Las mujeres, el trabajo y el cuidado ¿Quién está fallando?
Gabriela Adrianzén*
Los últimos casos de violación y muerte de niñas han removido a nuestra sociedad. Muchas personas de manera sincera buscan comprender el grave problema de violencias que nos aqueja, otras como siempre buscan la opinión fácil, la liquidación. La liquidación de las mujeres, y de paso del feminismo(s). Las opiniones sobre el reciente caso de la niña Camila ilustran claramente todos los estereotipos machistas que arrastramos como sociedad y su historia y la de su madre nos enrostran las desigualdades a las que se enfrenta una mujer joven y de bajos recursos en nuestro país.
El 8 de marzo se ha vuelto una fecha confusa (para algunos de regalos y celebraciones) felizmente las feministas nos recuerdan siempre de qué se trata. Este año se resalta a las mujeres trabajadoras y se reclama por una vida sin explotación y sin violencia. Es importante hacer este énfasis porque todas las mujeres trabajamos –remunerada y no remuneradamente- y por ende las preguntas deben ser ¿bajo qué condiciones?, ¿Cómo se expresa allí la desigualdad de género? y ¿qué hace el gobierno, el sector privado y la sociedad frente a ello?
Este nuevo caso de feminicidio nos debería servir para reflexionar sobre las condiciones precarias en que viven miles de mujeres, llevemos esta reflexión más allá de denunciar como el machismo opera, una vez más, para responsabilizar principalmente a una mujer y no a los perpetradores de la violencia.
La primera pregunta que nos podemos hacer es ¿cómo se aborda el problema del embarazo adolescente en nuestro país? Que omisiones suceden para que una madre adolescente, de bajos recursos, no sea parte de un programa que la acompañe y limite la posibilidad de un cercano segundo embarazo que puede ser la diferencia en sus posibilidades de salir de la pobreza. Dónde están las coordinaciones entre el MINEDU, MINSA y MIMP para abordar de forma integral la educación sexual y la salud sexual y reproductiva de las adolescentes y jóvenes que les acerque ellos y ellas los servicios y no esperar que estos vayan que sabemos también que no funciona. Sin olvidar que allí debe estar presente la discusión sobre la maternidad deseada y el aborto, aunque muchos se opongan.
El embarazo adolescente es una de las principales causas de deserción escolar y tiene un claro impacto en la trayectoria educativa y la calidad de empleo. Como señala una investigación de Lorena Alcázar para Grade la deserción escolar incrementa la probabilidad de que un hombre trabaje precariamente en 4% mientras que en las mujeres en 21%. Y además, la interacción entre ser mujer y tener un hijo pequeño en el hogar es uno de los factores que más se asocian a la precariedad del empleo elevando la probabilidad de ser NINI (Ni estudia Ni trabaja) en un 28% y de tener un empleo precario en un 40%”.
Nuestra sociedad se llena la boca ensalzando la maternidad sin importarle bajo qué condiciones se ejerce. Si tanto nos preocupan los cuidados, como todos han destilado esta semana en las redes sociales, ¿no sería justo preguntarse las diferencias de tiempo dedicado a ello entre hombres y mujeres?
En nuestro país solo tenemos una Encuesta del Uso del Tiempo elaborada en 2010, el Estado se comprometió a realizar una cada 5 años, ya estamos en 2020 y tenemos que seguir hablando de cifras de hace una década, ¿qué responsabilidad tienen frente a ello el MEF, el MIMP y el INEI?
Nuestra única encuesta nos indicó que las mujeres dedican al trabajo doméstico no remunerado, incluidos los cuidados, 39 horas versus 15 horas de los varones. Esas diferencias comienzan desde la infancia, y se profundizan entre los 20 y 29 años cuando solo en cuidados a otros las mujeres dedican 16 horas y los varones 6. Es bien fácil criticar, insultar cuando se habla desde el privilegio masculino de considerar que el cuidado es principalmente tarea de mujeres, si es que no estamos frente a un abandono paterno directamente.
Nuevamente ahí no se asumen las responsabilidades, no tenemos una oferta de cuidados pública significativa amplia, ni siquiera es suficiente para los sectores más bajos. Se calcula que Cuna Más atiende a cerca de 60 mil niñas y niños entre 6 meses y 3 años de edad, ante esa ausencia las mujeres son empujadas al trabajo precario o a permanecer sin ingresos. Y en esta situación le debe caer el guante a públicos y privados, sino basta recordar cómo fue denostado en el pleno del Congreso el proyecto de la ex congresista Indira Huilca sobre cunas y guarderías en los centros de trabajo, haciendo eco de la voz empresarial.
Hay mucho por cambiar en la vida de las mujeres, ya se ha dicho hasta el cansancio que en el corazón del problema está la cultura machista y patriarcal que considera que las mujeres están al servicio de los hombres, sus cuerpos, sus trabajos y sus vidas.
*Gabriela Adrianzén. Historiadora feminista y magister en Género y Desarrollo.
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