¿Qué le espera a Marisol?
Carlos Bedoya
Si la vicepresidenta Marisol Espinoza hubiera renunciado al menos hace dos años al Partido Nacionalista Peruano (PNP), sin lugar a dudas, sería ahora la potente candidata presidencial que enfrente a la derecha en el 2016 y reivindique la Gran Transformación pisoteada por Ollanta y Nadine. Incluso, si se hubiera apartado cuando lo hizo Sergio Tejada apenas a principios de este año en medio de la rebelión de los pulpines, otra sería su ubicación en la escena política nacional.
Hace tiempo que se sabe que en Palacio no la querían y que estaba aislada del gobierno casi desde el inicio. Recuerdo que en el 2012 le dijo a Raúl Wiener: ¿acaso no éramos de izquierda? ironizando con una pregunta sobre el giro que había tomado el gobierno nacionalista, pero al mismo tiempo expresando su desubicación política con el discurso pro empresarial y los nuevos aliados del mandatario y su esposa.
Valgan verdades, Espinoza nunca supo usar el enorme poder de negociación que tenía en las manos al ser vicepresidenta de un Ollanta con un solo suplente al viajar, desde que Chehade tuvo que dejar su puesto en la segunda vicepresidencia tras el roche de las Brujas de Cachiche en el 2011.
Marisol tuvo el poder de hacer que Humala nunca viaje, de clavarlo en su sillón, pero su excesiva prudencia la llevó a que la pisoteen como cuando a pesar de ser la candidata natural para ocupar la presidencia del Congreso, Nadine la vetó constantemente. Incluso, fue por Espinoza que se batieron varios congresistas de la bancada Gana Perú que hoy están en la de Dignidad y Democracia.
A mí me tocó conocerla personalmente, la entrevisté en la radio y dialogué con ella algunas veces durante el gobierno de García Pérez. Siempre me pareció una mujer bien de izquierdas, pero su gran error fue no pensar más allá del corto plazo desde un principio, ni defender el campo político del que nació.
Cedió a la orden de traicionar a Javier Diez Canseco, habló bajito cuando debió gritar por cómo el gobierno trataba los conflictos sociales. No apoyó a Tejada en la Megacomisión por el amiguismo con Chang Escobedo y más. Solo se preocupó de su representación por Piura. Eso lo cuidó, pero no se proyectó como una figura nacional teniendo varias ocasiones de hacerlo.
Dicen que más vale tarde que nunca, pero Marisol dudó tanto en política que ahora tiene que pagar costos, por más flores que le eche la propia derecha (que lo hace solo por golpear al gobierno). Ha renunciado tan tarde que creo era mejor quedarse en el PNP, aunque me imagino que su salida refleja el cálculo de que en la lista congresal para el 2016 sería nuevamente vetada por Nadine, y sabe bien que quedarse fuera del Congreso puede acabar con su carrera política.
Marisol aún tiene amigos en las izquierdas y a lo mejor consigue allí una candidatura para ser reelegida en el Congreso por su Piura natal. De eso se trata esta movida, a menos que crea que después de soplarse casi todo el gobierno de Humala pueda ahora pretender más.
Publicado en Diario Uno, 18 octubre 2015
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