“Barras bravas”: ¿sin solución?
La absurda muerte de la peruana María Paola Vargas Ortiz ha mostrado, nuevamente, el grado de violencia e impunidad con que actúan las “barras bravas” en Lima.
Pero, ¿qué sabemos de estas organizaciones? Según la Dirección de Investigación y Desarrollo del Estado Mayor de la Policía Nacional del Perú, en Lima y Callao se han identificado 410 pandillas juveniles y “barras bravas” en 2008, de las cuales, el 44,6% de sus integrantes son menores de 18 años mientras que el 52,5% tiene entre 18 y 30 años. Además, la mayoría de estos jóvenes viven en distritos populosos como Comas (Collique) y Ate Vitarte (Huaycán) y no han terminado sus estudios básicos.
¿Es lo mismo pandillas que “barra bravas”? Para el informe defensorial La situación de los adolescentes infractores de la ley penal privados de libertad, pandillas no es sinónimo de “barra bravas”, pues estas últimas se definen en torno al “hinchaje” por un equipo. Las “barras bravas” suelen enfrentarse a otras y cometer actos violentos como asesinar a “barristas” de otro equipo o robar. Las pandillas, por el contrario, son organizaciones de adolescentes y jóvenes surgidas para hacer frente a necesidades concretas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que algunas pandillas pueden formar parte de las “barras bravas”.
Tanto las “barras bravas” como las pandillas juveniles están formadas por adolescentes que, con el tiempo y sin una orientación adecuada, pueden llegar a convertirse en avezados delincuentes. Para el sociólogo Aldo Panfichi, “el gran problema de esta violencia es un sistema político y económico que produce jóvenes excluidos de la posibilidad de incorporarse, vía educación o trabajo, a la dinámica de reproducción económica”. Por eso, frente a esta realidad adversa, debería tomarse con pinzas la propuesta del Presidente Alan García para disparar perdigones a los que, en su opinión, son vándalos que necesitan probar de su propia medicina.
La forma como actúan hoy en día las “barras bravas” no es casual. Hace años que sus acciones son respaldadas por las dirigencias de los clubes de fútbol, quienes les regalan cientos de entradas sin ningún tipo de control. Peor aún, los dirigentes saben que muchos de los “barristas” consumen drogas y alcohol, que son los factores que desatan la violencia con la que actúan antes y después de un encuentro futbolístico, ¿han hecho algo estos dirigentes por remediar esta situación? Para Aldo Panfichi, por el contrario, estos dirigentes utilizan a las “barras bravas” como guardia pretoriana para fortalecer su poder, por eso, en su opinión, no les interesa resolver el problema.
En estos días, en medio del cargamontón mediático originado tras la muerte de María Paola, el gobierno ha obligado a los clubes de fútbol a empadronar a sus “barras”. Pero esta es una medida improvisada pues no se fundamenta en una política nacional para prevenir la violencia juvenil. A falta de esto, algunos Alcaldes distritales han sugerido que se debería restablecer el Servicio Militar Obligatorio y responsabilizar a los padres por los delitos que cometieran sus menores hijos que integran las “barras bravas”. Sin embargo, para el Ex Ministro del Interior Gino Costa¹, lo que nos hace falta es una política ordenada y organizada que les otorgue mejores oportunidades a estos jóvenes excluidos, con respuestas concretas.
Por eso, es necesario que el gobierno asuma su responsabilidad para enfrentar la violencia juvenil y que la prioridad sea aplicar programas de prevención desde la familia y la escuela, que son, a simple vista, dos de los aspectos más olvidados en lo que va de este mandato.
¹ Entrevista concedida a Otra Mirada
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