Las cenicientas del modelo
Francisco Durand
Un reciente informe de la OCDE, el club de países desarrollados al cual Perú aspira a entrar (y del cual Chile es miembro), revela una serie de brechas a cerrar, es decir, de problemas a resolver antes de ser admitido. La lista es larga y entre ellas destaca una que rara vez comentamos: la baja productividad, asociada a una muy alta informalidad empresarial, y un número igualmente alto de pequeñas y medianas empresas que se encuentra en estado de retraso tecnológico, gerencial y con graves problemas de incumplimiento legal laboral.
La gran parte del sector PYME (pequeñas y medianas empresas) se encuentra en lamentable condición. Son las cenicientas del modelo. Ninguna política de Estado, desde 1990 a la fecha, cuando se inicia el nuevo modelo económico de libre mercado, ha corregido el problema. Gran parte de los esfuerzos del gobierno se concentran en el apoyo a las grandes inversiones, y en la firma de tratados de libre comercio, para “blindarlos” al incorporarse toda clase de escudos legales que funcionan más para las empresas multinacionales, al mismo tiempo que le ponen “candado” al ingreso a ese sistema de privilegios.
INFORME DE LA OCDE
El primer informe de la OCDE (Perú Economic Forescast del 2015) no es muy alentador que digamos. Por lo mismo, la meta de incorporar el Perú al club de países desarrollados siguiéndole los pasos a Chile nos queda bastante lejana. Es así en parte porque se está desacelerando la economía. Como es bien sabido, la tasa de crecimiento del PBI para el 2015 se estimó a comienzos de año en 5% y hace poco, en la reunión anual del FMI y el Banco Mundial, el MEF y Humala recibieron un baldazo de agua cuando se pronosticó una tasa por debajo del 3%. Este era uno de los requisitos claves para ir cerrando las brechas en tanto permitía avanzar al generar los recursos para atacar otros problemas más de fondo. El otro factor es la desatención que recibe de las altas autoridades y la ineficacia de las políticas alrededor de las PYME.
Uno de los aspectos que el Perú Economic Forecast resalta es la informalidad empresarial y laboral que campea en el país, sobre todo en el sector PYME. Allí se concentra el problema de la baja productividad y la baja competitividad. El hecho de que el sector sea informal agrava el panorama. Una gran mayoría de empresas son informales (operan fuera del marco legal y, entre otras cosas, no pueden entrar al sector exportador, uno de los más rentables de la economía) o incluso, para indicar la complejidad del problema que estamos analizando, aún dentro de la PYME formal no faltan unidades productivas que contrata mano de obra informal.
No es casual que al analizar la OCDE la situación del sector PYME llegue a la conclusión de que “necesita mayor atención”. Eso significa alta prioridad, y no se trata solo de “rebajar los costos”, tarea en la cual se empeña el gobierno, sino de promocionar el sector, apoyarlo e incentivarlo con un paquete de medidas que lo saque del estado subdesarrollado en que se encuentra. De nuestra parte consideramos que para realmente sacarlo adelante se tiene que dar avances en el plano gremial para que se organice como colectivo y puede reclamar sus derechos y tener entrada, como ahora lo tiene la CONFIEP, a los ministerios y a la presidencia.
CÁLCULOS
Un reciente estudio del INEI basado en la Encuesta de Hogares del 2012 sobre “unidades productivas” según grado de informalidad es altamente revelador. Encuentra en toda la pirámide empresarial, desde las “empresas” familiares, pasando por las micro, pequeñas y medianas, hasta llegar a las grandes, donde destacan los grupos de poder y las multinacionales; fuerte diferencias no solo tecnológicas sino legales.
De mi parte insisto en que hay que ver también el lado gremial. Mientras las más grandes están organizadas en torno a la todopoderosa e influyente CONFIEP, son legales, usan tecnología de punta, y representan un alto porcentaje de las exportaciones, quienes están debajo son lo opuesto. Son como dos caras de la luna, una es brillante y la otra es oscura. Ningún país con una base empresarial tan heterogénea puede alcanzar el desarrollo. Así de simple.
El informe del INEI es harto revelador. Existen un total de 7’982,078 “unidades productivas”, donde el 67,1% -la base de esta gran pirámide de agentes económicos- “no tiene RUC, no lleva cuentas y no tiene local”. Son micro unidades que operan a pequeñísima escala en base a sus pocos recursos y usando a la familia como mano de obra.
Encima de ellos se encuentra lo que propiamente podemos denominar el sector de pequeñas empresas. En este estrato se encuentra el 19,6% que “no tiene RUC, no lleva cuentas y sí tiene local”. Luego viene otro segmento, también pequeño informal, que “no tiene RUC y sí lleva cuentas” que es bastante chico, de tan solo un 0.2%.
Luego tenemos en el vértice de la pirámide el sector propiamente formal del empresariado peruano mediano y pequeño, donde 11,2% tiene RUC y lleva cuentas”, estando en la cima un selecto grupo de medianas y grandes empresas, el 1.9% del total, que cumple con todas las condiciones legales. Un pequeño porcentaje de esta cúpula está representando en la CONFIEP.
Estamos entonces frente a una pirámide de muy ancha base, donde existe un predominio numérico de micro y pequeñas empresas informales. Esa es la realidad empresarial del país y ese es el sector más necesitado de políticas y programas estatales para que se les rebaje los costos, tribute con menores tasas de impuestos (principalmente el abusivo 18% del IGV), se le simplifiquen trámites, puedan acceder al crédito en condiciones dignas, se les brinde asesoría administrativa y se le ayude a introducir mejoras tecnológicas. En fin, conviene darle todo el paquete de una buena vez, ese que los expertos han discutido por décadas y que hasta ahora ningún gobierno lo toma lo suficientemente en serio.
En efecto, una forma rápida de brindar ese apoyo de forma real y concreta es organizando al sector PYME gremialmente hasta que llegue a conformar una gran confederación. De lo que se trata es de darle incentivos a quien se agremie. De esa manera esa masa dispersa de productores le verá sentido al pago mínimo de una cuota para que pueda ir a un local a conseguir aquello que por sí solo no consigue, para que puedan discutir colectivamente sus necesidades, acceder a información y generar al mismo tiempo la estadística que permita luego una formalización efectiva. Una vez confederados, y gradualmente formalizados, el sector PYME podrán dejar su estado de abandono político y participar en la discusión de políticas públicas, de tal modo que no sea un ministro o un presidente, un experto internacional o fundación quien les proponga cómo mejorar, sino que sean ellos mismos quienes los convoquen para discutir sus propuestas de mejora empresarial y social.
Es una tarea de años. Por lo mismo, mejor empezamos ya. Basta entonces de discursos de “emprendedores” y promesas, basta de candidatos que quieren llegar al Congreso o la presidencia esgrimiendo un vago discurso de apoyo a los “emprendedores”. Iniciemos una tarea gremial-promocional que, reconozcamos, solo puede ser organizada por el Estado, para seguir cerrando una de esas “brechas” de productividad y mejora social que nos reclama la OCDE.
Artículo publicado en el semanario “Hildebrandt en sus Trece” el viernes 6 de noviembre del 2015. Reproducido con autorización del autor.
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