Es crimen estructural, no inseguridad ciudadana

Por: 

Rudecindo Vega Carreazo

El crimen en Perú, organizado y desorganizado, se ha institucionalizado y masificado, es estructural; la inseguridad ciudadana, pese a su crueldad, es sólo un síntoma de un padecimiento más grave. La política estatal, de las mafias que controlan las instituciones gubernamentales, trafican con el dolor nacional, protegiéndose de sus fechorías, aparentan “curar la inseguridad ciudadana” aduciendo que combaten el crimen. No es una decisión ignorante, es perversa e interesada, no combaten el crimen porque son manifestación, cómplices, protectores o aliados del mismo, que asola el país y controla nuestra institucionalidad. No estamos arrinconados por delincuentes o bandas, estamos copados y controlados por organizaciones criminales en las calles, instituciones y en el gobierno.

Los carteristas, ladrones callejeros, asaltantes de bancos y casas del pasado, hoy, son las pirañitas de los delincuentes armados de calles públicas y de negocios formales e informales; éstos, son los pájaros fruteros de bandas dedicadas a la extorsión y, muchas de éstas, son aparatos de organizaciones criminales nacionales articuladas e integradas con el crimen trasnacional. No sufrimos los malestares de un “resfrío de inseguridad ciudadana”, padecemos una metástasis de “cáncer de criminalidad”. Para desgracia nuestra, todo, con complacencia de las autoridades e instituciones gubernamentales del país. El Perú dejó de ser república (res publica -cosa pública) es una “reprivada” (res privada - cosa privada); dejamos de ser una democracia (gobierno del pueblo), somos un criminocracia (gobierno del crimen); ya no somos un estado de derecho (estado regido por la ley) somos un estado del crimen (estado regido por el delito). Somos un estado fracasado, un leviatán derrotado.

El resquebrajamiento histórico entre un Perú Real y Perú Legal del que daba cuenta Jorge Basadre y, el desborde del Perú formal por el Perú informal que nos ilustró José Matos Mar; han cedido a un fenómeno más letal y lapidario, que los ha arrinconado a ambos: el Perú criminal. Nunca fuimos un Perú. Nuestra multi diversidad, la forzamos en dos Perú, el real y legal y el formal e informal. Hoy somos 3: el Perú Criminal empoderado en la economía, la calle y el gobierno; el Perú formal acomodado y a la orden del criminal y persiguiendo al informal; y el Perú informal que lucha y/o se acomoda, muchas veces, con ambos. Ese es el gran problema nacional que debemos resolver, todo lo demás son manifestaciones de nuestro tragidrama nacional.

Las normas sobre inseguridad ciudadana, estados de emergencia, criminalidad sistémica, terrorismo urbano e incluso crimen organizado, como están, poco podrán hacer en una sociedad con una criminalidad estructural e institucionalizada; esas normas, por más buenas que sean, que no es nuestro caso, poco o nada podrán hacer con las economías criminales (minería ilegal, narcotráfico, trata de personas, tráfico de flora y fauna, tala ilegal, corrupción, extorsión y crimen organizado, contrabando) que crean masivo empleo, generan nuevos ricos y proveen incalculables reservas lavadas para el país. Esas normas tampoco pueden hacer nada, o muy poco, contra las bandas y organizaciones criminales que actúan aliadas y protegidas por las instituciones policiales, fiscales y judiciales. Esas normas nada lograrán contra las organizaciones criminales que nos gobiernan desde las instituciones gubernamentales y estatales que ellas controlan. El crimen estructural e institucionalizado que padecemos no lo vamos a resolver con normas, como la independencia de

España no fue normativa; tendrá que ser un proceso largo de independización del crimen que nos lleve a refundar nuestra segunda república que procure un nuevo pacto social entre todos los actores formales, informales y criminales. Un nuevo pacto social, una nueva república, una democracia que no sea débil y boba, un estado de derecho que no sea torcido, un Perú para el futuro.

La protesta de los gremios de transportistas ante la agresiva y extendida extorsión de que son víctimas, ha puesto en evidencia la inutilidad del Estado. También hace evidente lo que pocos quieren ver: la criminalidad arremetiendo contra el mundo informal; un mundo formal que observa, sin comprometerse, la desgracia de ese mundo informal y; una estructura gubernamental alineada con los criminales.  Esa protesta, repleta de informales, reforzada con otros actores informales, ha logrado lo que muchas protestas regionales, sociales y políticas no pudieron, hacer retroceder al congreso y gobierno en su propósito de mantener las normas favorables al crimen organizado y su despropósito de engañar mediante el terrorismo urbano. No todo está resuelto, ni el congreso ha cedido totalmente al pedido ciudadano ni los protestantes han arriado banderas ante la mediocre respuesta congresal gubernamental. No hay tensa calma, vivimos una calma explosiva.

Ese mundo informal, ninguneado por el formal y agredido por el criminal, una vez más, nos da otra lección: si nos organizamos, unimos y nos plantamos, podemos hacer frente a los delincuentes en las calles y hacer retroceder a los delincuentes que nos gobiernan. Maravillosa su frase: “Si no luchamos juntos, nos matarán por separado”. Toca pedir al mundo formal (empresarial, gremial, sindical, profesional, organizaciones sociales y estudiantiles), a los buenos políticos y nuevos partidos, a los ciudadanos, a integrarse en este esfuerzo de recuperar nuestra república, nuestra democracia, nuestro estado de derecho, nuestro país; en definitiva, a recuperar y construir nuestra vida en paz y dignidad.

Manuel Gonzales Prada en la calamidad de la post guerra con Chile, como si fuera ahora, escribía: “En todo país civilizado funcionan grupos homogéneos o, cuando menos, se bosquejan embriones de partidos con sus hombres i sus credos: nosotros no conocemos armonías de cerebros, sino alianzas de vientre. No poseemos elementos individuales que reunir en un cuerpo solidario i compacto, porque los individuos útiles y probos esquivan la lucha, se sustraen a l´acción i viven acurrucados en el carapacho de su yo. El malo triunfa i manda, hace i deshace, mientras el bueno resume su filosofía en cuatro palabras: tranquilidad en la dijestión” (Propaganda i ataque).

En Perú hay una extensa sociedad civil dialogante, democrática y sana, hay políticos buenos de todas las tendencias que debemos requerirlos que regresen y activen en bien del país, existe una ciudadanía incrédula, engañada y vuelta a engañar que debemos volver a comprometer, hay otra ciudadanía apática, indiferente y no participante que debemos animarla a dejar la “tranquilidad en la dijestión” y participar en su propio bien. En Perú hay masa gris, materia y un gran margen para articularnos e independizarnos de los malos que “triunfan i mandan, hacen i deshacen”, hay país para iindependizarnos del crimen y reconstruir nuestro Perú. Insisto: Amar al Perú debe ser nuestra identidad, independizarnos del crimen nuestra consigna.