Educación: de la pandemia a la reforma

Por: 

Sigfredo Chiroque Chunga

En las actuales circunstancias de COVID-19, casi nadie discute la necesidad de una reforma de la salud en nuestro país. El colapso de los hospitales, la venta de oxígeno, el número de personas infectadas y fallecidas, el comportamiento de las farmacias y clínicas particulares… todo ello son “evidencias tangibles” que no demuestran, sino “muestran” la necesidad de una reforma de la salud en nuestra Patria.

Pero, de manera interesante, constatamos que no existe la misma percepción acerca de una necesaria reforma educativa. Inclusive algunos difunden imágenes de estudiantes trepando cerros con sus radios para tener señal y escuchar (sic) las clases de “Aprendo en Casa”. Como diciendo, es tan buena esta “oferta” que la “demanda” la busca aún con sacrificio. 

La necesidad de cambios en educación –en el mejor de los casos- se le está reduciendo a respuestas referidas al cómo aprender y enseñar, usando los procesos y medios de la educación a distancia o remota, al no poder usar las formas de educación presencial. Para algunos, inclusive, esto llevaría a la educación peruana a ponerse en la perspectiva del 2030. 

Asumiendo que la educación es un derecho, creemos que importa que ella sea vista como una práctica social: exigible, irrenunciables, indivisible a otros derechos y auto-determinada. Siendo así, hay que dar respuestas a los problemas de una educación en contexto de pandemia, pero en la perspectiva de transformaciones más amplias y holísticas, que podemos llamarles reforma educativa. Ésta debe dar respuestas centrales sobre: 

  • La responsabilidad estatal en la concreción del derecho a la educación. La pandemia ha demostrado la importancia de lo público, pero al mismo tiempo nos ha hecho tomar conciencia que el 29,4% de la educación ya está privatizada. ¿Dónde queda el rol del Estado?  
  • La finalidad de la educación o sea su PARA QUÉ. Lícitamente podemos preguntarnos: ¿la educación peruana ha preparado a la población para afrontar situaciones como la pandemia? ¿Ha previsto tener suficientes profesionales de la salud, formados con calidad y pertinencia? ¿Lo que se aprende y enseña en educación básica –más allá del cartón formal- aporta realmente al desarrollo regional y a una estrategia de desarrollo nacional? ¿Nuestra educación conlleva afirmación cultural? Más allá del debate funcional, si se deben usar objetivos o competencias, hay necesidad de relacionar la práctica educativa con su mediación para lograr fines de defensa de la Vida de los Humanos y de la Naturaleza.
  • El currículo donde se precise el QUÉ aprender y enseñar. En la actual pandemia, se ha seguido con un currículo centralista y, de alguna manera, con enfoque neocolonizador. La diversidad cultural y de necesidades locales y regionales han quedado de lado. La descentralización educativa, también expresada en el currículo se ha obviado. Pero, esto no es un problema coyuntural, sino estructural que se viene arrastrando desde hace mucho tiempo, más allá que las normas permitan la diversificación y adecuación curricular. En educación, la realidad (pasada, presente y futura) no es un simple contexto de referencia, sino también de transformación.
  • La cobertura de la matrícula o con  QUIÉNES se concretiza el derecho a la educación. Si la educación es un derecho exigible ¿cómo minimizar el 6% de analfabetismo en población de 15 y más años? ¿De qué manera atender a unos 7 millones 600 mil jóvenes y adultos que no han culminado su educación básica? ¿No importa recuperar el derecho a la educación de cerca de un millón y medio de niños-trabajadores que se han quedado sin estudiar al haberse suprimido ilegalmente el Programa de Educación Básica para Niños y Adolescentes?  ¿Qué hacer para que el principio de una educación a lo largo de la vida no sea letra muerta para unos 17 millones y medio de peruanos y peruanas? ¿Cómo transitar del 91% al 97% en de atención a niños de 3 a 5 años? ¿Cómo atender a un 15% de población que se está quedando sin educación secundaria?  
  • La calidad y pertinencia de lo que se aprende y enseña. La actual pandemia ha permitido soslayar los resultados publicados, en el mes de abril 2020 por el MINEDU acerca de logro de aprendizajes en el 2019. Según estos resultados, en lectura no llegaban al nivel satisfactorio el 62,4% de estudiantes del 2º grado de primaria, el 65,5% de quienes cursaban el 4% grado de primaria y 85,5% de quienes estaban en el 2º año de secundaria. En el caso de matemática, no llegaban al nivel satisfactorio el 83% de estudiantes del 2º grado de primaria, el 66% de quienes cursaban el 4% grado de primaria y 82,3% de quienes estaban en el 2º año de secundaria. En el estratégico desarrollo de ciencia y tecnología, un escandaloso 90,3% no tenía logros satisfactorios de aprendizaje. Estas cifras solamente manifiestan rendimientos, pero no su aplicabilidad pertinente a realidades dispares de nuestro país. Aún más, lo publicado por el MINEDU señala que los resultados de aprendizaje están empeorado en los tres últimos años.
  • El tener un magisterio suficiente, de calidad y tratado con dignidad. Hemos logrado reducir el número de docentes intitulados, pero la estudiantes de formación magisterial están mermando (del 2008 al 2019 han decrecido en un 34,2%). Un 37,5% de los docentes del sector público trabajan en situación de contratados, porcentaje que crece anualmente.. La remuneración líquida promedio de los 388,314 docentes nombrados y contratados llega apenas a cerca de los 2300 soles. Y estos profesionales de la educación son tratados –en la práctica- como simples operadores hasta de los procesos didácticos que deben usar con sus estudiantes.
  • Importa también apuntar las serias limitaciones de infraestructura educativa, equipos y recursos de aprender y de enseñar. Un altísimo porcentaje de instituciones educativas tiene problemas en este campo.

Este breve recuento de algunos problemas de la educación peruana no universitaria, nos llevan a la conclusión de reafirmar la necesidad de cambios estructurales en ella; es decir, una reforma educativa. Para ello, no basta “actualizar” el aprobado (por el CNE) “Proyecto Educativo Nacional al 2036”. Se podría:

  • Dar respuestas inmediatas a los problemas educativos generados por la pandemia, pero en la perspectiva de cambios más amplios. Por ejemplo, entrega de laptops para estudiantes y docentes, pero con el criterio de internet universal;  
  • El actual Congreso podría avanzar nombrando una Comisión de Reforma Educativa; 
  • Promover que el nuevo Gobierno que juramente en el 2021 esté dispuesto a ir más allá de poner parches en la educación peruana e iniciar una real Reforma Educativa.

 

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