Lo que le toca al aprismo
Francisco Pérez García
"Otros se venden, yo no". Esa premisa le alcanzó en los últimos meses al hoy extinto expresidente Alan García, para justificar así el supuesto hecho de nunca haber sido un personaje corrupto.
En el marco del caso LavaJato varios personajes alrededor de él empezaron a ser vinculados e investigados por el pago de sobornos de la brasilera Odebrecht lo que conllevó al arreglo de bases, legislaciones y demás para las concesiones de las que se benefició la empresa que tuvo en Jorge Barata a su cara visible en el país.
Hasta la semana de su suicidio, solo mandos medios, algunos exviceministros, exministros y exdirectores fueron vinculados a los casos de sobornos y pagos irregulares. Sin embargo cuando la Fiscalía se acercó a los Nava y a los Atala, García sintió su zona de confort en real peligro.
Tras autoeliminarse, varios de quienes eran los llamados a sacrificarse, empezaron a colaborar con la fiscalía. Entre ellos el empresario Miguel Atala quien reveló que fue testaferro directo de García Pérez.
Por pedido de Luis Nava, con quien lo une una vieja relación amical y de negocios, aceptó abrir una cuenta offshore en la Banca Privada de Andorra para luego enterarse - según confesión propia- que era para Alan García.
Posterior a ello y como si de un mantra liberador se tratase, Atala continuó con la confesión al punto de señalar que durante varios años le entregó a Alan García diversos montos de dinero - a pedido suyo- hasta completar el millón trescientos mil dólares que estaban guardados en Andorra y que - según la confesión de Atala- el mismo García confirmó que eran de su propiedad.
Como la lógica política señala, los congresistas del Apra, liderados por Del Castillo, Mulder y Velásquez Quequén han salido a negar esto y fustigar más bien al colaborador eficaz, diciendo que "es bien fácil echarle la culpa a un muerto".
Incluso el exabogado de García, Erasmo Reyna calificó a Miguel Atala como "delincuente" y ha asegurado que éste deberá probar lo que ha dicho, mientras que el equipo fiscal ha fortalecido la teoría que coloca al líder aprista como el cabecilla de una organización criminal.
¿Renovación, compañeros?
Ante esta situación, diversas voces se han apresurado en señalar que es el final del aprismo tal como lo hemos conocido en los últimos 15 años del siglo XX y las dos primeras décadas del siglo XXI. Más que nada, impulsados por la ausencia fe una figura mesiánica como la de García, la cual - a estas alturas - parece imposible seguir defendiéndola.
Pero ¿Podemos dar por extinguido al aprismo? Hay un sector, juvenil sobre todo, del Apra que hace años busca despercudir al partido de Haya de la influencia de García.
Sin embargo, son conscientes que eso no se puede hacer mientras exista una base dura conformada por la Célula Parlamentaria Aprista y los dirigentes que en su momento fueron los "cuarentones" que son leales a la figura de García y que buscan mantener su legado e incluso impulsar la idea de que el suicidio fue un acto de dignidad y no un reconocimiento tácito de lo que hoy sabemos.
Para que el Apra se renueve debe existir un cisma que remueva los cimientos alanistas, una verdadera actitud de cambio que se pare frente a los dirigentes de hoy y busque un giro de tuerca que les permita, no pensar en el 2021, pero si mirar a un plazo más extenso.
Para ello deben acabar con el manto de impunidad que ha estado alrededor de García desde que fugó del país en 1992 y que se reforzó este año cuando huyó a la embajada uruguaya o cuando prefirió descerrajarse un tiro antes que ponerse a derecho.
Es un paso fuerte, decidido y a la vez - entiendo- muy doloroso para los apristas, porque es dejar de lado a quien los llevó dos veces al poder pero a un costo muy alto: la deshonra del aprismo y el deshonor de los viejos líderes que dieron su vida en circunstancias menos vergonzantes.
Solo así, con ese paso adelante podrían intentar reescribir su historia o quedar en los anaqueles de las bibliotecas que narren historias de deshonestidad y de agresión al Perú.
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