El parto de un nuevo orden internacional
Ariela Ruiz Caro
La condenable y trágica guerra desatada por la intervención militar de Rusia en Ucrania se explica por los acelerados cambios en la redistribución geográfica del poder hegemónico y las tensiones que surgen entre las potencias en pugna. En Europa, donde concentra el mayor número de bases militares (452) en el mundo, Estados Unidos diseña estrategias con el fin de mantener su presencia en esa región. A la par que ejerce presiones para frenar los crecientes flujos de comercio e inversiones con China, busca cercar militarmente a Rusia, su principal rival como potencia nuclear.
Pero la actuación del gobierno estadounidense no se limita a Europa, sino también a la región Indo Pacífico. Sabe que su superioridad militar se ha erosionado y que su capacidad para defender sus intereses vitales está cada vez más debilitada. “Si la nación no actúa con prontitud para remediar estas circunstancias, las consecuencias serán graves y duraderas”, se señala en Providing for the Common Defense (Previsiones para la Defensa Común) de 2018. Sabe que no tiene capacidad militar suficiente para hacer frente a una alianza entre
Rusia y China
Por ello, en el National Defense Strategy, (Estrategia de Defensa Nacional), del mismo año, se señala que la competencia estratégica a largo plazo con China y Rusia son la prioridad del Departamento de Defensa, lo cual requiere “una inversión mayor y sostenida, debido a la magnitud de las amenazas que ello supone para la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos”.
La estrategia con Rusia
Con relación a Rusia esta propone fortalecer la OTAN y lograr una Europa “fuerte y libre, unida por los principios compartidos de la democracia y la soberanía nacional”. Estados Unidos necesita una Europa detrás de sus objetivos económicos y políticos, y a una OTAN ampliada como estructura para su defensa. Así, a pesar de las promesas verbales de que no se expandiría hacia el Este, dicha alianza militar se amplió desde 1997 de 16 a 30 miembros.
El rechazo a un diálogo serio sobre los temas que planteó Rusia a la OTAN y al gobierno de Estados Unidos sobre “las líneas rojas” de su seguridad, así como el incumplimiento de los Acuerdos de Minsk de 2014 y 2015 –para poner un alto al fuego en las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk–, respondían a la estrategia estadounidense de encolumnar a Europa detrás suyo en una campaña guerrerista, que la está llevando al despeñadero. Asistimos al “suicidio” de Alemania al dejar de operar el gasoducto Nord Stream II con gas proveniente de Rusia y verse obligada a comprarle GLP a Estados Unidos, más caro y contaminante; a la tradicionalmente neutral Suiza que hoy se suma a las sanciones económicas y a Suecia y Finlandia, considerar su ingreso a la OTAN.
Las drásticas sanciones económicas impuestas a Rusia por Estados Unidos y por la Unión Europea, nunca tan unida, están teniendo un efecto boomerang, con incrementos de precios en el petróleo, gas, trigo, níquel, fertilizantes y aluminio. Atrás han quedado las palabras del Canciller alemán Olaf Scholz, acompañado por el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, aquel 16 de febrero cuando dijo: “para nosotros, los alemanes, pero también para todos los europeos, está claro que la seguridad sostenible no puede lograrse contra Rusia, sino solo con ella”. Atrás también ha quedado la Estrategia Global para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea que sentaba los lineamientos para convertirse en un actor estratégico y autónomo en la disputa por el poder global. Líderes políticos como Jean-Luc Mélenchon, candidato presidencial de Francia, consideran que el no alineamiento es la única condición para la paz en Europa y critican duramente a la OTAN y a la Pax americana.
Estrategia con China
Con relación a China, la estrategia estadounidense busca “reforzar nuestras alianzas y asociaciones en el Indo-Pacífico para lograr una arquitectura de seguridad en red capaz de disuadir la agresión, mantener la estabilidad y garantizar el libre acceso a los dominios comunes (…) Más allá de nuestras principales alianzas, duplicaremos la construcción de asociaciones en todo el mundo, porque nuestra fuerza se multiplica cuando combinamos esfuerzos comunes para compartir costes y ampliamos el círculo de cooperación”. Para estos fines existen algunas organizaciones como el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad) y el Aukus, alianza militar creada en septiembre de 2021 por Estados Unidos, Australia y Reino Unido. Ambas tienen en la mira “defender los intereses compartidos en el Indo-Pacífico”, con la puntería puesta en China.
Fundada en 2007, el Quad, alianza diplomática-militar conformada por Estados Unidos, India, Australia y Japón, fue elevada de status a propuesta del presidente Biden, al realizarse la primera cumbre de líderes (jefes de Estado) en Washington, en septiembre de 2021. Estos volvieron a reunirse virtualmente el jueves 3 de marzo para dialogar sobre la crisis en Ucrania y la situación en Taiwán.
India fue el único de los cuatro países del Quad que no condenó la invasión de Rusia a Ucrania. Las autoridades norteamericanas lo comprenden pues el coordinador de la Casa Blanca para la región Indo-Pacífico, Kurt Campbell, dice que “India tiene una relación histórica y muy antigua con Rusia, pero al mismo tiempo, en última instancia, creemos que la India avanzará en nuestra dirección”. Rusia es el principal proveedor de armas para el ejército indio y si la administración de Biden decidiera sancionar a India por sus acuerdos con Moscú, el Quad se vería debilitado.
Días antes, Campbell había dicho que Estados Unidos también mantiene su atención en esa región asiática, a pesar de la crisis en Ucrania y del difícil y costoso esfuerzo que implica atender dos frentes. “No es la primera vez que Washington está profundamente involucrado en dos crisis al mismo tiempo; ya lo hizo durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría”.
Así, mientras tenía lugar la reunión del QUAD, Biden envió a Taiwán una delegación liderada por Mike Mullen, ex jefe del Estado Mayor Conjunto, quien reiteró que su país se opone a cualquier cambio unilateral en el statu quo de Taiwán, isla sobre la cual China reclama su soberanía y con la que Washington, oficialmente, no tiene relaciones diplomáticas.
La visita generó el rechazo del ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, quien le solicitó a su par estadounidense que deje de intervenir en los asuntos internos de China, sobre todo con relación a Taiwán. Le dijo que «últimamente, algunas acciones de Estados Unidos contradicen los acuerdos (aprobados previamente por los líderes de los dos Estados), lo que es motivo de gran preocupación para China”. Le recordó que “Taiwán es parte inalienable del territorio chino, y la cuestión de Taiwán es un problema de la política interna de China». Agregó que “Estados Unidos debe volver a respetar el principio de una sola China, dejar de saludar las actividades que promuevan la independencia de Taiwán y comenzar a «apoyar con acciones reales las relaciones chino-estadounidenses».
Un mes antes, en febrero, los ministros de Relaciones Exteriores del Quad se habían reunido para tratar el tema de Ucrania. Entonces, el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, declaró que defendía “principios muy básicos como el hecho de que un país no puede simplemente dictar a otro sus opciones, sus políticas, o con quién se asociará”. Como señala el analista Peter Symonds, “es Estados Unidos, y no Rusia o China, el que ha recurrido repetidamente a la fuerza militar y a las invasiones ilegales durante las últimas tres décadas para apuntalar el orden posterior a la Segunda Guerra Mundial, en el que Washington dicta las reglas internacionales para satisfacer sus intereses”.
En una entrevista con el diario The Australian, Blinken manifestó la pérdida de poder de su país al señalar: “Hay pocas dudas de que la ambición de China, con el tiempo, es ser la principal potencia militar, económica, diplomática y política, no sólo en la región sino en el mundo”. Pero, añadió, que “Estados Unidos y sus aliados eran una coalición más formidable que el emergente alineamiento China-Rusia”. Además, señaló el interés de Washington de reunir a “docenas de aliados y socios a través de la OTAN, de la Unión Europea, de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y, por supuesto, aquí en el Indo-Pacífico, con nuestros aliados más cercanos, ya sea Australia, Japón, Corea del Sur” contra Beijing y Moscú.
Desde el oráculo
Mientras los europeos viven la amenaza de Putin de haber puesto en alerta su arsenal nuclear, China observa atentamente. Su posición es clara. La portavoz de la cancillería de ese país ha señalado que se oponen a cualquier acto de incitación a la guerra e invocan a no intensificar las tensiones. Denuncian los más de 1.500 millones de dólares en armamento enviados por Estados Unidos a Ucrania (las acciones de la industria armamentista han registrado alzas importantes en medio de la debacle de las bolsas) y, advierten que debieron promoverse conversaciones de paz, tomando en cuenta el contexto histórico de la cuestión de Ucrania, lo que hubiera evitado el actual desenlace. “El culpable de las tensiones ahora debería considerar cómo apagar el fuego lo antes posible con acciones concretas, en lugar de culpar a otros”.
En este contexto señala que “Estados Unidos, pasados casi 250 años desde que fue fundado, ha pasado menos de 20 años sin operaciones militares en el extranjero y que las excusas utilizadas para las intervenciones militares son a veces la democracia o los derechos humanos, pero en ocasiones simplemente una pequeña botella de detergente en polvo o una pieza de noticias falsas”.
Con arte de filigrana diplomática, el embajador chino para Asuntos de Desarme, Li Song, dijo en la sesión extraordinaria de la Asamblea General de la ONU, el 2 de marzo, que Ucrania debía convertirse en un puente entre Oriente y Occidente y no la primera línea de confrontación entre grandes países. Asimismo, que la solución definitiva a la crisis ucraniana requiere abandonar la mentalidad de la Guerra Fría, la lógica de “suma cero” en materia de seguridad y el enfoque de buscar la seguridad regional mediante la expansión de los bloques militares.
Es evidente que hay una confluencia de intereses geopolíticos y económicos entre China y Rusia, a los que podrían añadirse los de la India que se abstuvo de condenar, junto con China, la intervención militar de Rusia a Ucrania en el Consejo de Seguridad y en la sesión de emergencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas la semana pasada. Estados Unidos lo sabe y sus estrategias diseñadas para enfrentar esta realidad en Europa y en la región del Indo Pacífico predisponen el estallido de conflictos bélicos. La guerra, focalizada por ahora entre Ucrania y Rusia, en la que Europa será la región más castigada con grandes pérdidas económicas que se esparcirán por el planeta, es el resultado de la pugna por la reconfiguración del poder mundial.