Salvajismo cultural, colonialismo nacional y miseria humana
Rudecindo Vega Carreazo
En Perú pervive fuerte, nada escondido, un salvajismo cultural abominable, está en nuestra raíz, nunca atendida, confrontada ni menos resuelta, es producto colonial y también una “heredad” prehispánica, hecha costumbre en nuestra era republicana; es un salvajismo cultural teñido de racismo y discriminación, pero, sobre todo, es cabal expresión de un etnocentrismo estructural e histórico. Los salvajes no están en la selva ni en los andes, en las comunidades nativas y andinas y provincias, ni en el mundo rural y amazónico; los salvajes están en las urbes, tienen cargos gubernamentales y hasta ostentan cargos de presidente y ministros, son salvajes con instrucción incluidas maestrías y doctorados. Hay que ser un reverendo salvaje para justificar las violaciones de niñas, niños y mujeres como una “práctica cultural” indígena siendo ministro de educación o ministra de la mujer, es el mismo nivel de decirles que “no son ciudadanos de primera clase”.
Las cerca de 900 violaciones reportadas por dirigentes Awajun en Condorcanqui realizadas por profesores a sus alumnas, policías a los ciudadanos y hasta por promotores que deben velar por sus derechos es un salvajismo de quien considera que puede hacer lo que se le antoja con menores o mujeres desamparados por ser indígenas, depredan vidas y dignidades, se saben impunes, que no serán sancionados por ninguna autoridad, convencidos que pagando 500 soles, como un “desprecio humano”, es suficiente para “salvar” una violación. Las autoridades y el estado, no están ni llegan y, las que están son las que abusan y protegen a los abusadores. Este oprobio cultural a los Awajun también ocurre con los Wampis y todo el pueblo Jibaro de Amazonas, San Ignacio y San Martin; con los hermanos Shipibo Konibo de Ucayali; los Asháninkas de la selva central; los Arahuca en Loreto y con todos los pueblos indígenas del Perú. Esas violaciones son ocultadas, aceptadas y perdonadas por esa vil hipocresía de no denunciar ni decir nada.
El 5 de junio del 2009, hace 15 años, ocurrió el “Baguazo” en Amazonas, protagonizado justamente por los pueblos Awajun y Wampis, como un acto heroico de lucha para proteger sus bosques, ríos y amazonia de decretos legislativos del gobierno orientados a depredarla y saquearla; meses de huelga a media carretera fueron silenciados con una salvaje intervención del gobierno nacional que terminó en matanza de indígenas y policías y en la derogación de los decretos legislativos que el gobierno de Alan García quiso imponer. Los Jíbaros tienen ese espíritu guerrero innato, hoy levantan su voz, en paz y tranquilidad, para exigir justicia para sus niñas, niños y mujeres y, reciben, a lo salvaje, el desprecio y ofensa gubernamentales. Ya conocemos el pedido del pueblo Awajun, ojalá estemos a la altura de su exigencia para impulsar un tratamiento integral a tanta explotación y abandono que padecen nuestros hermanos indígenas. Difícil esperar algo bueno del gobierno nacional con las autoridades que tiene, cabal expresión del salvajismo cultural; nada de esperar del gobierno regional y local que se han escondido asumiendo complicidad, queda a la sociedad civil hacer visible esta explotación y diseñar propuestas para enfrentarla.
Hay otras violaciones culturales y territoriales que padecen nuestros indígenas de Amazonas y de todo el Perú; el 75% del territorio amazónico está sujeto a concesiones de hidrocarburos como el 25 % del territorio nacional está sujeto a concesiones mineras que se sobreponen al casi 45% del territorio de las comunidades campesinas. Esa “colonialización legal” va acompañada de otra más perversa, la “colonialización” de las economías ilegales: narcotráfico, minería ilegal, tala y tráfico de madera, trata de personas, tráfico de flora y fauna; que depredan sus territorios, matan vidas y su cultura; en febrero último, AIDESEP denunció en la 189 sesión de la CIDH el asesinato de 33 defensores indígenas ambientales en la última década. El putrefacto estado que tenemos y sostenemos se beneficia, avala y defiende dichas economías, poco hace contra las mismas sabiendo que destruyen la territorialidad nacional, realiza uno que otro operativo, para justificar su presencia en la zona, para proteger a las organizaciones criminales y cárteles nacionales e internacionales más que para defender nuestro territorio amazónico y culturas tradicionales. El Estado es aliado y cómplice de este perverso mundo de las economías ilegales y, ese es el peor escenario, para la pluralidad étnica y cultural del Perú.
El abandono nacional del mundo indígena es tan grande que justamente estas culturas son expresión masiva de la pobreza y extrema pobreza, la desnutrición y anemia, la extrema carencia de servicios básicos, como lo dijo un mal acabado presidente, “no son ciudadanos de primera clase” como para exigir respeto por sus derechos y cultura. Es un salvajismo cultural, expresión de una consuetudinaria miseria humana, hipócritamente asimilado y negado de un “neocolonialismo nacional” que permitimos con el racismo y etnocentrismo de nuestra cultura respecto de las culturas amazónicas y andinas; no es el tradicional colonialismo de un estado respecto de otro estado, es un neocolonialismo que ocurre dentro de nuestro estado y país, un colonialismo, dominación y explotación de nuestras culturas y gobierno respecto de las culturas amazónicas y andinas. Nuestro estado moderno, nuestro estado de derecho y democracia, los hemos impuesto, no es la de ellos y no recoge sus reivindicaciones, costumbres y creencias; es una rajadura estructural, histórica, pendiente de resolver en nuestra construcción de país pluricultural.
Increíble que nuestro Perú tan diverso y pluricultural, padezca de racismo y etnocentrismo, salvajismo cultural y miseria humana, de neocolonialismo intra nacional; ojalá asumamos nuestra maravillosa riqueza cultural representada en nuestros 13 grupos lingüísticos; 51 culturas amazónicas, 5,378 localidades y cerca de 370,000 pobladores ubicadas en 11 departamentos (Cajamarca, Amazonas, San Martín, Loreto, Ucayali, Huánuco, Pasco, Junín, Ayacucho, Cusco y Madre de Dios); nuestras 4 culturas andinas con millones de pobladores quechuas, aimaras, uros y jaqarus en decenas de miles de localidades; ojalá entendamos que muchos de esos pueblos están en proceso de extinción y que su riqueza cultural originaria tiene tanto valor como nuestra masiva asimilación e “integración” cultural hispana, africana, centroamericana, china, japonesa, italiana, alemana y venezolana, además de otras menores afincadas en el país. Un gran Perú seremos cuando resolvamos nuestras estructurales e históricas taras del racismo y etnocentrismo, salvajismo cultural y neocolonialismo nacional, cuando resolvamos esa miseria humana de no respetar nuestra diversidad en libertad, igualdad y fraternidad. Construir esa visión plurinacional es hoy, el Perú y los peruanos no pueden ni deben esperar.