¿Es posible construir un nuevo pacto social sin Lima?
Pablo Najarro Carnero
También podríamos preguntarnos: ¿Es posible construir una nueva democracia, sin Lima? Quizá más, lo que supone ¿construirla desde las regiones? ¿Por qué el atrevimiento, si así se supone? Aunque no lo sería.
Primero. Lima no se sintoniza, ya, con las regiones. Su cotidianeidad gira alrededor de lo que va a comer cada día o del sueldo que recibirá a fin de mes. Lo que pasa más allá de su entorno, no le importa o no tiene tiempo para ello. La política es la menor o última de sus preocupaciones. Suponiendo que salen a protestar cinco mil personas por un tema de corrupción política, eso no llega al 0.05 % de Lima. En las protestas contra Merino y su renuncia, los protestantes – sobre todo jóvenes – no llegaron, según algunos datos, a los quince mil, considerando la llegada de provincias o regiones, no se llegó ni al 2 % (0.15 %).
Cuando hay protestas en Lima, ella sigue con su ritmo de vida. No se unió a las protestas. Lo único que hicieron fue tomar fotos de la gente que venía con su indumentaria provinciana. Un souvenir del momento y nada más.
Segundo. Los liderazgos más fuertes y serios, no vienen de Lima. Los que han abanderado las luchas, provienen de Puno, Cusco. Últimamente, Ayacucho. Dato curioso: los combatientes en la guerra del Pacífico fueron en su mayoría provincianos.
Podemos pensar entonces, con sus bemoles, que quienes se identifican con el Perú, ¿Son las regiones?
Tercero. Si vamos a considerar, por su aglutinación lógica, que el Perú es Lima con su 27%, frente al resto, que es el 73% y que por ello tome las decisiones por todos. Una minoría, por estar en Lima, ¿decidirá por la mayoría? No, creo que es tiempo de deconstruir y reconstruir el aparato político del Perú. Persiste hasta hoy, que nacimos como república bastarda. Basta leer la capitulación de Ayacucho. Es para reír y llorar. Solo unos cuantos son hijos con beneficios, para el resto son derechos más que obligaciones.
Cuarto. Esto supone generar nuevos conceptos de democracia y de ciudadanía. Debemos considerar la pluriculturalidad. Supone, también, que debemos considerar la idiosincrasia de cada región en la construcción de país. Si continuamos sin reconocer la diversidad del Perú, estaremos como en la torre de Babel, cada uno queriendo construir sin entendernos, con el consiguiente fracaso de lo que sería el progreso nacional.
Vamos a celebrar – ¡ja! – doscientos años de vida republicana – otra vez ¡ja! – sin saber hacia dónde vamos, lo peor, cómo vamos a ese dónde, que, por hoy, es platónico.
Un intento, que no va más allá de unos cuantos leídos, es el inútil Acuerdo Nacional. Treintaiuna políticas de estado que no vemos plasmadas en nada.
También supone, un congreso que tenga corazón peruano. En los últimos cuarenta años tenemos congresos que a través de los lobbies han regalado la riqueza del país a precio de huevo, llenándose los bolsillos y llevando sus cuentas a paraísos fiscales. Cuando esto reviente, ya no los veremos.
Quinto. El concepto de democracia debería considerar, por correlación, un nuevo pacto social. Un pacto desde las regiones, en mayor proporción, frente a un statu quo anquilosado o el establishment bicentenario de la forma de hacer política desde Lima. No podemos seguir con conceptos del llamado derecho positivo, de nuevo, gestado desde Lima, que persigue a quienes insurgen frente a la injusticia. Un derecho que tiene como principio criminalizar la protesta. Cosa curiosa, todos los procesados, por ejemplo, de temas medioambientales, son de las regiones.
Cuando el derecho consuetudinario se subordina al positivo, entonces tenemos esa asimetría que provoca las brechas sociales, económicas y políticas en nuestro Perú.
Sexto. Todo lo dicho pasa, como la reconstrucción propuesta, por reformular en donde convenga la Carta Magna. Si seguimos con ella, seguirá beneficiando a unos pocos de Lima, avivatos provincianos o a extranjeros que con sus empresas atropellan a la misma constitución.
¿Hasta cuándo habrá que esperar? El país hace agua y sólo unos pocos lo vemos.