenso de Washington, cambio la constitución para reelegirse en 1994 y terminó condenando por corrupción; FH Cardoso en Brasil (1995-2003), otro gobierno “neoliberal” en modo consenso de Washington, con reelección vía cambio constitucional en 1998 es de los pocos sin denuncias de corrupción. Está el tránsfuga crónico (11 partidos) Bolsonaro que con su “conservadurismo liberal” frustró su reelección el 2022, hoy está inhabilitado hasta el 2030. Hoy aparece, fulgurante, otra “estrella libertaria liberal”, Javier Milei, que va abandonando sus ofertas liberales, ojalá, para mantenerse, no se aúpe en autoritarismos y reelecciones que parecen entusiasmar su espíritu refundacional y adánico.
Nuestra Latinoamérica, que debate entre liberalismo y comunismo/socialismo no tiene gobiernos liberales ni comunistas/socialistas (salvo Cuba), sí tiene gobiernos mercantilistas, populistas y corruptos de todas las tendencias que usan el discurso liberal, socialista o socialdemócrata; unos son democráticos, algunos antidemocráticos y otros dictatoriales; cada uno, acusa, con sus etiquetas ideológicas o clichés, al otro, pero ninguno reconoce su realidad propia. Es una trampa latinoamericana revestida de defensa o de lucha democrática, en realidad, somos gobernados, en todos lados, por mercaderes, populistas, antidemocráticos atrapados por el crimen organizado en los diferentes gobiernos. El “terrorismo ideológico” ha sido reemplazo por el “terrorismo criminal” y, ambos, son utilizados por los gobernantes con falsos discursos en nombre de la democracia.
Las camadas reeleccionistas antidemocráticas y dictatoriales de fines del siglo, dieron origen a la actual Carta Democrática Interamericana acordada en Lima el 2001. Lamentablemente no ha sido respetada. Existe una cultura o vocación latinoamericana por el autoritarismo y la dictadura, el mercantilismo y populismo, la corrupción y violación de los derechos humanos; más que una ideología, para nuestro infortunio, es una práctica o tradición cultural que detona y desencadena en la rabia de la desgracia o en la euforia del éxito. Fujimori y el fujimorismo nos permiten ilustrar esos desenlaces, no son los creadores teóricos e históricos de algo bueno, son la manifestación ingrata de algo que nos avergüenza y rebela más que satisface y adormece. La democracia, la transparencia y el desarrollo son pendientes ineludibles en Perú y Latinoamérica.
En Latinoamérica hay experiencias democráticas también destacables; Costa Rica en Centroamérica, Uruguay, Chile y Colombia en América del sur. En Perú existe también una vocación y cultura democrática de izquierda, centro y derecha, grande, latente y permanente; es lo que nos permite celebrar el periodo democrático más largo de nuestra vida republicana, sorteando crisis largas, profundas e inacabables, es lo que debemos defender, proteger y rescatar. Es nuestro desafío y reto promover más camadas y por mayor tiempo de estados democráticos, menos populistas, corruptos y mercantilistas. Ojalá, desde toda tendencia, entendamos el desafío y asumamos el reto por nuestra patria chica y nuestra patria grande.