No es una novela de espías: así es el mundo
Alberto Adrianzén M.
Hace unos días, el 13 de febrero, el diario norteamericano The Washington Post, publicó un extenso artículo del periodista Greg Miller que en castellano se puede traducir como “El golpe del siglo de la inteligencia” y que aquí prácticamente ha pasado desapercibido. Este artículo, que bien puede servir de material para una novela o película de espionaje, da cuenta cómo “durante décadas la CIA leyó las comunicaciones cifradas (o encriptadas) de aliados y adversarios”.
Miller sostiene que, durante más de medio siglo, “los gobiernos de todo el mundo confiaron en una sola compañía para mantener en secreto las comunicaciones de sus espías, soldados y diplomáticos”. El hecho fue posible porque la empresa Crypto AG que “construyó las máquinas de creación de códigos para las tropas norteamericanas durante la segunda guerra mundial”, al finalizar esta guerra se convirtió, prácticamente, en la única empresa a nivel mundial en este rubro. Como afirma Miller sus equipos se vendieron en más de 120 países hasta pocos años. Sus clientes, incluían “Irán, juntas militares en América Latina, rivales nucleares como India y Pakistán, como también el Vaticano”. El problema fue que la empresa Crypto AG no bien se hizo popular y con una cartera de clientes envidiable pasó a ser propiedad de la CIA junto con la inteligencia de la Alemania Occidental de aquel entonces. Según Miller, “estas agencias de espionaje manipularon los dispositivos de la compañía para que pudieran descifrar fácilmente los códigos que los países usaban para enviar mensaje cifrados”.
Según un informe de la CIA, citado por el propio Miller, este hecho fue el golpe del siglo: “Los gobiernos extranjeros estaban pagando un buen dinero a los Estados Unidos y Alemania Occidental por el privilegio de que sus comunicaciones más secretas fueran leídas por al menos dos (y posiblemente hasta cinco o seis) países extranjeros”. En la década de los setenta del siglo pasado la empresa Crypto, la CIA y Alemania Occidental se unieron con la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU, así, dice Miller, “controlaron casi todos los aspectos de las operaciones de Crypto, presidiendo con sus socios alemanes las decisiones de contratación, diseñando su tecnología, saboteando sus algoritmos y dirigiendo sus objetivos de ventas”.
Así pudieron “descifrar” (o saber) todo lo relacionado con los golpes de Estado en Chile en 1973, en Argentina en 1976; lo que hacían los Mulás durante la crisis de los rehenes en Irán en 1979; pasar información valiosa al gobierno de Thatcher sobre los desplazamientos militares de las fuerzas argentinas durante la guerra de Las Malvinas, etc. No se descarta que este sistema de espionaje haya sido clave en el desarrollo del llamado Plan Cóndor que consistió en una estrategia internacional llevada a cabo por las dictaduras militares de esos años para perseguir y asesinar a miles de militantes de izquierda en América del Sur. Jhon Dinges, autor del conocido libro: “Operación Cóndor. Una década de terrorismo internacional en el Cono Sur” afirma que “la tragedia de esta historia es que los jefes militares que llevaron a cabo estos asesinatos y crímenes en masa buscaron asistencia técnica y liderazgo en estratégico de Estados Unidos y lo encontraron. El gobierno norteamericano fue su aliado” (p.20). Como sabemos la represión en esos años fue realmente brutal. Un documento de la Fuerza Aérea de Brasil de 1977, citado por Dinges da cuenta de ese horror: “Dado que el lanzamiento de cadáveres en Río de la Plata causa problemas en Uruguay, como la aparición de cadáveres mutilados en las playas, se están utilizando hornos crematorios de hospitales estatales para la incineración de subversivos abatidos” (p. 291).
En la década de los noventa la CIA inició la desactivación paulatina de esta empresa de encriptación. En esos años “compró” la participación alemana “y simplemente siguió adelante estrujando a Crypto por todo su valor de espionaje hasta 2018, cuando la agencia vendió los activos de la compañía, según funcionaros actuales y anteriores”.
Se calcula que 120 países de todo el mundo (América Latina, Europa, Asia, África) fueron sus “clientes” durante décadas. Entre ellos encontramos al Perú, a Chile, Argentina, Venezuela, Colombia, México, Italia, Portugal, España, Turquía, Egipto, Sud África, Irán, Iraq, Arabia Saudita, India, Corea del Sur, etc.
Y si bien hoy la tecnología en materia de espionaje ha dado un gran salto multiplicando su capacidad de fisgonear, esta operación, como dice Miller, fue relevante no solo para el espionaje moderno sino también porque “desarrolló un apetito insaciable (de EEUU) por la vigilancia global que fue expuesto en 2013 por Edward Snowden”.
Tres años antes, en el 2010, Chelsea Manning (su nombre anterior era Bradley Manning) exmilitar y analista de inteligencia del Departamento de Defensa de EEUU, filtró 700 mil documentos clasificados la sobre las guerras de Irak y Afganistán y cables del Departamento de Estado, lo que “supuso un revés para la diplomacia estadounidense y alimentó un debate sobre el papel de Washington en el mundo”. EEUU aparecía como el “gran hermano” de un mundo cada vez más vigilado. Estos documentos fueron publicados en el portal WikiLeaks cuyo fundador es Julian Assange. Actualmente Assange, luego de ser entregado por el gobierno ecuatoriano de Lenin Moreno, tras varios años de asilo en la embajada de ese país en Inglaterra, está preso y “conforme al acuerdo de extradición entre EE.UU. y Reino Unido, debido a su implicación en una acusación federal por conspiración para infiltrarse en ordenadores al acordar descifrar la clave de un ordenador del Gobierno con información clasificada”, Estados Unidos busca su extradición (https://www.excelsior.com.mx/global/que-hizo-julian-assange-para-que-eu-...).
Por eso cuando el 06 de junio de 2013 Snowden denunció la existencia de un plan de vigilancia mundial llevado a cabo por la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU entre otras agencias, que incluía, además de los ciudadanos de ese país, a presidentes, políticos, empresarios de todo el mundo fue como “llover sobre mojado”. Como se recordará la respuesta de la Casa Blanca frente a esta denuncia, además de lamentable, fue justificar estos hechos de espionaje: "Registrar las llamadas telefónicas de los ciudadanos de los Estados Unidos es una herramienta crítica para combatir al terrorismo. Permite acceder a servidores de las principales compañías de Internet para buscar conexiones en ese campo: Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, Pal Talk, AOL, Skyp, YouTube y Apple" (INFOBAE: 17/02/20). Es probable que lo mismo sucede con la denuncia del periodista Greg Miller, más aún si se tiene en cuento que es Donald Trump el actual presidente de EEUU.
Por eso me pregunto si en estos momentos alguien nos “escucha”, nos “lee” y “ve”, y hasta incluso nos sigue. ¿Sera posible?
Nota: El artículo de Greg Miller se encuentra:
https://www.washingtonpost.com/graphics/2020/world/national-security/cia...
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