La IV revolución industrial
Gonzalo García Núñez
El paradigma industrial vigente está construido sobre la cuarta revolución mundial de las fuerzas productivas. En efecto, las fábricas- laboratorios, las famosas fablabs, trabajan en las fronteras de la Neurociencia en que el ser humano cual Prometeo moderno acomete el reto superior de manipular el cerebro humano para incorporarlo a sistemas productivos. La usa así como medio de aprendizaje directo e instantáneo mediante la reorganización de las conexiones sinápticas entre neuronas. Gran número de procesadores virtuales interconectados, cual gigantesco sistema de servidores, modelan el funcionamiento de las neuronas biológicas. Como toda modelación se trata de simulaciones simples, al inicio, que se van complicando con métodos de ponderación en la fase de aprendizaje a medida que se pretende un saber cada vez más denso y complicado.
La capacidad de entrenar al hombre a través los códigos fundamentales hasta conseguir el resultado es un método de aprendizaje definido en relación a su contexto. El ser humano así entrenado es capaz de solucionar problemas con el método que le ha sido enseñado a través de la intervención neural.
Esta es una opción que depararía una gran ventaja, se trata de un método intuitivo fundado en la existencia de varias alternativas de entrada de datos que no siempre son programables ni modelables.
Una herramienta esencial de las neurociencias radica en la IA, la INTELIGENCIA Artificial que imita al cerebro en todas sus funciones y sensaciones, existentes o inventadas, en base al desarrollo de una maquina inteligente que se retroalimenta. Al centro de este nuevo paradigma productivo esta, qué duda cabe, la digitalización de las maquinas herramientas. Con el microchip viene después la Robótica y la automática, junto al uso extensivo de nano TECNOLOGIAS que se internan en la dimensión de lo pequeño o de los drones y sus múltiples aplicaciones en el eje Z para ingresar allí donde, por ejemplo, la mano o el brazo humano no pueden llegar.
En la producción, los procesos de simplificación de procesos abarcan hoy el uso de las impresoras 3D, el internet de las cosas, los sistemas de producción flexibles que permiten, por ejemplo, combinar impresión de metal en tercera dimensión y de resinas auto moldeables en la impresión a escala nano de órganos humanos, tubos de relleno, válvulas, que fácilmente rediseñan y recrean la función afectada, otro ejemplo, del corazón.
La mecatrónica es la ciencia resumen del nuevo tiempo y el encuentro de la electrónica, la mecánica de precisión, la química de las resinas, entre otras disciplinas que son gobernadas por algoritmos matemáticos de alta complejidad.
Sin ápice de duda, esta explosión de las fuerzas de la producción conduce de modo inexorable a reconsiderar las formas de aprender que cada vez requieren mayores conocimientos para gestionar el progreso técnico.
Es lo que hace una universidad tan prestigiosa como Harvard que tiene miles de cursos colgados en un portal ad hoc (OCW) al que puede pertenecer cualquier ciudadano que busca capacitarse rápidamente y aprender sobre una sólida base científica.
En casos excepcionales como portales de la India y China existen disciplinas científicas básicas, matemáticas, física, fisicoquímica, ingenierías, aeronáutica, naval, petroquímica, plásticos cursos enteros colgados en las redes de varias universidades y centro tecnológicos, sobre todo chinos.
Según un reciente informe distribuido en la sesión de Davos, lo que más sufre en la evolución de diferentes modos de producción hacia el paradigma del siglo 21 son las relaciones sociales y la redefinición del capital.
Otro sufrimiento es la pérdida del valor social del EMPLEO con derechos ante la embestida de una demanda empresarial ansiosa de personas capaces de operar robots humanoides, drones logísticos, vehículos eléctricos e inclusive administrar redes de vehículos sin conductor.
Hasta los sistemas de pago tradicionales reciben el desafío de las monedas Bitcoin, nuevos sistemas de pagos basados en los block chains en que se mezclan las dinámicas de los pagos de alta velocidad con los algoritmos de cálculo diseñados en las ciudades científicas.
Un trazo sustancial de la cuarta revolución industrial es la transición energética, de lo fósil a lo renovable.
Del petróleo a la electricidad, de la hidroenergia hacia la eólica, la solar, la mareomotriz, los biodigestores, proezas nuevas como el camión eléctrico de Tesla o los millares de tranvías eléctricos que circunvalan las principales ciudades europeo. O los trenes suspendidos en redes electromagnéticas que acercan las islas del Japón.
Quedan atran los sistemas de Producción en serie, la división del trabajo al modo de David Ricardo y el Fordismo hasta poco contemporáneo, los links de la Física la Química pesada y de procesos unitarios, orgánica, las operaciones eléctrica, automovilística, mientras se yergue ante nuestros ojos la revolución industrial que anticipara Stephen Hawking.
Y ¿quién se instala en las rutas de esos horizontes nuevos? La especialización internacional de los tres polos de la economía mundial responde: Estados Unidos de Norteamérica en los servicios, sobretodo de información y sus ocho empresas globales más avanzadas, la China que de un país rural de los cincuenta emerge como el continente fabrica junto a los países del Sudeste Asiático, y Europa, ni poco ni mucho, un mix de ambos, metida en telemática, Informática, servicios financieros, seguros y autos, fármacos y maquinas. Un cuarto bloque se ha especializado en aportarles los insumos en bruto para los fablabs y las fábricas de las zonas especiales del país de Xi Jingping, y de abastecer de poblaciones migrantes, muchos migrantes.
Son los países donde no ha llegado ni el grafeno ni el microchip, que están bien instalados en la puerta de entrada a la primera revolución industrial, los humos de la maquina a vapor de Boulton, el telar de Lucre, la tracción hidráulica de las ruedas de molino. Mientras tanto finos hilos de tratados de libre comercio uncen a sus elites al pasado remoto.
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