El autogolpe de Pedro Castillo y los tres escenarios del gobierno de Dina Boluarte

Por: 

Róger Rumrrill

La crisis estructural peruana -crisis de régimen lo llaman algunos analistas- quizá solo sea comparable a la crisis de la Guerra del Pacífico (1879-1884) que desestructuró toda la vida peruana. El fujimorismo desde hace 30 años y desde julio del año 2021 el desgobierno de Pedro Castillo, llevaron esta crisis a profundidades sísmicas.

La guerra a muerte entre Castillo y el Congreso, controlado por la ultraderecha, descarrilaron al país a casi una paralización y quiebra del Estado, entre otros impactos y efectos. Es cierto que el enfrentamiento ha sido feroz y caníbal entre el Ejecutivo y el Congreso, especialmente de parte de los sectores de ultraderecha fascista. Pero creo que el más hostil adversario y el peor enemigo de Castillo ha sido el propio Castillo. Un ejemplo de ello es la decisión de la mañana del miércoles 7 de noviembre de 2022, de disolver el Congreso. Esa torpe decisión -torpe y ciega porque no tenía el soporte constitucional ni político- sumó los 101 votos en el Congreso contra su vacancia. 

De no habérsele ocurrido disolver el Congreso, es posible que no se hubieran alcanzado los 87 votos para vacarlo. Porque había rumores de que no era posible alcanzar en la votación de las 3 de la tarde los 87 votos. Pero los congresistas, incluido los de “Perú Libre”, no estaban dispuestos a renunciar a los más de 30 mil soles que van a recibir de sueldo y aguinaldo incluido en este mes de diciembre y sus sueldos sucesivos. Además de prebendas y gollerías.

Por supuesto que la firme posición constitucionalista de las Fuerzas Armadas y Policiales, además del Poder Judicial, el Ministerio Público, el Tribunal Constitucional y otras instituciones, fue determinante en el epílogo del autogolpe castillista.

El gobierno de Dina Boluarte

El gobierno de la exvicepresidenta que juramentó con Pedro Castillo el 28 de julio del 2021, Dina Boluarte y ahora la primera mujer presidenta en 200 años de historia peruana, comenzó su gestión gubernamental entre aplausos congresales. Su discurso de asunción presidencial fue oportuno y prudente. Pidió una “tregua política” y prometió una lucha frontal contra la mayor de las pandemias que padece el Perú, la corrupción; convocó al diálogo, a la unidad nacional y anunció un gabinete de ancha base, multipartidaria, muy oportuno en un país dividido y fraccionado. Muy a tono con su invocación y su discurso fue la cita de José María Arguedas, el escritor que anhelaba un “país de todas las sangres”.
Los escenarios del gobierno de Dina Boluarte

Primer escenario

Un gobierno de unidad nacional, con un gabinete multipartidario, que apacigüe y calme las luchas fratricidas y le permita concluir a Dina Boluarte su gobierno ejecutando una agenda política de centro derecha, impuesta por el Congreso. Es muy posible que en este primer escenario el Congreso, que tendrá todo el control político porque Dina Boluarte no tiene partido ni bancada, se le exija a la presidenta que convoque a elecciones adelantadas solo para elegir un nuevo presidente de la República. Así la derecha tendría el control total de los poderes Ejecutivo y Legislativo.

Segundo escenario

Por una exigencia de la ciudadanía y sectores de centro y de izquierda del Congreso, Dina Boluarte es forzada a convocar a elecciones generales, previa reforma política y otras muy urgentes, como la reforma tributaria. Por su lado, los pueblos indígenas andino-amazónicos están ya exigiendo una Asamblea Constituyente Plurinacional. El sector de derecha y ultraderecha se oponen. Pero es el poder y la fuerza de la ciudadanía que se expresa en las calles y que podría finalmente imponer su decisión. Es el escenario ideal.

Tercer escenario

La presidenta Dina Boluarte asume una agenda de transformación, que incluye una nueva Constitución, y convoca a elecciones generales con las reformas políticas y económicas necesarias y pone sobre las cuerdas a la dictadura congresal. Entonces ésta pide su vacancia. Otra vez empieza la disputa entre Congreso y Ejecutivo y así termina el período presidencial en el año 2026.

Entretanto ya deben haberse construido coaliciones democráticas, de derecha, de centro y de izquierda para frenar este permanente descenso a los infiernos en que estamos transitando hace 200 años. La Colombia de Gustavo Petro, Chile de Gabriel Boric y el Brasil de Lula son buenos ejemplos que es posible con las coaliciones unitarias vencer a las fuerzas cavernícolas del capitaloceno. Una cuestión de vida y muerte en el proceso de reconfiguración del poder y de la geopolítica mundial, las guerras, el cambio climático, las pandemias y toda la distopía que amenaza a la especie humana en el siglo XXI.

Uno de los posibles efectos del gobierno de unidad nacional y de salida democrática a la crisis es que las propuestas autoritarias y antidemocráticas de Antauro Humala pueden perder audiencia en el electorado peruano. Porque el caldo de cultivo donde nacen y crecen estos discursos demagógicos y fundamentalistas son en contextos de desgobierno y caos político y económico.

El colapso del gobierno de Pedro Castillo será aprovechado por las élites que han gobernado el Perú a lo largo del bicentenario. Argumentarán capciosamente que la primera vez que llega al gobierno un presidente surgido del pueblo, además de izquierda, como Castillo, es un verdadero fracaso: ineficiente y corrupto.

Será el estigma que urdirán contra el pueblo porque su atavismo colonial no soporta el poder popular. Negando y olvidándose que toda la profunda crisis estructural que ahora padece el Perú es obra de ellos, que han dirigido, dominado y expoliado al Perú a lo largo de 200 años.