AG: poder mafioso y poder corrupto

Por: 

Carlos Bedoya

¿Qué está a la base de la impunidad que cubre desde hace casi tres décadas, al dos veces presidente del Perú, Alan García alias AG?

La lista de delitos, hechos de corrupción y tantos otros temas obscuros que involucran a AG es enorme y se encuentra disponible en centenares de notas de prensa, artículos de opinión, informes de investigación, reportajes, documentales, informes parlamentarios, y un largo etc. de documentos oficiales y oficiosos. Todos ellos dan cuenta del mal uso del poder en beneficio particular, lo que rompe permanentemente cualquier contrato social fundante de un Estado.

La influencia de AG sobre jueces y fiscales (apristización o alanización del Poder Judicial y el Ministerio Público) no alcanza para explicar la complejidad de su impunidad. Porque dicha influencia judicial no sería causa, sino más bien consecuencia de un poder cívico, devenido en corrupto y con relaciones mafiosas.

No podemos afirmar que AG es el padre del poder corrupto en el Perú, pues el legado histórico del que da cuenta Alfonso Quiroz en su “Historia de la Corrupción”, permite poner este problema en clave sistémica desde casi la fundación de la república; pero sí podemos pensar en que AG es progenitor, junto a Fujimori-Montesinos (aunque más hábil que ambos), de las relaciones entre el poder corrupto y el poder mafioso en el Perú, de cuya cópula emana su impunidad.

La filósofa española Celia Amorós en su texto “Violencia Patriarcal en la Era de la Globalización” nos dice que la mafia “representa una voluntad de reinstitución del mundo del status, de los privilegios despóticos, en el mundo del contrato (social) y de los derechos”. La mafia rompe con el pacto cívico que pretende ser universalizable a toda la ciudadanía (o a gran parte de ella), para distribuir privilegios y el máximo poder que pueda acaparar en sub grupos liderados por capos.

Las relaciones entre el poder despótico de los mafiosos y el poder cívico corrompido, siguiendo a Amorós, consiste en una doble operación que “cierra la pinza de la impunidad”. El poder mafioso se impone al poder corrupto, lo adopta (“dado que eres como yo, mandarás conmigo”), le da beneficios materiales y protección. Por su parte, el poder cívico-corrupto reconoce al poder mafioso y le otorga blindaje legal.

Este enfoque permite entender desde los Narcoindultos de AG, hasta sus alianzas con la mafia camuflada de partido político en el Callao que lideraban Kouri, Moreno y otros. Pero sobre todo explica la impunidad del expresidente, que más que un político por quien votar, sería un “capo” a quien temer.

Allí hay que apuntar no solo para poner a alias AG donde se merece: la cárcel; ni tampoco para restablecer el vetusto contrato social peruano, sino para tejer un nuevo pacto cerrado a las mafias y la corrupción, y abierto a todas las clases, etnicidades y géneros.

Publicado en Diario Uno

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