100 días de Trumpismo: Aislacionismo sanitario y fractura del multilateralismo
Víctor Zamora
Cien días de Trump: el terremoto en el multilateralismo y la salud global
Durante las últimas décadas, el multilateralismo se consolidó como la estrategia más eficaz para abordar problemas transfronterizos, especialmente en materia de salud. En este marco surgió la OMS, junto a otras iniciativas de cooperación internacional, que han impulsado avances notables en la erradicación y control de enfermedades, la vigilancia epidemiológica, la preparación y respuesta ante pandemias, y el fortalecimiento de sistemas de salud más resilientes. Sin embargo, el modelo multilateral ha acumulado críticas —por su burocracia, sus asimetrías financieras y la lentitud en la toma de decisiones— a las que no ha logrado dar respuesta satisfactoria.
Los primeros cien días de la administración de Donald Trump, iniciada el 20 de enero de 2025, han sacudido el statu quo de la salud global. Entre las medidas más disruptivas se cuentan el anuncio de la retirada de Estados Unidos de la OMS, el cierre de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y recortes drásticos de financiación al Instituto Nacional de la Salud (NIH), al Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y a programas de investigación biomédica en universidades de prestigio. Estas decisiones ponen en evidencia la fragilidad del sistema multilateral sanitario y subrayan la urgencia de repensar y reforzar los mecanismos de solidaridad global.
El contexto
La globalización ha intensificado las interdependencias entre los Estados, de modo que desafíos transfronterizos como el cambio climático, la seguridad alimentaria, las pandemias o las migraciones masivas sólo pueden abordarse colectivamente. De esta necesidad surge el multilateralismo, entendido como el conjunto de prácticas y acuerdos en que tres o más países negocian bajo reglas comunes.
En el ámbito sanitario, este enfoque quedó plasmado con la creación de la OMS en 1948. Su misión consiste en elaborar directrices técnicas, coordinar la vigilancia epidemiológica y reforzar los sistemas de salud nacionales. De igual modo, lideró el establecimiento de acuerdos globales como el Reglamento Sanitario Internacional, que obliga a los Estados miembros a notificar brotes de importancia internacional y a aplicar medidas de contención armonizadas.
Además, alianzas público-privadas multilaterales como la Alianza Global para las Vacunas y la Inmunización-GAVI y la Coalición para la Innovación en Preparación para Epidemias-CEPI movilizan recursos y tecnología de múltiples donantes para proyectos específicos, ampliando la gobernanza compartida a actores no estatales.
Paradójicamente, el multilateralismo sanitario enfrenta objeciones que han tensionado su operatividad y eficacia. La imperiosa búsqueda de consensos prolonga la toma de decisiones, relegando las urgencias nacionales a largas negociaciones; la proliferación de foros y comités genera duplicidades y un uso ineficiente de recursos; y las asimetrías financieras —derivada del predominio de donantes de mayor capacidad económica— socavan el principio de igualdad entre Estados.
Entre las críticas más relevantes al modelo de multilateralismo sanitario existente destacan la burocracia e ineficiencia administrativas; el financiamiento condicionado, que orienta las agendas según las prioridades de los donantes; la carencia de mecanismos sólidos de rendición de cuentas; la fragmentación vertical de los programas, en detrimento de un enfoque integrado de salud pública; la politización de las alertas sanitarias; y los casos documentados de corrupción.
La respuesta multilateral a la pandemia de COVID-19, percibida como reactiva e inequitativa, ha intensificado el reclamo de reformas estructurales profundas. No obstante, los sucesivos intentos por mejorar la eficacia y la equidad han avanzado con lentitud y resultados limitados.
Desafiando el paradigma del multilateralismo realmente existente
Donald Trump incorporó muchas de estas críticas en su discurso político y durante su primer mandato, ya había anunciado la retirada de Estados Unidos de la OMS, aunque nunca llegó a concretarse. No obstante, mediante la Orden Ejecutiva 14155 del 20 de enero de 2025, volvió a disponer la salida de EE. UU. de la organización, con efectividad prevista para enero de 2026.
Simultáneamente, Trump ordenó el cierre de USAID, aplicó recortes sustanciales al NIH (reducción propuesta del 40 % sobre un presupuesto de USD 47 100 millones para 2024) y al CDC (presupuesto discrecional de USD 9 250 millones para 2024), así como a la financiación universitaria en el campo de la investigación biomédica. Estas medidas no son casos aislados, sino la manifestación de un discurso político que trasciende lo sanitario y antepone, entre otras, la protección interna a la responsabilidad global.
Poco después, el presidente argentino Javier Milei anunció la retirada de Argentina de la OMS alegando razones de soberanía, lo que demuestra que la narrativa iniciada por Trump está contagiando a otros líderes con posturas similares frente a las instituciones supranacionales. De hecho, parlamentarios italianos han exigido a la primera ministra Georgia Meloni que adopte una decisión análoga.
Impacto en el liderazgo de la OMS y el modelo multilateral
La suspensión de las contribuciones estadounidenses, que representan el 15 % del presupuesto proyectado para el bienio 2023–2025 (USD 6 500 millones) genera un vaciamiento financiero sin precedentes y un desface técnico inmediato. Tomando en cuenta el volumen de contribuciones de otros países e iniciativas privadas, el vacío creado será difícil de cubrir íntegramente. Entre los principales donantes figuran:
- Estados Unidos: USD 958 millones
- Fundación Bill & Melinda Gates: USD 689 millones
- Gavi, la Alianza para las Vacunas: USD 500 millones
- Comisión Europea: USD 412 millones
- Banco Mundial: USD 268 millones
- Alemania: USD 324 millones
- Reino Unido: USD 215 millones
- Canadá: USD 141 millones
- Banco Europeo de Inversiones: USD 119 millones
Esta merma financiera ya ha empezado a erosionar la capacidad técnica interna de la organización. En una encuesta realizada del 7 de marzo y el 2 de abril de 2025, un 63 % de las 108 oficinas país encuestadas reportó impactos laborales: el 53 % registró despidos y el 28 % licencias temporales, lo cual ha mermado la continuidad de equipos de epidemiólogos, virólogos y expertos en gestión de emergencias.
Para optimizar recursos, el 23 de abril de 2025, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus anunció una reorganización interna, reduciendo de diez a cuatro las divisiones estratégicas de la Secretaría General. Si bien esta medida busca agilizar la toma de decisiones, también refleja la presión por operar con un presupuesto recortado.
Las operaciones de campo sufren una contracción similar: el 71 % de las oficinas país reportó interrupciones en al menos un área de servicio, con una caída promedio del 40 % en el volumen de actividades —cifra comparable al pico de la pandemia de COVID-19—. En la práctica, esto se traduce en:
- Equipos de respuesta rápida debilitados y sobrecargados.
- Campañas de inmunización con dificultades en cadena de frío, distribución y capacitación.
- Redes de vigilancia y detección temprana fragmentadas, aumentando el riesgo de propagación no detectada de brotes.
En conjunto, estos ajustes comprometen el liderazgo técnico y la incidencia política de la OMS y aceleran la fragmentación del sistema de salud global. Así, antes que apostar por una reforma profunda de la OMS y por su fortalecimiento, se la debilita, sin tener una propuesta alternativa que reemplace su rol.
Al vaciarse espacios operativos y estratégicos, actores estatales o privados con agendas particulares ocupan el lugar de la organización, poniendo en riesgo la solidaridad y la corresponsabilidad que sustentan el multilateralismo en salud. De mantenerse esta tendencia, potencias emergentes como China y Rusia, así como fondos privados, podrían reconfigurar las prioridades globales bajo criterios distintos a los de la salud pública universal.
Reconfiguración de redes de cooperación y finanzas globales
La merma presupuestaria impulsó a la OMS a recurrir a mecanismos alternativos: el Fondo de Solidaridad COVID 19, bonos pandémicos y alianza con GAVI y la Coalición para la Innovación en Preparación ante Epidemias (CEPI). Sin embargo, la dependencia de donativos condicionados limita la flexibilidad estratégica y prioriza la respuesta a emergencias sobre el fortalecimiento sistémico.
Al mismo tiempo, los países receptores diversifican sus socios técnicos, vinculándose con China, la Fundación Bill & Melinda Gates y filantropías regionales, lo que fragmenta aún más los esfuerzos y complica la armonización necesaria para la planificación a largo plazo.
Consecuencias técnicas y científicas
En EE. UU., el NIH vería pospuestos proyectos en terapias génicas, vacunas y estudios sobre enfermedades raras, debilitando su liderazgo en biomedicina. El CDC, con una plantilla reducida en 1 300 trabajadores (10 %), limita su vigilancia epidemiológica y su labor de investigación aplicada. Las universidades, que en 2024 recibieron USD 36 940 millones en subvenciones del NIH —sosteniendo más de 400 000 empleos y generando USD 94 580 millones en actividad económica— perderán financiamiento clave, acelerando la fuga de talento y ralentizando la innovación.
Estos efectos dilatan los plazos de desarrollo de nuevos medicamentos y vacunas, debilitan redes globales de investigación y comprometen la preparación ante futuras crisis.
Conclusiones
Las decisiones ejecutivas de Trump en sus primeros cien días —sobre todo la retirada de EE. UU. de la OMS— no solo debilitan a la organización, sino que socavan el modelo multilateral sanitario existente, exponiendo la vulnerabilidad de los sistemas globales ante decisiones unilaterales.
Esta decisión, además, debilita las operaciones de campo poniendo en peligro sistemas de vigilancia epidemiológica y respuesta a eventos catastróficos en salud, y pone en riesgo el avance de importantes metas sanitarias, especialmente en países altamente vulnerables.
Sin una propuesta alternativa, el vacío que genera el debilitamiento de la OMS pone en peligro, incluso, la seguridad sanitaria global, la cual se incrementa por la reducción sustancial de fondos para investigación y de cooperación técnica bilateral.
Para salvaguardar la salud mundial, es imprescindible consolidar modelos de cooperación inclusiva, equitativa y transparente, que reconozcan la interdependencia de las naciones y garanticen la protección de las poblaciones más vulnerables.
Recomendaciones generales para un ensayo de multilateralismo inclusivo
1.Reformar la gobernanza de la OMS con aportes obligatorios basados en PIB y auditorías independientes.
2.Establecer fondos de reserva automáticos y mecanismos de movilización rápida de recursos.
3.Fortalecer y financiar centros regionales de salud pública, con protocolos adaptados al contexto local.
4.Garantizar la transparencia en alianzas público privadas y condicionar patrocinios filantrópicos a criterios de salud pública.
5.Implementar campañas globales de alfabetización sanitaria para combatir la desinformación y recuperar la confianza.
6.Promover la autonomía tecnológica en salud de los países del hemisferio mediante transferencia de conocimientos y tecnología.