El triunfo de Macri: ¿cambio de época?

Por: 

Nicolás Lynch

El triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales argentinas va a producir cambios tanto en esa hermana república como en la región en su conjunto. El asunto es saber de qué dimensión van a ser los cambios y en qué medida afectarán la correlación de fuerzas, tanto en la Argentina como en América Latina.

Lo primero a dilucidar son las razones de este triunfo derechista. Es una victoria producto del hartazgo con la polarización política producida en los últimos años. Pero esta no ha sido una polarización gratuita sino causada por las importantes reformas económicas y sociales llevadas adelante por los últimos tres gobiernos  kichneristas.  Estos fueron gobiernos que brindaron un conjunto de derechos muy importante al pueblo argentino, reivindicaron el papel del Estado y recuperaron una posición de independencia en el terreno internacional. Sin embargo, afectaron también importantes intereses sociales en el terreno doméstico, así como grandes intereses financieros y geopolíticos en el plano internacional. De allí, la formidable oposición que en más de una oportunidad quiso presentar al kichnerismo como una dictadura y ensayó estrategias destituyentes para terminar como el mismo.

A la polarización se agregan los problemas en el manejo económico, que a pesar de los grandes esfuerzos en el desendeudamiento y en la promoción de la inversión productiva en la Argentina, todavía no cristaliza un nuevo modelo de acumulación posneoliberal, que deje atrás la dependencia de la exportación de materias primas y permita una diversificación productiva basada en el mercado interior y la integración regional. La Argentina ha hecho esfuerzos importantes en este sentido, pero no los suficientes para poder superar la guerra económica interna y externa y dar estabilidad y bienestar al mismo tiempo.

¿Podría haber sido de otra manera? Hay quienes señalan que el error de la conducción política kichnerista fue no haber profundizado la polarización y lanzado un candidato “duro”, que hubiera desnudado a Macri, desde un primer momento. Sin embargo, me inclino a pensar que el error fue anterior, en la incapacidad del kichnerismo para sumar a otros sectores progresistas y tener desde antes una mayoría más amplia. Mauricio Macri, por su parte, no ha dudado en moverse al centro, jugar a presentarse como “buena persona” y estimular las ilusiones consumistas de importantes sectores sociales, para llevarlos a sentirse coactados en su libertad por los controles cambiarios y financieros existentes. 

Sin embargo, finalmente, predominó la democracia, se produjeron elecciones limpias y la disputa alcanzó un primer nivel de zanjamiento con la victoria electoral de Macri.  Pero se trata de un triunfo ajustado, por el 2.8% de la votación, por lo que cualquier cosa que haga el gobierno debe contar con elevado nivel de consenso, tanto político como social, para llevarse a cabo, de lo contrario corre el riesgo de marchar a una crisis en el corto o en el mediano plazo. A esta se agrega el predominio del kichnerismo en las cámaras legislativas, ya que este cuenta con mayoría absoluta en el Senado y primera minoría en la Cámara de Diputados, lo que también obligará a una política de pactos para gobernar. Por último, la alianza de Macri, Cambiemos, tiene como aliado principal a la Unión Cívica Radical, un tradicional partido de centro, lo que hace más difícil que pueda llevar adelante un drástico programa de contra reformas. Está por verse entonces cuánto de lo logrado por estos gobiernos populares pasará a ser parte del sentido común inamovible del pueblo argentino. 

Empero, en el frente internacional las cosas pueden ser distintas. El Ejecutivo argentino con Macri a la cabeza es el que desarrolla la política exterior, por lo que puede haber un impacto inmediato en la presencia argentina en los organismos de integración regional como Unasur y Mercosur, en la relación con Venezuela, así como en las relaciones con Estados Unidos. De hecho, ya adelantó que pedirá sanciones a Venezuela en Mercosur, lo que podría significar una tirantez inmediata con el Brasil, Ecuador y Bolivia. Por otra parte, la vuelta de las “relaciones carnales” con los Estados Unidos de la época menemista, serían también un bocado apetitoso para el imperio del norte que había debilitado su presencia en la última década en la región.

Es difícil calificar aún el triunfo de Macri como un cambio de época en la región, sobretodo porque no sabemos cuánto pueda revertir de lo avanzado en la propia Argentina, pero indudablemente significa un retroceso conservador de consecuencias imprevisibles en los próximos años en América Latina.

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