Enfermos mentales y adictos a sustancias: Siempre de chivos expiatorios*
Leda M. Pérez
Un artículo publicado el 11 de marzo en “La República” anunció lo siguiente: “…Muchos delincuentes son adictos, alcohólicos o enfermos mentales”. Resultado de una entrevista con Lucía Dammert, socióloga y experta en seguridad, el artículo toca varios puntos de alta relevancia e importancia sobre el tema de seguridad, presentando los análisis y las propuestas de Dammert respecto a posibles fallos sistémicos. Pero en lugar de resaltar algún otro tema, “La República” optó por escoger el titular más sensacionalista. Esta opción comprueba una vez más cuan poco se entiende la enfermedad mental, sus causas y, sobre todo, cuan poco se entiende a las personas con discapacidad psicosocial. Lo único que logra este titular es de establecer una relación de causalidad entre la criminalidad y la discapacidad psicosocial y/o dependencia a sustancias.
En esta coyuntura, cuando a diario hay noticias de actos delincuenciales en todas partes del país, un titular como este es sumamente peligroso, pues confunde al público acerca de las causas de fondo de la inseguridad reinante y, como suele pasar, termina posicionando a estas personas, de por si vulnerables, como los chivos expiatorios del día.
Un titular más educativo hubiera señalado a la falta de avances en el entrenamiento de la Policía Nacional que permita una fuerza moderna y profesionalizada. También podría haber resaltado a los “serios problemas de corrupción” que continúan dentro de la policía, o el hecho de que el Ministerio del Interior (MININTER) no cuenta con información actualizada, destacando que el MININTER es incapaz de contar “en forma objetiva las víctimas de un crimen violento” lo que resulta en cifras ridículamente inexactas. Cualquiera de estos hubieran sido más relevantes e útiles para informar a la mente publica antes que el titular escogido.
Pero la respuesta fácil siempre apunta a las comunidades más marginadas, como si estas fueran una fuerza catalizadora para todos los problemas que enfrentamos. En lugar de poner el dedo en la raíz (o las varias raíces) del problema, esquivamos las causas reales y buscamos los culpables aparentes. Y todo esto tiene que ver además con la lógica de venta de los periódicos, basada en gran parte en titulares ultra llamativos.
Ojalá los medios de comunicación optaran por jugar un rol más constructivo en este debate sobre la inseguridad ciudadana. De ser así, tendrían que estar mejor informados y saber que si bien muchos delincuentes son consumidores de alguna sustancia – legal o ilegal – la raíz del problema no está en el consumo de la sustancia sino en la falta de cuidados y/o intervenciones apropiados y en los estímulos generales de la sociedad hacia comportamientos delincuenciales. Nos daríamos cuenta de que no conduce a nada bueno un curso de “populismo penal” que solo lleva a fabricar más cárceles pero no resuelve los temas de fondo. Entenderíamos que existe aquí un continuo que comienza en casa (si es que tienes una), sigue dentro de las escuelas y te lleva directamente a los penales. El Perú no está solo en esta tendencia, pero tal vez en medio de su falta de institucionalidad e informalidad existe la manera de cambiar esta oleada.
La primera inversión en el sistema de seguridad tiene que ocurrir a nivel comunitario, trabajando para asegurar que todos los niños tengan la oportunidad de aprender en un lugar seguro. La solución no es de estigmatizar a las personas con enfermedad mental, ni criminalizar a los que consumen sustancias (bajo esa lógica la mayoría del país estaría enjuiciado por su consumo de sustancias socialmente aceptables). El desafío es de entender lo que ocurre, porque ocurre y asegurar que las intervenciones y estrategias sean con base en la comunidad y con tratamientos modernos. Para esto se requiere una policía moderna y profesional, con data actualizada a su alcance; se requiere de sistemas de salud con profesionales calificados y herramientas para apoyar a familias necesitadas; y, finalmente, un gobierno dispuesto a invertir en sus dependencias para que puedan hacer su trabajo con la más alta calidad posible. Cerrar los ojos frente a un marco así de complejo solo implica que al abrir los ojos, nada habrá cambiado. Bueno, tal vez tendremos más cárceles listas para ser llenadas. Nada más.
Y mientras tanto, hay que recordar siempre que nuestros más grandes delincuentes del pasado y los del presente - algunos presos y otros que merecerían estarlo - ni tienen problemas de enfermedad mental ni de adicción a las drogas. Son simple y llanamente delincuentes que se benefician de la cultura de la impunidad y corrupción.
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