Los futuros posibles e imposibles de la pandemia

Por: 

Nicolás Lynch

Esta pandemia que todos dicen que algún día terminará, ha empezado a producir temores y no sólo esperanzas sobre el futuro. Esto hace que se generen, de acuerdo con el aliento transformador de cada quien, escenarios posibles e imposibles para el día después. 

Si vemos las cosas como están, con los actores políticos presentes, todos en mayor medida guardianes del orden político neoliberal, las esperanzas de cambio son pocas y más bien lo que asoma son sus inmensos temores de perder privilegios. En este grupo de actores tenemos a los derrotados del año pasado, la alianza aprofujimorista, pero también al gatopardismo de los que quieren que algo cambie para que en el fondo nada cambie. Estos últimos se agrupan hoy en el gobierno de Vizcarra y aupados en su actual popularidad buscan proyectar un candidato presidencial hacia el 2021. 

Los primeros, sin embargo, eran los poderosos de anteayer. Ellos gobernaron controlando, por la vía de distintos elencos partidarios, el Poder Ejecutivo y el Congreso entre 1990 y 2019. Cambiaron las caras de los representantes políticos, pero los grandes propietarios, cuyos intereses expresan, han sido los mismos y los tecnócratas que han administrado el Estado también. Su última expresión fue la alianza aprofujimorista que terminó agrupando a un cúmulo de pequeños partidos y personalidades neoliberales, felizmente puesta de lado por el cierre del Poder Legislativo en octubre pasado. Los creíamos cadáveres políticos, pero una y otra vez resucitan para recordarnos que alguna vez mandaron y que quizás podrían volver a mandar. Los llamaremos por ello los muertos vivientes. Estos son los firmantes de una “Carta Abierta” sobre el pasado de este país, donde se mezclan grandes propietarios, tecnócratas y políticos; más de los primeros que de los últimos, lo que muestra la falencia de los elencos partidarios de esa derecha en tiempos recientes. En la carta nos advierten que todo ha ido muy bien en los últimos 30 años y que se van a preocupar de que nada cambie en su día siguiente. No están solos ciertamente, para defenderse tienen voceros virulentos en diferentes medios de comunicación que predican el fin del mundo si no pasa lo que ellos quieren. Llamaremos a esta postura el futuro imposible.

Los segundos son más recientes, un grupo que hasta hace cuatro años era tan solo una opinión aislada, pero que con la subida de Vizcarra y el cierre del Congreso anterior ha tomado protagonismo. Responde a los mismos propietarios que vigilan y a los mismos tecnócratas que administran, pero, con algún rifirrafe de por medio, que no es obstáculo para que al final de la jornada todos coman del mismo plato neoliberal. A diferencia de los anteriores, son personajes que no han gozado antes de las mieles del poder y eso quizás les permite darse cuenta de que el modelo neoliberal, tal como se configuró luego del golpe del cinco de abril de 1992, ya no da para más. Por eso, Vizcarra ha sido audaz en la propuesta de reformas. Sin embargo, en tiempos recientes las urgencias del combate a la pandemia, los remanentes del grupo anterior y finalmente sus instintos de clase, parecen haber congelado los arrestos iniciales. A pesar de lo cual, expresan una política distinta que se podría resumir en la idea de “salvar los muebles” del neoliberalismo y siguen apostando a este modelo como día después. Este es un futuro posible.

Por último, están los que todavía no son admitidos en el juego político, por más que hoy tengan algunas expresiones parlamentarias. Se trata de organizaciones de izquierda y/o nacionalistas, incluso personas dentro de algunos otros grupos. Sus puntos de vista, de crítica al modelo neoliberal y propuesta de una nueva constitución son excluidas de la agenda pública porque se consideran ajenas al orden existente. A lo sumo se les menciona para condenarlos, pero no para deliberar con ellos. Su admisión como actores válidos está condicionada a que bajen la cabeza y se sometan y a ello se dedican con especial ahínco diversos medios conservadores. Sin embargo, estos excluidos son los únicos desligados de la defensa de los intereses y privilegios de grandes propietarios y tecnócratas, además de tener la experiencia y el prestigio de la crítica al neoliberalismo, en algunos casos desde sus inicios. En los parámetros del pasado que señala la Carta Abierta, expresan un futuro imposible, por transformador. Sin embargo, son los más favorecidos por las dos crisis que hemos atravesado, la primera signada por los escándalos de corrupción y el cierre del Congreso y la segunda expresada en la actual pandemia del Covid 19. En ambos casos se muestran las carencias, en términos de bienestar social y poder político, que solo la llegada de los servicios públicos, del trabajo digno, los derechos ciudadanos y la participación y representación política efectivas, puede empezar a reparar. Este es el futuro que de imposible se convierte en posible porque empata con la nueva realidad posterior a la pandemia.

Pero ¡ojo! La posibilidad o imposibilidad de los futuros que planteamos no quiere decir que, necesariamente, vayan a ser así. Tan solo alude a su viabilidad. El futuro del pasado que expresa la Carta Abierta puede ser que exista, pero ya no creo que como una perspectiva democrática sino como un viraje autoritario, con el que intenten relanzar el modelo neoliberal, pero cada vez con más represión y menos perspectivas. El futuro de los que quieren salvar los muebles es más plausible. Tienen iniciativa de reforma en sus propios términos y, mal que bien, ocupan el gobierno en la actualidad. El problema es que nadie les ha pasado la cuenta del desgaste en el manejo de ambas crisis, la del cierre del Congreso y la de la pandemia. Sin embargo, las dificultades para lidiar con la crisis sanitaria y su gravísimo efecto en la propagación del hambre tienden a agudizarse y pueden golpearlos seriamente en las próximas semanas. El problema es que su deterioro no basta, hay necesidad de que sea capitalizado políticamente y la coalición más conservadora que constantemente los desafía parece carecer del mínimo de legitimidad para hacerles daño.

Los únicos que tienen posibilidades de darle otro camino a la democracia en este país son los que están fuera de la escena política y que los neoliberales reiteradamente no dejan entrar. No es solamente un problema de registro electoral, asunto directamente ligado a una reforma política que se encuentra congelada, es también un asunto de inclusión de temas en la agenda nacional. Mientras no se admita debatir temas como la renta básica universal, la desaparición de las AFP y el cambio constitucional, se alimentará la polarización y se agudizará la precariedad democrática. Solo la entrada de nuevos actores con otra orquesta que toque los temas populares, es lo que permitirá una salida democrática al país. Esa dinámica de entrada de nuevos actores transformadores es lo que dará significado, cuando finalmente se den, a las elecciones generales del 2021. Hay que estar atentos.

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