El presidente cosecha: 10 puntos de aprobación más en dos meses
Laura Arroyo G.
En dos meses (julio-agosto) el presidente Castillo ha subido 10 puntos de aprobación. Ese debería ser el titular del domingo. Sin embargo, lo que veremos -intuyo- es la evasión de dicha noticia y, peor aún, análisis imprecisos producto de ese ocultamiento. Si bien la desaprobación sigue siendo alta, algo esperable, resulta poco usual (podíamos decir inédito) el nivel de aumento de aprobación del presidente que, además, tiene contra él todas las puntas de lanza que desde los distintos poderes se han afilado desde el día uno y con mayor ferocidad en estos mismos meses en los que el presidente cosecha una subida notoria.
Por otra parte, sorprende también la lectura de ciertos analistas para quienes la desaprobación de Castillo es enteramente responsabilidad suya mientras que el aumento en su aprobación no es mérito de él, sino exclusivo de la “oposición torpe”. Una lectura nuevamente limitada que abona además a un análisis impreciso. Hay un dato objetivo que no puede obviarse y es que la estrategia presidencial ha tenido un giro de timón notorio. Si bien la gestión sigue ausente -y este es el principal problema a resolver por el Gobierno- de tener a un Gobierno a la defensiva, el presidente Castillo ha pasado a una estrategia a la ofensiva donde ha logrado que la agenda pública vuelva a estar en disputa y no ser solo un personaje que se deja llevar por la que se instala. A esto no solo ha sumado mucho la oposición golpista que en su discriminación le regala la narrativa, sino también las sucesivas reuniones políticas con los agentes sociales (movimientos diversos, organizaciones populares, líderes, etc.).
La apuesta es la consolidación de su núcleo más duro, aquel que llevó a Castillo a la segunda vuelta, y es un acierto. En la misma línea, la definición de un “otro” en esa oposición que continúa un discurso antidemocrático donde cualquiera que piense en la necesidad de cambios es Castillista o cojudigno, le permite también generar una mayor empatía en espacios que aun votando por Castillo en segunda vuelta han visto con recelo su primer año y con razón. En política las variables se relacionan entre sí. La oposición no beneficia al presidente Castillo de manera involuntaria y punto, sino que hay una estrategia presidencial en la cual se utiliza esta torpeza (llamémosla por su nombre: este racismo, clasismo y golpismo) elaborando un discurso que así lo permite. Algunos lo llaman victimización. A mi juicio se trata de táctica política. Y claro que le funciona.
Finalmente, si algo va quedando claro, no solo es que su estrategia está funcionando, sino que contra todo lo que han señalado en ríos de tinta y horas de televisión y radio los más relevantes analistas y opinadores “peruanos” (habría que decir limeños) hay hoy un Castillo más fuerte que ayer. En efecto, las sospechas de corrupción en su entorno son necesarias de dilucidar y constituyen uno de sus principales flancos abiertos, pero en lugar de agrietar su imagen, por acción de los mismos poderes -en especial el mediático- han terminado siendo parte del ruido político y su efecto se ha reducido. En un contexto de crisis sistémica, con todos los poderes deslegitimados, pensar que el poder judicial sería determinante fue también una lectura errada. Por más lamentable que esto resulte.
Ni el adelanto electoral ni la vacancia ganan terreno. Por el contrario, lo pierden. Por ello, si algo está quedando claro es que la vía siempre es hacer política. El presidente la está haciendo y está cosechando mucho más que su oposición. La pregunta es si esto basta. Y me temo que no. O gobierna o esta luna de miel se quedará sin miel pronto.