1191 DC y la agenda post pandemia

Por: 

Dr. Víctor Zamora

1191 DC o “días después del COVID”. Mil ciento noventa y un días han pasado desde aquel 30 de enero del 2020, fecha en que la OMS declarase a la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) una emergencia de salud pública de importancia internacional, y cuyo fin fue decretado el último 5 de mayo.

Sin embargo, como lo señaló el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, es importante tener en cuenta que la declaración del fin de la emergencia no significa el fin de la pandemia. Los peligros de eventos similares cada vez más frecuentes son una realidad latente, y podrían golpear a la humanidad con la misma o mayor violencia que el COVID-19. El saldo de muertos provocados por la pandemia se contabiliza entre 7 y 20 millones, lo que nos obliga a tomar medidas preventivas para minimizar los efectos de futuras crisis sanitarias.

El saldo de muerte, discapacidad y dolor que ha dejado la pandemia debería ser suficiente para justificar el aumento de la inversión en modernos sistemas de salud que nos permitan hacer frente a estas amenazas de manera efectiva. Sin embargo, es importante agregar que la pandemia también ha tenido otros impactos, tanto en lo económico como en lo social. Las pérdidas económicas causadas por la paralización total o parcial de la economía ascienden a miles de millones de dólares, y las pérdidas de empleo han sido significativas.

Además, millones de personas han sido desplazadas hacia la pobreza y la pobreza extrema, lo que representa un grave problema social. 

A estas alturas, es ampliamente conocida la precariedad de nuestro sistema de salud. Además de contar con una capacidad de liderazgo debilitada, causada en parte por una organización disfuncional, leyes y estructuras presupuestarias restrictivas, y un proceso de descentralización sectorial mal diseñado y peor ejecutado, también se presentan problemas como la falta de recursos, la gestión frágil, el deterioro alarmante de la calidad, la corrupción y la creciente polarización política, así como la falta de confianza y la incapacidad para dialogar y construir una agenda común.

Aunque la pandemia del COVID-19 ha puesto de manifiesto la grave precariedad de nuestro sistema de salud, acontecimientos recientes demuestran que no se necesitan sucesos tan catastróficos como el de la pandemia para llevarlo al colapso. En la actualidad, Perú y sus múltiples subsistemas de salud se enfrentan a una nueva crisis sanitaria, esta vez debido al brote epidémico de Dengue más grande desde su reintroducción en el país en 1990. Este brote se caracteriza no solo por el elevado número de casos, sino también por el creciente número de territorios afectados y, sobre todo, por el elevado número de fallecimientos, a lo que se suma la tardía e insuficiente acción del Estado para contenerla.

Son incontables los documentos producidos a nivel global haciendo un llamado a los países, especialmente a aquellos como el nuestro cuyos sistemas de salud requieren no solo mayor inversión sino reformas estructurales profundas, a iniciar el proceso de cambio para tener sistemas más resilientes. Pero, qué significa tener un sistema de salud resiliente.

Un sistema de salud resiliente es aquel que tiene la capacidad de absorber, adaptarse y recuperarse de situaciones de crisis y emergencias de salud pública, manteniendo su capacidad para brindar servicios de salud esenciales y satisfacer las necesidades de la población. Un sistema de salud resiliente se enfoca en la prevención y preparación para emergencias, fortalecimiento de capacidades de los trabajadores de salud, mejora continua de la calidad y accesibilidad de los servicios de salud, y la implementación de sistemas de información y monitoreo para la toma de decisiones basada en evidencia. También se asegura de que los recursos estén disponibles y sean utilizados de manera efectiva y eficiente para garantizar una respuesta rápida y efectiva a emergencias de salud pública.

Tomando en cuenta lo vivido durante la pandemia y lo que vivimos hoy con el Dengue, el camino para tener un sistema de salud de estas características será largo y tortuoso; sin embargo, es fundamental que se tomen medidas concretas para abordar estos impactos y mitigar los efectos de futuras crisis similares.

Entre las medidas urgentes destaco las siguiente:

  1. Fortalecer la capacidad de detección de agentes infecciosos, mejorando la capacidad para realizar diagnósticos oportunos y precisos. La incorporación de nuevas tecnologías diagnósticas, incluyendo autodiagnósticos, es una herramienta crucial para informar a las personas que están enfermas y deben aislarse, lo que ayuda a reducir la propagación de la enfermedad. La información precisa, también es un insumo esencial para quienes son responsables de liderar la respuesta sanitaria a nivel local y nacional.
  2. Modernizar los mecanismos para acceder y distribuir vacunas de forma equitativa es crucial, ya que son la manera más rápida de brindar una protección sustancial contra enfermedades infecciosas. Un reciente estudio de OXFAM reveló que, en el caso peruano, las comunidades rurales, pobres y dispersas en la Amazonía tuvieron menos acceso a las vacunas. Por lo tanto, es importante abordar las barreras de acceso y mejorar la distribución para garantizar que todas las personas, independientemente de su ubicación geográfica o situación socioeconómica, puedan acceder a las vacunas1
  3. Ampliar el acceso a la telemedicina y otros servicios de salud, como la obtención de tratamientos en farmacias sin la necesidad de una consulta médica o el desplazamiento a un establecimiento de salud, son elementos clave para limitar la propagación de enfermedades infecciosas.
  4. Reforzar los sistemas de información para la toma de decisiones, incluyendo la capacidad de análisis y prospectiva, especialmente en contextos de alta incertidumbre y escasa evidencia, es crucial para enfrentar las enfermedades infecciosas. Es necesario contar con datos precisos y actualizados sobre la situación epidemiológica, así como de los recursos y capacidades disponibles, para poder diseñar e implementar medidas efectivas de prevención y control de enfermedades. Además, la capacidad de análisis y prospectiva permitirá anticiparse a posibles escenarios y tomar decisiones oportunas y efectivas.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas medidas no pueden reemplazar la necesidad urgente de mejorar la capacidad de respuesta del sistema de salud en sí mismo.

Como lo ha señalado el Banco Mundial, después del impacto devastador de la pandemia, "elevar el financiamiento de la salud en la agenda política y de políticas públicas para avanzar hacia la cobertura sanitaria universal (CSU) se convertirá en el elemento más importante para mejorar los resultados de salud y económicos". Esto es especialmente importante dado el deterioro del entorno macroeconómico y la previsión de tiempos difíciles para el financiamiento público.

1191 DC. Aunque la emergencia ha llegado a su fin y es probable que la OMS declare la pandemia como terminada en su próxima asamblea en un mes, la situación actual de nuestro sistema de salud sigue siendo preocupante. Las limitadas coberturas de vacunación contra la COVID y el actual brote epidémico de Dengue es un claro ejemplo de ello. Para mejorar la capacidad de respuesta del sistema de salud se necesitan grandes esfuerzos políticos, técnicos y financieros. Aunque el camino por delante es largo, existen tareas urgentes que requieren acción inmediata y decidida.

-----------
1 Torres F, Zamora V, Romero R, Llamoza, J, Solis R, Martinez J, Castillos A. (2023) Vacunas y desigualdad: lecciones de la vacunación contra la covid-19 en el Perú. Oxfam. Perú https://bit.ly/3Br2EqQ