José Maria Arguedas y Lima, un destino compartido
Vicente Otta Rivera (*)
“Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua” J.M Arguedas
La cholificación que caracteriza a la Lima que se transforma entre los años 60 y 80, es el fenómeno socio-cultural más importante del Perú de la segunda mitad del siglo veinte. La Lima señorial, de Francisco Pizarro, Ricardo Palma y Chabuca Granda se convierte en la Lima de Juan Velasco, Arguedas y Chacalón. José María Arguedas deviene así en el cantor del Perú moderno, de la Lima de nuestros días. Hoy celebramos un aniversario de ambos personajes capitales del Perú.
Entre el año 1933 que publica su primer cuento, Warma Kuyay (Amor de niño) y 1969, en que escribe El zorro de arriba y el zorro de abajo, novela póstuma que publica la editorial Losada en 1971, Arguedas desarrolla 36 años de una actividad creativa múltiple. No solo literaria. Promotor y difusor cultural, articulista, estudios antropológicos, recopilador de canciones y cuentos; en fin, variado e intenso trajín estrechamente vinculado a la defensa y la promoción de los pueblos y culturas del ande. Esta rica y compleja actividad mantiene aún muchos temas por estudiar y valorar.
El Arguedas literato terminó subsumiendo a los otros Arguedas. Conspira contra la revaloración de su obra los prejuicios de los intelectuales y académicos peruanos y latinoamericanos, que formados en los parámetros del racionalismo euro céntrico, se resisten a ver una poética que rompió con los convencionalismos del academicismo occidental; que por imperio de su necesidad creativa instituyó una obra con epistemología autónoma recogiendo los saberes de racionalidades y cosmovisiones diferentes a lo reconocido oficialmente. La aceptación de la multiversidad y diferentes epistemologías, cada vez más amplios en el mundo intelectual actual, hace creciente la valoración y estudio de otros aspectos y temas de la creación arguediana. Es un lugar común advertir que el itinerario creativo de Arguedas se asemeja a los círculos concéntricos que hace una piedra al sumergirse en un estanque de agua.
De historias tejidas sobre la vida de pequeños pueblos y comunidades andinos (Warma Kuyay, Los escoleros) se va ampliando a historias y espacios mayores: provincial, regional y finalmente nacional y su imbricación con los fenómenos internacionales. Yawar fiesta, ambientada en Puquio, capital de la provincia de Lucanas, departamento de Ayacucho; Los ríos profundos en Abancay, capital de la actual región Apurímac, y Todas las sangres en el ámbito de toda la región Apurímac y sus vínculos económicos, financieros y políticos con Lima y los intereses transnacionales, y finalmente El Zorro de arriba y el zorro de abajo, ambientado en Chimbote, ciudad-puerto costero, surgida vertiginosamente con una actividad económica estrechamente conectada al flujo económico-financiero mundial, como es la explotación de la harina de pescado. Este proceso puede ser visto como un aprendizaje. De historias y escenarios reducidos y sencillos a escenarios amplios y complejos, que implican un mejor dominio de instrumentos, técnicas y métodos de trabajo. Mayor oficio literario, en suma.
Seguir esta ruta, no solo le permitió optimizar su desempeño como narrador, le llevó a un conocimiento vasto y profundo del Perú. Ver y sentir todas sus sangres, climas, animales, vegetales, geografía. En fin, podríamos decir con justicia que nada del Perú le fue ajeno. Podemos atribuirle el método de conocimiento que él consideraba como más valioso y que está presente en la referencia que hace del mismo en la siguiente cita: “¡…Es bien distinto a nosotros! Su inteligencia (se refiere a Alejandro Carpentier) penetra las cosas de afuera adentro, como un rayo; es un cerebro que recibe lúcido y regocijado, la materia de las cosas, y él las domina. Tú también Juan (Rulfo), pero tú de adentro, muy de adentro, desde el germen mismo; la inteligencia está; trabajó antes y después”. Primer diario, 11 de mayo, El zorro de arriba y zorro de abajo.
Este profundo conocimiento de nuestro país, al producirse en una persona dotada de excepcional sensibilidad y curiosidad gnoseológica, permitió una aproximación de mucha cercanía y enfoque múltiple, y lo que es más importante, vivo y dinámico. De ahí que Arguedas se convirtiese en una especie de cordón umbilical entre las sociedades andinas y criollas, y entre la sociedad humana y la naturaleza. Logró mantener, “a pesar” de su aprendizaje de las técnicas occidentales, (“Aprendo ya la lengua de Castilla, entiendo la rueda y la máquina, poema-canción a T. Amaru) el substrato andino logrado en su primera infancia amamantada por el Ocllo indígena, de los que bebió su ternura y sus conocimientos. Su visión y sentimiento cósmico de la vida se mantuvieron incólumes.
(*) Sociólogo por la Universidad Mayor de San Marcos, analista en diversos medios peruanos e internacionales