La vacuna, una oportunidad para la unidad nacional

Por: 

Víctor Zamora

Un año después de su aparición, el COVID-19 ya ha cobrado más de dos millones de víctimas mortales y casi 100 millones han contraído la enfermedad, dejando importantes secuelas físicas y mentales. 

Al igual que en el resto del mundo, la pandemia no da tregua en nuestra patria; con más de un millón de infectados y 39,000 fallecidos, el Perú enfrenta hoy una segunda ola de contagios y muerte. 

Un aspecto relevante de esta epidemia es que entre los 10 países más afectados se encuentran grandes potencias industriales; encabezadas por los Estados Unidos, este grupo lo integran también Rusia, Reino Unido, Francia, Italia, España y Alemania, a los cuales se suman India y Brasil por lo grande de sus poblaciones. 

Otro elemento por resaltar es que, a pesar de los adelantos de la ciencia moderna, los gobiernos y las sociedades hemos enfrentado esta amenaza premunidos de solo tres humildes herramientas: la cuarentena, usado desde los tiempos de la peste negra; la mascarilla, cuyos orígenes datan del siglo XVII; y, el jabón, un invento sumerio. 

En este año, sin embargo, la humanidad ha sido testigo de un hecho sin precedentes. En un tiempo récord de 10 meses, la primera versión de la vacuna contra el Sars-Cov-2, desarrollada por Pfizer-BioNtech, logra su aprobación. EL record anterior lo tenía la vacuna contra las paperas, desarrollada en 4 años, en la década de los 60s. 

El mundo cuenta así con su cuarta arma nacida de la modernidad tecnológica lo cual nos permite soñar, no solo con controlar la pandemia, sino tal vez, erradicarla, logro obtenido solo contra la viruela en 1980. 

La carrera tecnológica, industrial, comercial y hasta geopolítica no queda ahí, actualmente ya se cuenta con dos vacunas para uso general y ocho de uso limitado. La demanda global supera largamente la oferta y eso actúa como un poderoso incentivo para el desarrollo de diferentes versiones de la vacuna. Actualmente existen al menos 90 vacunas en fase preclínicas en animales, 68 vacunas en ensayos clínicos en humanos y 20 que se encuentran en las etapas finales de prueba. 

Las barreras tecnológicas para el desarrollo de la vacuna, así como para su producción son, sin embargo, solo algunas de las muchas que se tienen que superar antes que el producto llegue, finalmente, a ser inoculada en las personas. 

La siguiente barrera, tal y como hemos sido testigos, es la comercial. 

Los países tienen solo tres opciones para lograr acceder a la compra de vacunas. La primera, es la derivada de acuerdos país a país; la segunda, de acuerdos país con mecanismos multilaterales; y, finalmente, los acuerdos del país directamente con las compañías productoras. El Perú está tratando de usar los tres mecanismos. 

De hecho, hoy tenemos ya firmado el primer acuerdo comercial con la empresa pública china Sinopharm gracias a las intensas y permanentes negociaciones y relaciones diplomáticas y comerciales con China. Ya se ha realizado el primer desembolso de 94 millones de soles para el primer millón de dosis que servirán para vacunar a los primeros 500 mil peruanos en poco menos de un mes. El marco del acuerdo contempla la compra de 38 millones de dosis adicionales. 

El Perú también participa de manera activa y diligente de la plataforma COVAX Facility (liderada por la Organización Mundial de la Salud, en consorcio con la alianza global para las vacunas GAVI y que tiene como principal promotor a Bill Gates). Esta plataforma actúa como un fondo común para la adquisición conjunta de las vacunas. Nuestro país ya ha realizado los primeros desembolsos de un total de 378.5 millones de soles para adquirir 13.5 millones de dosis (6.6 millones de peruanos) 

Finalmente, el tercer mecanismo, los acuerdos directos con las empresas. Legislaciones obsoletas, turbulencia política y cambios en las clausulas del contrato llevaron a que el contrato con la empresa Pfizer no prosperara; sin embargo, se mantienen abiertas las negociaciones con otras, tales como con AstraZeneca con los cuales se tiene ya un acuerdo preliminar para la compra de 14 millones de dosis.

Superada la fase de comercialización, quedan aún otros retos que acometer, los cuales se pueden resumir en cuatro: organizar la oferta, organizar la demanda, crear un ambiente propicio que facilite el proceso y, finalmente “la post venta”

El primer reto lo constituye el garantizar que la vacuna se encuentre en el punto de entrega en el momento que la población lo requiera. Esto significa contratar y movilizar un ejercito de vacunadores que deberán desplazarse por todo el país, debidamente protegidos con sus equipos de protección personal y premunidos de sus herramientas de trabajo (cajas térmicas, jeringas, materiales de registros, etc.) 

El segundo reto es garantizar que la población más vulnerable no se quede atrás y que cumplan las indicaciones. Lo más sencillo será vacunar al personal de salud y de seguridad: sin embargo, las dificultades empiezan con la población vulnerable. Como es bien sabido, el registro de la dirección consignada en nuestros DNI tiene un porcentaje importante de inexactitud, por lo que ubicar a las personas mayores de edad, constituirá todo un reto; el segundo es llegar a las personas viviendo con diabetes, hipertensión y obesidad. Al no existir un registro nacional, por tener un sistema de salud fragmentado, identificarlos será una tarea laboriosa.
 
A esto se debe agregar la disciplina y el orden. Como los productos a ser usados son de dos dosis y la norma exige una inamovilidad entre la primera y la segunda, habrá que definir el mecanismo para garantizarla. De no hacerlo, la campaña puede verse en riesgo.  

Tercero, comunicar para educar, persuadir y movilizar. La vacunación estará debilitada por la resistencia natural y creada. Una última medición señala que el rechazo a las vacunas se ha incrementado en los últimos meses hasta llegar al 48%. Una campaña comunicacional bien estructurada y mejor implementada deberá servir para revertir esta situación y hacer que la población apoye y participe de manera informada y activa. 

Finalmente, y no por ello menos importante, hay que vigilar los efectos post vacuna. No solo por su interés científico (conocimiento), ni sanitario (la salud de las personas); si no, por el potencial efecto devastador que pueda tener sobre la campaña el hecho que exista un efecto secundario mal manejado por el sistema de salud y manipulado de manera maliciosa por quienes están en contra de las vacunas. 

No está demás mencionar la absoluta necesidad de desarrollar un sistema de información que integre de manera permanente todos los elementos de este complejo proceso. 

Todos estos pasos, comprar, distribuir, comunicar, vacunar primero a los primeros, registrar y vigilar son absolutamente necesarios y deben realizarse en medio de una segunda ola que ya golpea duramente a nuestro pueblo y que tiene en tensión al sistema de salud, un sistema de por sí precario y que tiene como uno de sus más escasos recursos a los trabajadores de salud. 

Como en el resto de los países duramente abatidos por este flagelo, la vacuna parece llegar tarde ya para muchos, pero no deja de ser la esperanza para una pronta recuperación y reintegración para los demás. 

La ciencia ya hizo su parte, ahora, como a lo largo de toda la pandemia, está en nosotros, en nuestra capacidad de generar consensos y unidad en la acción y en entender que la salud nos une, la posibilidad de usarla en beneficio nuestro.

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