Estados Unidos. Victoria demócrata: clara pero no definitiva

Por: 

Nicolás Lynch

El martes 6 de noviembre de 2018 será recordado como una clara pero no definitiva victoria del Partido Demócrata en los Estados Unidos. Los demócratas ganaron la Cámara de Representantes, pero los republicanos retuvieron el Senado, ganando dos sitios más y defendiendo exitosamente sus posiciones allí donde tenían rivales serios como en Texas y parece ser que también en Georgia. Asimismo, los demócratas avanzaron en las elecciones estatales, ganando siete nuevas gubernaturas entre las que destaca la de Wisconsin de férreo control conservador en los últimos ocho años.

En definitiva, como suele suceder en las últimas elecciones en los Estados Unidos, los demócratas ganan la mayoría del voto ciudadano en disputa lo que se expresa en su control de la Cámara de representantes, pero no pueden terminar de romper el control territorial de los republicanos, que se afianzan en el Senado a pesar de haber retrocedido también en las elecciones de gobernadores. 

No funcionaron, o no lo hicieron en la medida en que esperaban Trump y sus asesores, las políticas de miedo contra la inmigración y las múltiples amenazas que dice enfrentar en diversos lugares del planeta. Así como tampoco las políticas de odio y división contra diversos grupos sociales, como mujeres, latinos, negros y miembros de la comunidad LGTBI que ha desarrollado en los últimos años. Ahora, no son solo los medios de comunicación los que le reclaman, sino una importante mayoría ciudadana que se expresa con su voto.

¿Qué significa esto hacia delante? Primeros que los sueños de “impeachment” o destitución del Presidente Trump quedan archivados porque para ello se necesita el control de ambas cámaras del Congreso. Sin embargo, el control de la agenda política, largamente monopolizado por Trump en los últimos dos años, podría moverse hacia el lado demócrata, dependiendo de la habilidad con que estos manejen los temas específicos y los proyecten en una oposición efectiva de conjunto al Poder Ejecutivo. Esto último no es fácil en un país con un sistema presidencialista muy fuerte y un afianzado mecanismo de equilibrio de poderes.

Los temas en disputa, varios de ellos puestos en agenda exitosamente por los demócratas, son varios y calientes. El más popular tiene que ver con la salud. Trump no ha podido echarse abajo la reforma de Obama al respecto y, es más, ha avanzado mucho en popularidad la posición de seguridad social universal pagada por el Estado “Medicare for all” que sostiene el ala izquierda del Partido Demócrata. Será difícil voltear la tortilla al respecto, pero los sueños de los sectores conservadores de arremeter definitivamente contra la ley vigente también quedan sepultados. Es más, se esperan medidas para controlar los actuales precios de los servicios de salud que no cesan de subir.

Es muy importante también el tema del trabajo, o mejor dicho, la falta de trabajo bien pagado. Al respecto, se espera una iniciativa importante del Congreso sobre la reparación de infraestructura, especialmente caminos y puentes, largamente dejados de lado y en estado lamentable a lo largo de ese país, lo que debe redundar en una mayor oferta de trabajo. Asimismo, la puesta en agenda de la elevación del salario mínimo, ya asumida por diversos estados y empresas, de llevar el mismo a 15 dólares la hora. Por otra parte, se espera que terminen las rebajas de impuestos a los ricos, uno de los grandes escándalos de la administración Trump en los últimos dos años.

Resalta, asimismo, la reforma electoral que va desde el rediseño de los distritos electorales y el financiamiento de las campañas, hasta las dificultades para registrarse como votantes para los negros, latinos y ex convictos. Todos estos asuntos hábilmente manipulados a su favor por los republicanos en los últimos años, para que las mayorías ciudadanas no se traduzcan en mayorías políticas a favor de los demócratas.

Por último, el tema de la inmigración. Aquí las posibilidades de cambio son menores, porque la iniciativa está largamente en manos del Poder Ejecutivo. Sin embargo, es indudable que el margen de maniobra se estrecha para Trump y que no podrá llevar sus objetivos al extremo. En especial, respecto de los denominados “dreamers” que son aquellos inmigrantes ya residentes en los Estados Unidos que están esperando se prolongue su status de manera tal que no afecte su permanencia en ese país. Las posibilidades de un acuerdo al respecto se vuelven mayores con este resultado.

En cuanto a la actitud general de agresividad que ha derrochado Trump, no parece que hayan incentivos mayores para que cambie. Difícilmente será un presidente republicano que busque acuerdos con los demócratas en asuntos de política interna y menos en política internacional. Les queda, eso sí, a los demócratas la posibilidad de demostrar desde su control de la Cámara de Representantes que tienen capacidad para poner una agenda distinta y eventualmente preparar con éxito un recambio a su favor en la Presidencia para el año 2020.

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