Al maestro con desamor

Por: 

Candelaria Ríos Indacochea*

La profesión más cercana y menos valorada

Desde la masificación casi universal  de la educación en Perú, los docentes son el primer tipo de profesional con quien todas las personas hemos tenido contacto desde la infancia, y de manera constante por varios años consecutivos. 

A diferencia del contacto con otras profesiones como médicos, enfermeras, etc. que es intermitente y a veces más tardío, mientras que con la policía y militares (los siguientes de mayor presencia) el contacto es más esporádico.

La hipótesis del presente artículo es que la familiaridad con la profesión docente, en vez de hacerla una carrera prestigiosa ha afectado negativamente la percepción que tenemos de ella.

Quizá por la familiaridad (entre otros factores) muchas personas se sienten con derecho a opinar sobre temas pedagógicos, a pesar de que ignoran los sustentos científicos, técnicos y experiencia (know-how) que estos implican. Como si haber tenido profesores durante una etapa de su vida los convirtiera en expertos, cosa que no sucede con otras profesiones. 

Respecto a la docencia, tenemos desde padres de familia diciendo a los maestros cómo hacer su trabajo, hasta congresistas legislando sobre el currículo, género, ciudadanía y educación sexual, usurpando funciones constitucionales del Poder Ejecutivo, específicamente del MINEDU.

Pero esta es solo la mitad del problema. Es igualmente preocupante o incluso más el desprecio hacia los docentes que manifiestan muchas personas.

El desprecio hacia el magisterio: una forma de clasismo y racismo

Este desprecio no es mera pretensión académica, sino una forma de clasismo mezclada con discriminación étnico racial, que es como estos dos fenómenos se presentan en nuestro país.

Ya en 1994, Lafosse etal  señalaban que los docentes son víctimas de discriminación. Describen por ejemplo que los alumnos se burlan de ellos o deslegitiman su autoridad debido a sus rasgos indígenas marcados. Esto refleja cómo los prejuicios raciales pueden afectar la relación entre docentes y estudiantes, convirtiendo a los profesores en víctimas de discriminación racial. Sin embargo, este como otros estudios sobre discriminación y docencia ponen el foco de atención en los profesores como agentes de discriminación, y no como víctimas.

Y aunque el desprecio se da incluso desde las mismas clases empobrecidas, también se encuentra en las clases pudientes, por ejemplo, en la relación de estudiantes y familias de colegios privados con el cuerpo docente de dichas escuelas, donde son comunes las amenazas desde el poder económico. 

Igualmente, se encuentra este menosprecio en tomadores de decisiones y en el aparato burocrático, con un actual ministro sin experiencia en aulas ni respeto a la profesión, que fomenta la instrumentalización proselitista de los estudiantes llevando de gira a una presidenta impopular, acusada de asesinato y corrupción.

Desigualdad estructural y la trampa de la meritocracia

Tras décadas de abandono estatal, el magisterio es una carrera económicamente poco atractiva, tomada principalmente por quienes, debido a su lugar de origen, residencia y/o capacidad económica ven sus opciones vocacionales reducidas a un puñado de profesiones y oficios, siendo la docencia uno de ellos, gracias en parte a la extensa cobertura de las escuelas e institutos pedagógicos.

Cierto es que algunos gobiernos han intentado revalorar la carrera docente, pero es insuficiente, o encierra pequeñas trampas disfrazadas de “meritocracia”. 

Por ejemplo, algunos requisitos para el ascenso en la carrera docente incluyen esfuerzos imposibles para un maestro de área rural que no puede asistir a un diplomado o postgrado,  o si lo hacen, es en universidades poco prestigiosas y/o de baja calidad, incluso sin licencia de SUNEDU, abonando a los prejuicios y estereotipos contra el magisterio, como personas con baja preparación y capacidad académica e intelectual.

Aventura Política y Decepción

Lamentablemente, la emergencia de Pedro Castillo al escenario público, en vez de ayudar a combatir los crecientes prejuicios contra los docentes, en especial de escuelas estatales y empobrecidas, terminó validando estereotipos relacionados a su deficiente capacidad y cuestionable ética en el sector hegemónico de la población. Si bien el profesor aún tiene seguidores en sectores populares y el sur andino, en los discursos dominantes su figura sigue siendo atacada, afectando simbólicamente en la imagen del magisterio peruano.

Lo mismo toca decir de la bancada magisterial, que no ha dado la talla respecto a las batallas políticas y ciudadanas que estaban llamados a librar. Han fallado en la defensa de la educación por circunscribirse a una agenda propia y no pública. Y han fallado en la lucha clasista que enarbolaban, dejando pasar y siendo cómplices en la aprobación de sendas normas que incrementan las desigualdades en perjuicio de las infancias, las mujeres, el medio ambiente, la seguridad ciudadana, etc.

En vez de constituirse en una fuerza opositora, se han diluido como parte del parlamento menos prestigioso de nuestra historia, tirando por la borda una oportunidad única de reivindicación de la carrera docente frente a la opinión pública.

Epílogo

Revertir estos efectos es una tarea compleja, ya que se tienen pocos diagnósticos sobre el magisterio que incluyan esta dimensión subjetiva. Generalmente al hablar del problema de la docencia en el país se manejan brechas de cobertura, deficiencias formativas, deudas sociales históricas, desigualdad salarial, e inconductas profesionales como violencia contra el alumnado, corrupción, incumplimientos, etc.

En estas líneas se están presentando algunas ideas de la problemática, pero se requiere ahondar en la percepción ciudadana sobre el profesorado para formular propuestas efectivas de revalorar la carrera docente. Ello, en tiempos de aumento del uso de la inteligencia artificial que parece tener respuestas a todo lo que antes le preguntábamos a nuestro maestro.

En conclusión, para transformar esta situación no basta con reformas educativas puntuales, sino que se requiere una mirada crítica y estructural que reconozca a los docentes no solo como agentes clave del desarrollo social, sino también como titulares de derechos y actores subalternizados.
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* Psicóloga social especializada en temas educativos, género, interculturalidad y gestión pública.