Trumpismo ibérico versus bloque progresista: Apuntes sobre el temblor español

Por: 

Laura Arroyo Gárate

El domingo, en España, las izquierdas vivimos una noche dura. Oscura. Una noche de derrota. En la elecciones autonómicas y municipales el mapa del país se pintaba de derechas mayoritariamente. Los gobiernos municipales y autonómicos gobernados por bloques progresistas, salvo contaditas excepciones, eran perdidos. El Partido Popular (ex derecha conservadora) entraba con fuerza en todos, pero la clave principal no era esa. En la gran mayoría necesitaba del apoyo del fascismo para gobernar. VOX, el partido nazi español, se vuelve una fuerza de alcance territorial que le permite no sólo negociar presupuestos y políticas concretas, sino exigir puestos de gobierno regionales y municipales. La noche, entonces, no se tiñó de derechas, sino de ultraderechas. De fascismo.

Hay quien dice que el gran ganador de la noche fue el Partido Popular. Error. No es el PP del bipartidismo español el ganador, sino el trumpismo ibérico. Es VOX. Y no por tener más concejales o más miembros en gobiernos varios, sino porque ha logrado algo todavía más importante: canibalizar al Partido Popular. Ayer no ha ganado el PP, ha involucionado. Ha pasado a una nueva fase. El PP ha aceptado ceder del todo al proyecto fascista y sus formas. Isabel Díaz Ayuso, ganadora del partido popular para dirigir Madrid, es mejor representante del fascismo que la candidata de VOX en la misma plaza. Y es que la ultraderecha no gana sólo cuando gobierna, sino sobre todo cuando desplaza todo el escenario hacia sus coordenadas y marca la agenda. El fascismo español ha matado a la derecha conservadora y de régimen que fue el PP que se erigió aceptando la transición del 78 tras el fin de la dictadura franquista. Hoy ya no existe esa derecha. Hoy hay fascismo con dos siglas distintas: PP y VOX. El trumpismo ibérico.

Pero tras la noche oscura del domingo, nos despertamos con un nuevo temblor. Pedro Sánchez, presidente del gobierno progresista en España, disolvía las cortes y adelantaba la convocatoria a elecciones generales a las 11 de la mañana. Golpe en la mesa audaz por parte de Sánchez de quien se puede decir mucho, excepto que no se atreva a movimientos arriesgados que, en el pasado, le han ido bastante bien. No cuenta con una estrella de la buena suerte, es un animal político que sabe oler el contexto. Necesita elecciones antes que después para salvar los muebles de la tienda socialista. 

Su anuncio tiene dos efectos para el PSOE. El primero: cambia el estado de ánimo social. Cualquiera que sabe de comunicación política y estrategias electorales sabe que esto es indispensable para jugar con opciones de ganar. En cuestión de horas hemos pasado de la noche de derrota de las izquierdas a las semanas de lucha de las izquierdas que buscan contener al bloque reaccionario que brindó con champán anoche. Las autoflagelaciones, los análisis que desangren al espacio a la izquierda del PSOE, las críticas a las estrategias de campaña o a los tonos de las mismas han sido neutralizados. Sánchez piensa como secretario general del PSOE y, por tanto, buscando un resultado que le permita no dimitir tras las elecciones de julio. Para ello necesita que el bloque a su izquierda no se desangre. Lo ha logrado de momento. 

Pero el segundo efecto es el que más le interesa. Sánchez busca seguir la estrategia de 2019, pero en una versión más urgente: presentarse como el voto útil contra el fascismo. Para ello necesita concentrar el voto de las izquierdas, pero también el del liberalismo democrático que no se siente representado por el bloque reaccionario ahora que el Partido Popular lo ha dejado huérfano por ceder al fascismo. Asimismo, necesita que ningún voto se quede en casa. Activar la abstención por la vía del voto útil. ¿Lo logrará? Tiene las cartas, pero en las carreras electorales dos más dos no siempre suman cuatro. Las elecciones de ayer son una evidencia. Hay todavía mucha tela que cortar y una campaña muy dura que atravesar. 

Pero la clave sigue siendo el tipo de elecciones que tenemos en frente. Pese a lo que busca el bipartidismo (Sánchez incluido), no es una elección entre partidos. Esta será una elección entre bloques. El bipartidismo se rompió en España y pese a que ha intentado recomponerse desde 2016, no lo han logrado. Eso se debe al escenario político español que cambió del todo tras el 15M, pero también tras Podemos que a nivel estatal quebró -por sus aciertos- el gran pacto del régimen. El primer gobierno de coalición progresista en la democracia es la muestra de ello. España cambió, pero por lo mismo sigue habiendo una intención de ese régimen por “regresar” a lo que fue. Pero lo que tenemos en estas elecciones es una decisión entre dos bloques. Por un lado, el bloque reaccionario representado por las ultraderechas (PP y VOX) que se necesitan para gobernar y que de llegar al gobierno del estado serán la involución democrática máxima. Por el otro, el único bloque posible: el progresista plurinacional. No basta con el PSOE, no basta con Podemos, no basta con Sumar. Se hace indispensable un proyecto ejemplificado por el bloque de investidura que ha permitido el gobierno actual, aunque no todas las formaciones concurran juntas. No será posible enfrentar al bloque reaccionario ni desde las coordenadas del régimen bipartidista ni desde las coordenadas del PSOE y las fuerzas de su izquierda que pueden creer que hay que ser “parecidos al PSOE” para ganar. Así solo lograrán desparecer. La unidad se hace indispensable, pero ha de ser una unidad desde la humildad que acepte las caligrafías propias de cada formación que las integra. En esto Yolanda Diaz tiene mucho que demostrar. No basta con ser candidata, le toca ser líder. Ha tardado, pero está a tiempo. 

Este 23 de julio hay elecciones de España. La campaña será compleja. Pero la clave fundamental es entender al adversario. El titular de ayer y hoy sigue siendo el mismo: ha ganado la ultraderecha porque ha logrado ser la única derecha en España. Trumpismo ibérico versus democracia. Porque si algo sabemos en Perú es que cuando el bloque reaccionario entra en las instituciones lo hace para coparlo todo y de manera veloz. Estas últimas horas en España pueden ser leídas también desde las lecciones peruanas tras el proceso de los últimos meses. Ya sabemos lo que hace la reacción cuando llega a los espacios de poder. El fenómeno no es español, es mundial. La democracia está amenazada por el fascismo que es el último recurso de las élites para que nadie cambie. El enemigo puede cambiar de bandera, pero no de proyecto.