Diferencias que distancian
Pablo Najarro Carnero, Teólogo y docente
Ser diferente en nuestro Perú es estar en una posición de conflicto. La historia del Perú así lo demuestra. Si alguna vez, los diferentes, para Lima, los que viven al otro lado de la cordillera usualmente, más serranos que selváticos, hacen notar las diferencias, serán considerados subversivos, alzados, sublevados, insurrectos y/u hostiles.
Puno, para hablar de mi tierra adoptiva, desde la colonia se sublevó y fue origen de la independencia. En la república naciente y andante nunca sintió el sabor de la misma. Por eso la historia de Puno está marcada peyorativamente por los “alzamientos”. La literatura indigenista nos muestra el reguero de sangre, con olor a injusticia, de los indígenas del Perú, cuya propiedad siempre era “más allá”, donde el patrón no sacó títulos falsos de propiedad. Total, el mundo es ancho, pero ajeno.
En diciembre del 2023, Puno recordará los cien años de la “sublevación” de los aymaras contra los abusos gamonales. Esa insolencia campesina, ¡Vaya por Dios! sublevarse contra los patrones, contra los dueños del Perú, fue pagada con sangre huancaneña. Dos mil campesinos acribillados por las armas del glorioso ejército peruano (1). Uno de los cuerpos fue arrojado para que los perros se lo comieran. Recuerdo analógico al de Túpac Amaru. Otros fueron azotados públicamente durante tres días y tres noches. Para que no olvidaran el costo de su insolencia se les dejó un cuartel cerquita, para que no olviden quien manda.
Entre diciembre del año pasado y enero del presente año, el gobierno de Boluarte, con el beneplácito de sus protectores del Congreso, encargó a policías y militares enfrentar y masacrar “comunistas”, “mineros informales”, “proevomoralistas” y al fin y al cabo a quienes “no son del Perú”. Esta vez, tuvo también el silencio ignominioso de la Iglesia, la anuencia de la fiscalía y el aplauso del Congreso.
Así, en plena celebración del bicentenario de independencia, nada ha cambiado.
Revisando el programa de un “Curso de resolución de Conflictos” ofrecido por la UPC veo que uno de los temas del curso es “Lidiando con personas difíciles y actores radicales”, vaya forma de mirar a quienes protestan. No sorprende, sabemos que, para cierto sector de la academia, las protestas son entendidas como un “conflicto” de personas que no tienen razón y que hay que enfrentar “inteligentemente” con “estrategias de comunicación” y “modelos de negociación de Harvard”. Por ello, poco les interesa conocer el derecho o la idiosincrasia de los pueblos. Remedando a Los Prisioneros “Ellos no son hermanos para dialogar, sino un enemigo al cual doblegar”
Aquí es letra muerta el contrato social del que hablaba Rousseau. El que tiene poder para que el Estado le otorgue derechos es el que tiene la razón. No hay más que hablar. El que reclama es un hostil. No es un diálogo entre dos que tienen derechos. No se entiende como un contrato en que los dos tienen un valor a negociar. Llegar a un acuerdo beneficioso para ambos.
Vaya cosas, si alguien no quiere vender su tierra ¿Lo puedes obligar en nombre de un interés mayor, digamos, que es el Perú? ¡Ah sí! en el Perú sí, se llama expropiación o declarar de “interés nacional” un trazo de tierra, vía ley, por donde pasarán camiones con minerales, y me importa un bledo tus tierras, tus sembríos. Si reclaman, ahí están las promesas que nunca llegarán. Esperarán las calendas griegas o la resurrección del Inkarri.
Total, en el Perú, las promesas y la justicia, o tardan un montón o nunca llegan. Bajo el último principio, importa el ahora y a la fuerza. Que vayan a reclamar a quien quiera, aquí en el Perú todo está bajo control, fuera del Perú, digan lo que digan, ninguna institución “es vinculante” como afirma alegremente el congresista Williams Zapata.
En el Perú tiene derechos el que tiene el poder político. El resto es silencio. Por eso, inteligentemente, todos los mafiosos del Perú tienen sus “partidos políticos”. O sea, ahora nos roban a la legal. Hacen y deshacen. Para los considerados “subversivos”, “alzados”, “sublevados”, “insurrectos”, “hostiles”, “comunistas” o “caviares” tienen la ley como espada de Damocles. Los familiares de los muertos en Juliaca, terminarán enjuiciados. Mundo perfecto. País bananero. “Ciudadanos de segunda” como decía García. A ellos les mandamos la tropa y asunto resuelto.
No hay interés de diálogo para los dueños del Perú. El “Acuerdo Nacional” acabó siendo un espacio decorativo, donde o no hay acuerdos o los que hay no se cumplen. La Defensoría del Pueblo, ahora el poder de los corruptos, nunca ha sido vinculante y ha terminado siendo una oficina de estadísticas y registro sobre la corrupción, los conflictos y la ineficiencia del Estado.
Un país se puede construir con el aporte de todos. Las diferencias suman. La unidad debe darse a través de la diversidad. A veces el otro tiene lo que yo no tengo. El imperio incaico, con todas sus deficiencias, se construyó a base de la reciprocidad entre la costa y la sierra, por ejemplo, un intercambio razonable. Si se amara al Perú, se podría. Si se quiere se puede. La verdad es que no se quiere. Hay tantos intereses personales en juego. Intereses de pequeños grupos. Intereses de delincuentes de cuello y corbata.
¿Hablaremos algún día de justicia, de reconciliación? ¿De un país de todas las sangres? ¿De Justicia Social y bien común? No creo que la vida me alcance para verlo. Es una utopía andina, como la de Flores Galindo.
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(1) https://elperuano.pe/noticia/135703-los-98-anos-de-la-sublevacion-campes... Fernando Chuquipiunta tiene toso el relato al detalle. El 13 de diciembre de 1923, a bordo del barco mercante “El Inca”, llegó al puerto de Vilquechico, en el lago Titicaca (provincia de Huancané), el mayor Luis Vinatea al mando de 400 hombres del Batallón Infantería Nº15 de Puno, portando además 20 ametralladoras, 300 fusiles, 200 caballos y órdenes secretas del Ministerio del Gobierno.