El otro mérito de “Sigo siendo”
“Sigo siendo” (Kachkaniraqmi), documental de Javier Corcuera, ha sido, sin duda, una de las grandes revelaciones cinematográficas en lo que va del año.
Fuera del reconocimiento como mejor documental en el Festival de Cine de Lima, la crítica especializada aparecida en diversos medios y la aceptación del público traducida en el éxito de este documental en las salas en que se exhibe, “Sigo siendo” es una cinta que durante sus casi dos horas lleva al espectador, valiéndose de la música, por todas aquellas patrias que coexisten en el Perú.
El valor de “Sigo siendo” tiene que ver, en efecto, con ese viaje que se realiza durante la cinta. Uno puede reconocerse en la mixtura de géneros musicales y en la fusión de los mismos. Uno se reconoce en la fusión, sí, pero también en la indignación o en la impotencia. Porque “Sigo siendo” tiene ese otro gran mérito que pocos han destacado: uno no puede asistir indiferente a la realidad narrada. Si bien, por un lado, uno se conmueve ante la belleza musical y natural que tenemos en nuestro país, uno termina también por cuestionarse las injusticias.
Máximo Damián y Andrés ‘“Chimango’” Lares son dos de los violinistas más talentosos de este país y con mayor carrera musical. Ambos son presentados en su máximo esplendor en este documental. Estos dos grandes artistas dejaron su tierra natal (en ambos casos evocada en la segunda parte del documental) para viajar a Lima en busca de ¿oportunidades?, ¿reconocimiento? Damián “sigue siendo” ese gran violinista que en Lima tuvo que servir a más de un patrón que, como él mismo afirma, no soportaba. Lares, sigue siendo un gran músico que, además, transmite su arte y su talento a un alumno que aparecerá también hacia el final del documental, pero alterna dicha faena con su labor cotidiana que es la de vender helados en las playas limeñas. César Calderón, maravilloso guitarrista, afirma explícitamente que de la música (de su arte) no se puede vivir, y debe realizar otra actividad para hacerlo.
Estos tres casos, como tantos otros que aparecen en este documental, son reivindicados en esta cinta, pero la pregunta permanece: ¿lo serán más allá del mismo?
Resulta innegable el boom musical peruano. Existe y ha existido desde hace mucho. Sin embargo, como ocurre con todas las artes en nuestro país, los músicos se ven en la necesidad de sobrevivir para dedicarse a su profesión. Los sueldos de nuestros miembros de la Orquesta Sinfónica Nacional resultan simbólicos y el cachueleo adicional es necesario. Recordemos la lucha hace años de los alumnos del Conservatorio Nacional de Música por ser reconocidos como estudiantes universitarios, como si la profesionalidad de un músico no mereciera de saque dicho status.
“Sigo siendo” tiene por eso un doble mérito. Por un lado, el éxito al conjugar nuestras raíces musicales y mostrárnoslas logrando conmover al espectador. Además, el recuerdo necesario de José María Arguedas, tal vez el autor que conjugó nuestras raíces en su obra con mayor éxito. Eso, sin duda, enorgullece. Pero, y esto es tal vez lo más importante, el documental logra de manera tácita mostrar esa realidad cruda e injusta que nuestros grandes músicos sobreviven. Despierta entonces la reflexión, la indignación y por momentos la impotencia. Tal vez ese es justamente el primer gran paso para “seguir siendo”. Para dar un aplauso justo a quienes, con su arte, le dan “más vida a la vida”
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