La desestabilización solo le conviene a Alan
Carlos Bedoya
Me bastó ver la expresión del rostro de Nadine Heredia en su conferencia de prensa y en la posterior juramentación del flamante ministro Vásquez el miércoles pasado, para darme cuenta de que la han quebrado. Que la ofensiva político-mediática que ha sufrido principalmente por parte del APRA y el Fujimorismo con la ayuda de la prensa concentrada ya ha conseguido aplastarla moralmente.
Y no es para menos, porque a pesar de que el caso de las agendas se refiere a plata privada en una época en que su marido todavía no había sido elegido presidente, nadie le quita la etiqueta de corrupta que le han estampado ante la opinión pública.
De hecho, las acusaciones en su contra no tienen ni para empezar respecto de los vínculos de García Pérez con el narcotráfico, pero su falta de formación política y la sobre estimación que siempre tuvo de sus capacidades en esas lides la están enterrando. Ha cometido error tras error y en política eso se paga caro. Lo que sigue es que quede tan golpeada que ni siquiera pueda ser candidata al congreso.
Me da pena decirlo, pero coincido con quienes dicen que esto no le pasaría si no hubiera roto con los cuadros de izquierda que acompañaron a su esposo desde la campaña electoral hasta su triunfo en junio del 2011.
Si bien es cierto que el costo político de corto plazo que originó la ruptura con Lerner y compañía resultó siendo cercano a cero; en el largo plazo ha devenido en catástrofe porque en sus actuales filas no hay quienes la defiendan ni a ella ni a Ollanta con eficacia para hacer control de daños, definir la agenda política, recomponer alianzas, distender el conflicto o incluso fugar por delante con habilidad si es necesario.
Lo peligroso de este panorama es que no les están dejando ninguna salida a la pareja presidencial. Y por más aislado y débil que sea un oponente, ante una situación extrema puede responder con furia. Ese es el ABC del arte de la guerra y allí sí nos perjudicamos todos, especialmente en un país que está con condiciones económicas en deterioro. Esa es la responsabilidad de la oposición y la prensa concentrada.
Pero sabemos bien que el que está más interesado en promover la desestabilización para sacar del contexto sus delitos, quedar impune y al mismo tiempo remontar en las encuestas es Alan García. Eso solo le convendría a él, porque incluso a Keiko Fujimori no le interesa que pasemos a un momento convulsionado que recuerde los últimos días de su padre en el poder. Ya cometió tremendo error al pedir que Humala destituya a la Primera Dama, porque le recordaron públicamente que eso mismo hizo Alberto Fujimori respecto de Susana Higuchi con tortura incluida. Además, el fujimorismo encabeza las encuestas tal y como está el actual tablero político, donde Keiko despliega una estrategia centrista para captar a más sectores.
Sin duda, la renuncia del ministro Adrianzén es la prueba de que de aquí en adelante el gobierno no tiene como afrontar interpelaciones ni censuras, y puede ceder en casi todo. El riesgo mayor es que censuren al propio Cateriano, aunque aún no hay consenso en la oposición para ello. Pero si se llega a ese extremo, sea por la habilidad de García y sus operadores o por la persistente torpeza de Ollanta y Nadine, cualquier cosa podría pasar en el Perú.
Publicado en Diario Uno, 25 octubre 2015
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