La CONFIEP: crisis interna y acomodo electoral
Francisco Durand
El gremio más poderoso del país, la Confiep, pasa por un momento difícil en lo interno y riesgoso en lo externo. Sufre de una crisis de credibilidad, preguntándose cómo hacer para que su gastado mensaje de continuidad prenda en momentos que lo privado, el lucro asociado a las grandes empresas, tiene mayor rechazo. Anda también preguntándose hacia quién inclinarse en esta enigmática elección de punteros inexpertos y candidatos al congreso de igual condición.
Un mensaje menos efectivo
El menor impacto del mensaje continuista de la Confiep es resultado del cansancio que emana de su repetición incesante desde 1990, y por prometer un milagro de desarrollo que no ha llegado realmente. Obviamente, este mensaje mantiene su fuerza entre los ganadores: los grandes empresarios y propietarios (de acciones en bolsa, de propiedades inmobiliarias), es decir, para capitalistas y rentistas de la elite del país. También para quienes los asesoran: consultores, abogados, publicistas, lobistas y especialistas de imagen. Pero para el resto no, siendo el desaliento o la duda mayor entre la clase media y los jóvenes. Son un factor clave en la política.
Varios factores inciden en esta erosión ideológica. He aquí mi recuento:
1. El fin de la bonanza. Hace ya seis largos años que acabó la gran bonanza exportadora y con ella la fiebre de inversiones y consumo y el desarrollo de los megaproyectos de infraestructura.
2. Los escándalos de corrupción demostraron que en la construcción de obras públicas los contratos estaban amañados en base a sobornos para que la empresa privada inflara los costos y estafara al Estado.
3. Millonarios como los Romero, Odebrecht, y el “rey de los casinos”, también la propia Confiep de modo indirecto, son los principales donantes de los partidos, directa o indirectamente (campañas mediáticas).
4. El abuso de posición de dominio de mercado de oligopolios y oligopsonios se debe a la falta de regulación. Varios nuevos casos de abusos han sido desnudados en la pandemia: precio del oxígeno, medicinas encarecidas vendidas en cadenas de farmacias, intereses abusivos, clínicas privadas con precios deshonestos y operaciones innecesarias.
5. Las AFP han creado un sistema de bajas pensiones y altas ganancias, frenando propuestas de dar pensiones mínimas universales y reformas para bajar las comisiones (entre las más altas del continente).
6. Grandes empresas como la Telefónica y otras judicializan las fiscalizaciones y se niegan a pagar impuestos (o los intereses moratorios), con apoyo del Tribunal Constitucional (ahora sabemos para quién trabaja), mientras que la Sunat desarrolla fiscalizaciones agresivas a medianos y pequeños contribuyentes.
7. Las empresas mineras contaminan el medio ambiente, en algunos casos en forma extrema (Volcan), generan poco empleo formal directo, pagan pocos impuestos y son defendidas por la policía, alojada en sus campamentos, cuando estallan protestas.
8. El sector agroexportador abusa del sistema de “service” para reclutar trabajadores, generando precariedad laboral y pagando salarios bajos sin beneficios regulares. Al mismo tiempo, exigen rentas que se vienen extendiendo desde el 2000 (Ley Chlimper) y que se prolongan al 2029 (gracias al último lobby).
9. La pandemia, aparte de haber empobrecido al país, ha dado un duro golpe a las nuevas generaciones, cuyo libre endeudamiento para el consumo, o sus posibilidades de entrar al mercado con buenos puestos, ha sido seriamente afectado. Está naciendo una generación menos pasiva, más dispuesto a aceptar el pensamiento crítico. La clase media va a entrar a un activismo político crítico.
10. Finalmente, que todo lo arriba anotado es resultado de una captura corporativa del Estado.
Estas duras realidades predominan ahora sobre los discursos de éxito económico vía el mercado y el consumo desmedido o el genio de los emprendedores. La razón es simple: su principal resultado, por el tipo de política económica mercantilista adoptado bajo condiciones de captura (con permanente apoyo del MEF y el BCRP), es el enriquecimiento de los más ricos.
Una encuesta reciente encargada por la Comisión Omonte sobre qué piensan los peruanos sobre el rol del Estado y el sector privado permite concluir que una mayoría de peruanos prefiere que sea el Estado y no los privados los que manejen las pensiones, la salud, la educación y, en materia, de empresas, que sean los nacionales y no las multinacionales, los que desarrollen ciertas actividades como la minería y la banca. El resultado es sorprendente. Preguntados si prefieren qué sector (estatal o privado) debe manejar la salud, la educación, los fondos de pensiones, las farmacias, la banca y la minería, las respuestas favorecen ampliamente al Estado (60% en el caso de la banca, 72 y 73% en el caso de la salud y la educación). Preguntados sobre el tipo de empresa preferida, las respuestas son marcadísimas a favor de la empresa nacional en cada sector (entre 81% a 87%). ¡Uy!
Crisis interna y elecciones 2021
La Confiep ya no es lo que fue, al menos si la comparamos al momento de su fundación. Esta mutación es resultado de profundos cambios económicos sectoriales, intensa concentración del poder económico, y transnacionalización de la economía en condiciones de globalización. También porque a partir del golpe de 1992 (que apoyaron) se la jugaron 100% a sostener el modelo neoliberal extremo y al fujimorismo.
Estos dos factores explican su depuración interna. Quienes tomaron la iniciativa en noviembre de 1984 para fundarla, con ayuda financiera de USAID, fueron la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), la Asociación de Exportadores (ADEX), la Cámara Peruana de la Construcción (CAPECO), la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo (SNMP), la Sociedad Nacional de Pesquería (SNP), la Cámara de Comercio de Lima (CCL) y la Confederación Nacional de Comerciantes (CONACO). Otros siete gremios se sumaron, destacando la Asociación de Bancos (ASBANC), la Asociación de Radio y Televisión (ARTV) y gremios menores. Ningún gremio representaba a la pequeña empresa, hasta que se integró a la Confiep la CONAMYPE en 1995, saliendo un tiempo después.
La gran crisis interna ocurrió con la salida de los principales gremios fundadores en la crisis de 1998. Aquí entra la política. En esos momentos la Confiep seguía defendiendo la continuidad del régimen fujimorista bajo la batuta del minero Roque Benavides, uno de los primeros beneficiarios del modelo (Yanacocha), quien insistió en mantenerlo en el poder (al igual que Chlimper), hasta que Fujimori se fuga al Japón. Los gremios salientes en 1998, cabe señalar, eran más representativos del capital nacional y la empresa mediana y pequeña.
El 2021 ha ocurrido otra salida importante. Acaba de irse CAPECO, luego de que internamente condenara al Club de la Construcción, siendo el quinto gremio fundador en irse.
Tanto las salidas por razones políticas como las transformaciones económicas, hacen de la Confiep un gremio de gremios más compacto y menos representativo. Ese es su problema.
Hasta hace poco, con la anterior presidenta, María Isabel León (pequeña empresaria de la educación con fines de lucro), luego de que Roque Benavides (en su segunda presidencia), le dejara el cargo, la identificación con el fujimorismo seguía siendo evidente. Por un momento pareció que la Confiep iba a tener un candidato propio cuando Roque Benavides armó su candidatura. No prendió. La prédica del Perú Minero y la continuidad económica para asegurar el éxito y el logro individual cayó en saco roto, acentuándose en la pandemia. Luego le dio por entrar a una APRA decadente y dividida, pasando al olvido. Entre tanto, acaba de ser elegido presidente de la Confiep Oscar Caipo Ricci, de la consultora tributaria y auditora transnacional KPMG. Ahora son los gerentes de empresas extranjeras quienes la presiden. A eso han apostado el 2021 en momentos que no tienen candidato propio.
Políticamente tendrán que ver a quién apoyan en momentos que sus viejos y leales aliados fujimoristas (Alberto primero, luego Keiko) se están desvaneciendo, al igual que el APRA, en estado agónico. Todo dependerá de los dos candidatos que lideren las encuestas. Jugarán sus cartas cuando sepan quienes son o quienes pueden ser estos dos punteros. Ese momento está llegando. Se despuntan el experimentado congresista Johnny Lescano, más dos caras nuevas, el joven futbolista George Forsyth y el empresario del cilicio Rafael López Aliaga.
Su candidato favorito, si las tendencias se mantienen y si logran pasar a segunda vuelta, que no es ideal (lenguaraz, extremista, pecador tributario) es López Aliaga. En realidad, es más representativo de la derecha religiosa que la derecha económica, de Wilax (vocero del Opus Dei, propiedad del grupo Wong) más que del grupo El Comercio y RPP, que son los que pesan. Pero en la medida que la Confiep no tiene otras opciones, tenderán a apoyarlo por lo bajo. El congresista Lescano de Acción Popular es demasiado independiente y por ratos crítico de las grandes empresas (caso Telefónica, AFPs y otros) y Forsyth demasiado inexperto. El problema no es por tanto que no hay espacio para acomodarse, el problema es, si manejarán el país a través de un pacto, manteniendo el modelo y logrando un mínimo de gobernabilidad (por retos del Congreso y la calle o la carretera, es decir, las protestas).
En suma, ante la falta de candidatos propios de casa (tipo PPK), influenciables (tipo Toledo, García, Humala), en un momento en que la Confiep pierde credibilidad y legitimidad, que su representatividad se limita a las grandes empresas, mayormente extranjeras o asociadas, no lo le queda otra opción que financiar por lo bajo al candidato que tenga más posibilidades de victoria, volcar si se puede, el apoyo mediático hacia ese lado y enviar embajadores cuando salga elegido para colocar a tecnócratas pro Confiep y pro continuidad del desgastado modelo en los puesto clave: MEF y BCRP.
Y luego a amarrarse los cinturones. La crisis de régimen recién comienza.